—Vengo aquí cada dos días por una hora o dos. La paga es buena, pero también hay algo más que me impulsa. ¿Sabes? Se trata de los avances que veo cada visita que hago; sé que nunca será de otra forma, es como es, pero hay algo en su interior que es diferente. Sí, como te decía hace unos días, son esos pequeños cambios, ya sabes que dicen que los ojos son la ventana del alma, y nunca lo vi con tanta claridad como ahora; ¿Revisaste el cuaderno de mis notas? Ah, veo que estuviste revisando eso. ¿En serio? Sabía que ibas a poder notarlo ¿Le leíste un cuento?
—Sí —dijo la otra voz—, pero se me ocurrió probar algo diferente esta vez. Aquí hay tantos libros, que pensé que podría hacer alguna diferencia, tratar a ver si es que notaba cambios, no me era tan sencillo como a ti cuando le hablas.
—¿Y qué idea fue esa?
—Busqué unos libros distintos; en el ático encontré unos libros de sicología.
—Pero ibas a aburrirlo con ellos.
—Pensé lo mismo, pero fue diferente; quizás sea porque en su estado, la mente es el campo que más se utiliza, pero en verdad que se interesó.
—¡Eso es maravilloso! Nunca se me habría ocurrido ¿Y qué cambios notaste?
—¿Recuerdas que me dijiste que, aunque no puede regular el movimiento de los ojos, de todos modos, hay un leve desplazamiento? Pues es eso, me puse justo en frente y comencé a leer, y luego de un rato me moví hacia un costado ¡Y siguió mi movimiento! Fue sólo un poco, pero se quedó fijo; y cuando repetí la acción volvió a hacerlo ¡Le gusta la sicología!
—Eso es fantástico. Tenemos una mente maravillosa por aquí ¿Cuánto te gustaría aprender?
2
El sol de la mañana era frío para él; hacía una mañana calurosa, probablemente, pero el calor había huido del cuerpo de Vicente, dejando un frío seco y amargo. No sabía cuánto llevaba ahí, pero era necesario volver a moverse y poner en práctica la decisión ya tomada.
"Tócala"
Había vuelto, después de un breve periodo de no escucharla; necesitaba que eso terminara ¿y si fuera parte de aquello que hizo? Quizás ahora, que tenía una conciencia real de los hechos y tenía claro lo que iba a hacer, no sería necesario seguir escuchándola, tal vez se apagara por sí sola.
"¡Tócala!"
El grito resonó en sus oídos al mismo tiempo que sentía un fuerte dolor en las piernas; en un principio no reaccionó, pero se encogió en sí mismo al percibir que el dolor iba en aumento.
—¡Maldición!
Punzante y penetrante, el dolor en ambas piernas era el mismo que sintió en el baño de su casa un par de horas antes; resopló mientras trataba de controlar las piernas, o masajear de alguna manera para recuperar la movilidad. Sin embargo, el dolor persistió, haciéndose mucho más fuerte que la última vez.
"Vas a hacer lo que yo te diga".
—Maldición, maldición.
El dolor se elevó a un tipo de sacudida, como si los músculos se contrajeran por una descarga eléctrica muy potente; sintió un espasmo de desesperación, atenazado por un dolor que no parecía tener explicación y por el sentimiento de que eso no era algo normal dentro de su cuerpo.
—Maldito dolor...
"¿Sabes tú lo que es el dolor?"
Se detuvo por un momento, dejándolo en el suelo en una indigna posición, casi en posición fetal, respirando sin compás sobre la tierra que entraba en sus fosas nasales.
"No sabes nada del dolor. Te enseñaré lo que es el dolor".
Esta vez la voz tenía una personalidad. Más allá de lo que escuchó antes, de la voz monótona e hipnotizante, más allá de los atisbos de personalidad y rasgos de furia, esta vez, la voz tenía un carácter, era como la de un ser humano. Un ser humano que no era él.
"Te enseñaré el dolor como nunca lo has conocido. Te daré dolor más allá de lo que puedes imaginar".
Las palabras, escupidas con furia, el tono determinado, humillante, poderoso sobre él. El dolor regresó, pero esta vez se internó en el torso, ubicándose en el bajo vientre, precisamente en la base de los genitales. Vicente dio un aullido de dolor, mientras se retorcía, llevándose las manos a la entrepierna, pero sin poder alcanzar o tomar entre los dedos una zona específica afectada, ya que lo que fuera que estaba sucediendo, venía desde dentro de su cuerpo; tuvo movimientos reflejos en las piernas, que como controladas por un agente externo se sacudieron, azotándose contra el guardafangos del vehículo. Al cabo de unos segundos, la sensación desapareció, dejándolo exhausto y con una fuerte carga de resentimiento físico; de igual manera que al recibir un golpe fuerte, la huella dejada por la punzante sensación permanecía, aumentando el agotamiento. Intentó estirar un poco el torso, pero le resultó imposible con los músculos agarrotados y cansados; apoyó las manos en el suelo, viendo la piel de los dedos blanca, las yemas con raspaduras por la caída y los movimientos involuntarios. Respiraba rápido, tragaba polvo y tenía la vista empañada, y sin fuerzas se sintió como un despojo sobre la tierra.