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Hay muchas oportunidades en la vida para que la pérdida de una, dos o tres discapacidades sea debilitante. Una desventaja te puede dar la oportunidad de centrarte más en el arte, escritura o música.
- Jim Davis -
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Por supuesto, cuando te dicen que vayas al psicólogo lo primero que piensas es en que no estás loco para ir allí, pero lo psicólogos no son sólo para personas dementes, también son para aconsejar y hablar, pues aunque cualquiera diría que el caso de Charlie no era nada, la verdad era que sólo estaba enamorado, aún así lo frustraba su vida entera, al principio se negó a ir, decía que el no estaba loco, porque vivía una verdad, estaba ciego y en eso no podía mentir, pues todos lo podían notar y no podrían decir nada o ayudarle...
Días después decidió ir, cuando ya no aguantaba más las preguntas y preocupaciones que pasaban por su cabeza a cada momento.
Se encontraba sentado en la sala de espera, había un paciente delante de él, por lo que tuvo que esperar a que saliera.
— ¡Hola Charlie!
Charlie estaba despistado, pero claro, ¿Cómo olvidar aquella voz que lo enamoró por completo?, el ya sabía que era Keith Richards, esa chica que hizo que los poros de su corazón se abrieran.
— Soy yo Keith, ¿No me recuerdas?
— ¿Cómo olvidarte? — Charlie se encontraba nervioso lo que lo obligó a hacer cosas estúpidas en la presencia de Keith Richards, su bastón se caía cada dos segundos y siempre se decía a si mismo que torpe soy, Keith había soltado una pequeña risa lo que hizo que Charlie entrara en razón y se diera cuenta que estaba haciendo el ridículo ante su amada.
— ¿Sabes?, pensé que jamás te volvería a ver, pero estas aquí...
— Yo nunca perdí las esperanzas, y mirá, aquí estás — respondió Charlie
— ¿Y qué haces aquí?...
— Estoy acompañando a alguien al doctor, de hecho ya está adentro con el.
Pobre Charlie, ya tenía bastante con el hecho de que Keith Richards se diera cuenta de que era ciego, no quería ahora que creyera que es un desquiciado que va al psicólogo por problemas mentales o algo parecido, así que no le quedó de otra que mentir
— ¿Y tú qué haces aquí? — preguntó nervioso
— De hecho nada, sólo pasaba por aquí, te vi sentado y quise saludarte, no lo sé, pero hay algo en ti que se me hace muy familiar, me recuerdas a alguien. — Keith Richards sabía que no era tan cortez comparar a las personas, pero al igual que Charlie ella no dormía en días pensando en cosas, ella no estaba enamorada de el, pero su cabeza estaba dando vueltas y no quedaba de otra que hablar con Charlie y decirle sus pensamientos, o tal vez sólo necesitaba a alguien con quien hablar, alguien que la entendiera, ya que últimamente lo único que ha ganado de los hombres son reproches y golpes si se atrevía a responder... Ella sabía de sobra que Charlie le prestaría la mayor atención del mundo, no por ser ciego, si no porque era cortez y amable... Porque ella sabía que aunque Charlie no fuese ciego, aún seguiría siendo amable.
— Lo dudo mucho, el único ciego que vive en esta ciudad soy yo.
— No lo digo por eso, lo digo por tu apariencia, te me haces conocido.
— Supongo que necesitas dormir, estas alucinando.
— Si, creo que sí, ¡Oye!... tal vez ¿Quieres ir a tomar un café conmigo?
Cuando Charlie escuchó esas palabras su corazón llegó a tal punto que pudo haber tenido un infarto, pero se controló, el sabía que todo este tiempo estaba buscando cualquier excusa para que ella no se fuera y poder oír por más tiempo su hermosa voz, ahora la escucharía el día entero, era el día más feliz de su vida, o el día donde se podría confirmar su felicidad por primera vez en su vida desde que nació.
— Por supuesto — Charlie afirmó lo más rápido posible, se levantó de la silla y levantó su mano junto con el codo para que Keith Richards se sostuviera de él o mejor dicho para que lo guiará al lugar.
— ¿Y tú amigo Charlie?...
— El estará bien, no te preocupes...
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