Enamorada De Mi Mejor Amigo (nueva Edición)

Capitulo 8 ( editado)

30 de diciembre... 


El sueño me había ganado anoche, creo que se notaba por la forma en que mi cara estaba un poco llena de baba. Estaba profundamente dormida y me levanto cuando casi me caigo al piso. Tuve ese tipo de sueños en el que sientes que casi te caes de la cama. 
Qué feo caso. 


Al subir mi mirada veo a César, él me tiene abrazada y es la imagen más linda que he visto en mi vida. 
—Mi amor—digo susurrando y sonriendo antes de entrar en pánico cuando me di cuenta de lo que dije. 
Cállate, cállate, por que le dices eso. 
No saben las ganas que me dan de ser feliz con él, por decirle mis sentimientos, pero no es fácil por qué implica que si yo no le gusto tal vez se pierda la amistad más hermosa que haya tenido en mi vida. 
—Hola que tanto me miras—saluda cuando se medio despierta sacándome de mis pensamientos—. Sé que parezco un bebé cuando duermo. 
Me río por lo bajo cuando escucho eso. 
—Claro, claro. Si tú lo dices—bromeo. 
—¿Te acabas de despertar?—pregunta rascándose la cabeza. 
—Sip. 
—Anda ve a bañarte que saldremos a desayunar a la plaza—avisa. 
—Claro jefe, ¿algo más?—digo haciendo la voz de militar. 
—No, hasta ahora nada—responde divertido. 
—Bueno me voy a bañar—avisé mientras me levantaba. 
Me fui a bañar y cuando salgo, me doy cuenta de que se me quedó la ropa en el cuarto. 
—¿Cómo puedes olvidar la ropa, Mérida? Eso es lo más importante, si no como vas a salir—me digo mientras me pegó en la cabeza. 
La siguiente escena que ustedes leerán posiblemente sea la más vergonzosa en la historia de la vergüenza. 
Se recomienda discreción. 
—César 
—César 
—César—le llamé pero no contestaba. 
No puedo creer que esto me pase a mí. 
Reviso los cajones y tengo una toalla (de las que tienen manga y todo eso ), me queda un poco larga y lo mejor es que es de princesas. 
Salgo y lo veo aún dormido. No me lo creo, me manda a bañar y él sigue flojeando como si nunca fuera dormido. 
En fin, la hipotenusa. 
Agarro una almohada y se la aviento en la cara. Nunca les había dicho que tengo tan buena puntería, porque cuando la almohada le tocó la cara, se despertó sobresaltado y confundido al ver mi cara seria. 
—Oye, ¿qué te pasa?—pregunta. 
—¿Qué me pasa? Pensé que no estabas dormido, pero al parecer estaba equivocada—le reclamó—. Y también me pasa que quiero que vayas a bañarte para poderme cambiar. 
—Está bien—acepta—,solo por que es tu casa, si no.. 
—Sino, qué?—digo retándolo con la mirada mientras agarro otra almohada con la mano 
—Nada, nada,—dice inocente—. Mejor deja me baño, chau—lo veo caminar al baño y de repente voltea mirándome con una sonrisa pícara—. Por cierto, linda toalla. 
Rayos, no que acordaba, que mi toalla era de princesas, y sentí como mis mejillas se ponían rojas. 
—Tranquila que yo también tengo una pero es de carros. 
Eso me hizo respirar de verdad no saben la vergüenza que sentí , no me quiero imaginar lo roja que me puse. 
—Bueno, entonces, ya somos dos medio infantiles. 
—Sabes, somos muy compatibles—dijo de un momento a otro. 
—Si tienes razón, anda ve a bañarte. 
Mientras él se bañaba yo me cambié. Me puse lo más casual que encontré pues aún hacia frío y en eso sentí un mareo que me hizo ver todo borroso. Ya me estaba cayendo para atrás pero César salió y me agarró. 
—Estás bien ¿Te sientes mal?—pregunto visiblemente preocupado. 
—No, sólo me maree un poco—expliqué—. Tenía mucho que no me pasaba. 
Me miró confundido. 
—¿Entonces siempre te pasa? 
—Si, pero desde hace años no tengo mareos. 
—¿Segura que no te sientes mal?—vuelve a preguntar. 
—Estoy bien—repetí. 
—Bueno haré como que te creo. 
—Pues entonces créeme. Antes me pasaba cuando estaba con mi ex, después lo evitaba por qué no me gustaba verlo. 
—Sea lo que sea yo aquí voy a estar—me recuerda. 
—Lo sé, y por eso te quiero—le digo sonriendo—¿Ya estás listo? 
—Solo me faltan los zapatos y es estoy listo. 
César 
Cuando salgo de bañarme veo a Mérida de espaldas a mi. Trae ropa abrigada por qué aún hace frío, se ve muy bien con ese pantalón y esa camisa. Ella es muy bonita, que digo bonita, es hermosa, sonrío al ver lo linda que es y esa electricidad que es nueva para mí hace que se me ponga la piel chinita vuelve. Me deja algo confundido, pero me distraigo al ver que se empieza a agarrar y se tambalea para atrás. La sostengo antes de que se caiga. 
Le pregunté si estaba bien, pero por a forma en que su piel perdió un poco su color me hizo sospechar que no, aunque ella dijera lo contrario. Hasta que dijo esa oración que me dejó estático. 
—No, sólo me maree un poco—me explicó mientras se recuperaba—. Tenía mucho que no me pasaba. 
En mi cabeza se crearon miles de razones del porqué esas cosas le pasaban. Hasta que ella me lo explicó: 
—Antes me pasaba cuando estaba con mi ex, después lo evitaba por qué no me gustaba verlo. 
Siempre que escucho que ella habla de aquel idiota, siento unas ganas tremendas de golpearlo en la cara por la forma en la que trató a mi mejor amiga. 
Y esa será una cosa de la que me arrepentiré. 
No haber aparecido aún en su vida para evitarle ese dolor. 
Mérida 
Vinimos a la plaza comercial pero yo estaba muy inquieta desde que me maree, no se por qué me vuelve a pasar eso. Además, hace rato que llegué sentía que alguien me observaba trataba de voltear disimuladamente pero no veía a nadie conocido y eso hacia que me pusiera más nerviosa. 
—Oye—me llama César—. Te noto algo rara. ¿Te sientes bien?¿Te hice algo? 
Sonrío un poco ante sus palabras. 
—No, no, es que estoy muy inquieta desde que me maree, y ahora siento que alguien me observa pero por más que volteo no veo a nadie. 
—Tranquila. 
—Es que de verdad—insisto—, hasta mi corazón late muy fuerte. 
—Si quieres nos vamos—propone—. No quiero que te sientas más mal. 
—Gracias —digo sinceramente. 
Íbamos caminando y trataba de disimular pero cada segundo que pasaba sentía como mi corazón se aceleraba y mi miedo se hacía presente. Es como si tuviera un ataque, no entiendo que me pasa pero tengo mucho miedo. 
Tomamos un taxi para que me sintiera más tranquila, pero resultó ser todo lo contrario. 
—Señor nos puede dejar en el parque?—le dije al taxista. Necesitaba aire. 
—Con gusto señorita. 
Nos bajamos del taxi y le invito a César un helado, quiero distraerme un poco. 
—Explícame por qué nos bajamos aquí—inquirió curioso. 
—Tengo miedo, no quiero arriesgarme a qué nos siga y se meta a la casa y nos haga daño—. Okey creo que estoy delirando. 
—Hey, hey, tranquila, nadie te va a hacer daño—su voz es como el analgésico que necesitaba para tranquilizarme—. Mira si quieres nos separamos y puedo ver quién te sigue. 
Asiento a su propuesta. 
—No te alejes mucho—le pido antes de que se vaya. 
De verdad no saben el miedo que tengo, lágrimas se aproximan a salir de mis ojos. César me ve, y antes de irse me abraza fuerte mientras besa mi cabello. 
—Tranquila , no voy a dejar que te pase nada—me promete y le creo. 
—Cualquier sospecha me mandas mensaje a mi celular lo voy a tener en la mano. 
—Bien pequeña, pero tranquila—me recuerda. 
Camino y sentía como mi corazón se me quería salir del pecho. Escuchaba pasos detrás de mí y al saber que no era César me asusté mucho más. No quería ni voltear, así que seguí caminando como si nada. 
Hasta que escuché esa voz... 
—Mérida... 
No sé ni como le mandaré a César el mensaje pues temblaba de terror. 
La voz que destruyó todo de mi .. 
Perdón amor…. Prometo no volver a pegarte. 
Ya me cansé de esperar. 
Eres una inútil. 
Hay mejores chicas que tú. 
Todo haces mal. 
Te voy a tratar así hasta que de verdad me demuestres que me quieres. 
Te trato así por qué te lo mereces . 
Ya me cansé de esperarte. 
Escúchame bien, tú nunca te vas a ir de mi lado. 
Algún día vas a caer. 
Soy el único al que necesitas, Mérida. 
Sin mí no eres nada 
Tú sabes lo que te conviene, así que tú sabes si hablas. 
Todo lo que pasó y que pensé superar se encuentra parado atrás de mí.  Cada golpe que me dio, lo que pasé pensando que me amaba. Cada insulto que poco a poco fue acabando conmigo. 
Tengo miedo por qué no quiero volver a eso, quiero ser feliz. No quiero que él esté en mi vida, él siempre a querido una cosa y me da mucho miedo que pueda hacer una locura, por qué si acabo conmigo y no le importo que le puede importar lo que me haga. 
Mis lágrimas salen y de verdad quiero hacerme la fuerte y hacer como que ya no me afecta pero es imposible. 
—Mérida—vuelve a repetirme. 
Mi miedo se hizo presente y no sé siquiera como le hago, pero le mando un mensaje a César. 
—Amor tanto tiempo sin verte. 
Volteo 
—Q-que haces—tartamudeo al verlo frente a mi con los brazos extendidos. 
—¿No me vas a abrazar?—pregunta como si no entendiera el porqué me quedó parada lo más lejos de él. 
—¿Por qué tendría que hacerlo?—escupo haciendome la fuerte. 
<<Mérida, respira, respira. César ya viene>> pienso para evitar entrar en pánico. 
—Porque he venido a verte—dice como si nada—. Mira que encontrarte no fue fácil. No has cambiado nada, estás más madura y eso te hace ver más hermosa mi amor. Ya espere mucho, creo que ya estás lista. 
Tengo miedo. No quiero que me haga algo, que me haga daño... 
Mis lágrimas salen y el deseo de irme a mi casa a llorar crece conforme pasan los segundos. 
Como si de alguna forma estuviéramos conectados, volteo y él me ve llorando, su cara enojada me confirma que ya sabe quién es él chico frente a mí. Me tranquilizo porque él está aquí pero aún así sigo teniendo miedo. 
—Estas muy equivocado—dice César tranquilamente—. Ella no necesita de ti para pasar una buena noche, y como ya sabrás no fue contigo—se para frente y me mira—. ¿Mi amor por qué lloras?— me da un beso en la frente al abrazarme y me susurra—Todo está bien pequeña. 
—No lloro por nada …Te estaba esperando amor—respondí con la voz ahogada. 
—¿Quién eres tú?—pregunta mi ex enojado. 
—Soy su novio—responde César indiferente—. ¿Y tú eres...? 
—Soy Erick, su ex, ella todavía me quiere. 
—Se puede saber quién te pregunto—dice César. 
—Oye maldito... 
—Basta Erick—interrumpo harta de su presencia—. Mejor vete. 
—Mira Erick, ella ya no te quiere. Y si no quieres tener problemas es mejor que te vallas—amenaza César. 
—No me iré, y todo lo que ella te dijo es mentira, solo está contigo para darme celos. 
—Mira amor ya no lo escuches y mejor vámonos—le digo a César tomandolo del brazo. 
Mi corazón late de alegría al poder decirle amor. Pero igual sigo teniendo miedo por qué César si está enojado de verdad, lo sé por qué está apretando su mano. 
—Tú no te vas—intenta acercarse—. Tú eres mía. 
—No—lo detiene mi mejor amigo—, fue tuya pero la dejaste ir, cuando la insultabas y la ofendías diciéndole que otra mujeres eran mejores que ella cuando no es verdad, ella es mejor que todas las mujeres juntas, por que nunca te va a dar la espalda y siempre va a estar contigo, aunque estés en la peor situación. Dices amarla pero si la amarás no la hubieras tratado así. 
¿Él de verdad piensa eso de mi? Si es así pues hay otra razón por la cual estar enamorada de él… 
Mis lágrimas salen por qué sus palabras llegan a mi corazón. 
—Se que te hice daño—dice Erick viéndome a los ojos—, pero yo te amo y estoy aquí por qué estoy arrepentido. Te quiero de vuelta conmigo. 
En otros tiempos, su semblante de cachorro herido me fuera conmovido y lo perdonaría al instante. 
Pero ahora, soy una Mérida mejorada, que ya no se dejaría engañar por labia mala. Es algo que tanto me costó aprender, pero que se siente tan bien saber. 
—Eso ya no se va a poder, por qué el único amor que yo sentía por ti lo mataste cuando me insultaste, cuando me pegaste, y según estabas arrepentido, y cuando me mataste el autoestima—digo viéndolo fríamente. 
—Perdóname—vuelve a repetir. 
—Mira—empieza a decir César—, soy el novio, pero no sabes el daño que le hiciste, ella de verdad te quería, pero tu mataste el  amor que te tenía poco a poco. Sinceramente, no mereces siquiera su perdón. 
—Sé que te hice daño y te pido perdón. Pero dame una oportunidad. 
—Es que te di muchas y nunca cambias solo son cosas que dices—reclamé sintiendo el pecho cada más... ligero. Habían tantas cosas que me había guardado que ni siquiera yo misma sabía. 
—Déjala, la lastimaste y eso no cambia nada—finaliza César con la paciencia en el suelo—. Si la quieres déjala ir, y que haga su vida y creo que tú también tienes que hacer la tuya. 
Nos quedamos todos en silencio por las palabras de César. Algo en la mirada de Erick cambia, porque cuando vuelve a hablar, lo hace de forma diferente. 
—Mérida creo que ya entendí y como dice él, espero que seas feliz y yo también buscare mi felicidad—acepta—. Pero a pesar de todo, igual me gustaría que me perdones. 
—Yo ya te perdone. 
No tiene caso seguir así. Necesito perdonar para poder viví en paz. 
—Si es así, solo te digo que seas feliz. Y tú—dice volteando a ver a César—, nunca la dejes y no cometas el mismo error que yo de lastimarla. Aunque no creo que la lastimes por qué los veo hasta casados. 
¿Otro más a la lista? Al parecer sí. 
—Nunca la voy a lastimar. 
Y verlo irse me quitó un peso de encima tan grande. Lágrimas invadieron mi cara y abrazo a César. 
—Pequeña ya pasó todo. Ya no tienes por qué tener miedo. 
Y verlo irse me quitó un peso de encima tan grande. Lágrimas invadieron mi cara y abrazo a César. 
—Gracias por acompañarme y por aparecer—digo—. No sabes el miedo que sentí, aún siento miedo, pero ya no tanto. Aún sigo sin creerme que reaccionara así. 
—Yo tampoco por qué oí todo lo que te dijo y quería golpearlo. Pero así no se arreglan las cosas, no sabes cómo me dolió verte llorar. 
—Cuando me habló, todo lo que había superado se me vino encima, me sentí vacía y no quería volver a vivir así. 
Nos quedamos en silencio así abrazados, cada uno en sus pensamientos viendo el lugar por donde Erick se había ido. 
—Eres una guerrera yo no voy a dejar que caigas—habló César—. Cuando dije que tú eres la mejor mujer eso fue verdad, eres la persona más valiente que conozco y eso te convierte en la mejor. 
—Gracias—digo sinceramente—. Yo sé que la vida de todos no es fácil, y no sé por qué hay hombres así. 
Empezamos a caminar viendo el parque y hablando de cualquier otra cosa. Distraerme me hizó muy bien, incluso pensamos en ir por el helado que le debo a César. 
Luego de pedir nuestros helados nos sentamos en una banca a comerlos, y me acordé de algo que dijo Erick. 
—Oye, escuchaste lo que dijo antes de irse—dije. 
—Si, creo que actuamos bien. Se agregó otro a la lista. 
—¿Porqué pensarán eso?—pregunté confundida. 
—No sé, es raro, tal vez por que somos mejores amigos piensan eso—respondió. 
—¿Y si se pusieron de acuerdo—dijo de repente. 
Lo pensé bien, demasiado bien. Pero había algo que no me cuadraba. 
—No creo, mi mamá sabe lo que me hizo y nunca le diría—. Entonces recordé que tenía que llamarla—. Hay que ir a la casa y decirle, aunque no quiero preocuparla. 
De camino a casa seguía sin poder creer lo que pasó. 
Pero algo dentro de mí decía que él no se iría tan fácil. 
Al llegar a casa César fue al baño cuando llamé a mi mamá 
—Hola mamá, como estuvo tu día?—saludé cuando contestó. 
—Bien hija y el tuyo—respondió al otro lado. 
—Se eso mismo te quería hablarte. 
—Pues cuéntame que pasó. 
Tarde un momento en encontrar las palabras para decirle lo que me pasó. 
—Vi a Erick—solté antes de arrepentirme. 
—¿Qué?—jadeo de estupefacción—. ¿Te hizo algo? Voy para allá en este instante. 
—Mamá no hace falta. No me hizo nada y ya le deje en claro que no lo quiero. 
—Enserio, ¿y así tan fácil entendió? Eso se me hace raro hija—dijo sospechando al igual que yo. 
—Si mamá, César formó un plan y no va a volver a buscarme. Incluso me pidió perdón. 
—¿Qué hizo César?—preguntó con curiosidad. 
Le conté todo a mi mamá, parte por parte sin omitir ningún detalle. 
—¿César hizo todo eso por ti?—inquirió sorprendida. 
—Si mamá. 
—¿Y te besó? 
Pfff, ojalá. 
¡Silencio conciencia! 
—Mamá no te hagas ilusiones, te dije que me besó en la frente. 
—Debió besarte en la boca para qué Erick se la creyera más—bromeó... eso creo. 
Sentí que mi cara completa se volvió roja de la vergüenza. 
—Ja, ja, ja, que graciosa—hice una pausa—. ¿Mamá? 
—Dime. 
—Es que... Erick nos dijo que nos veía casados. 
—Ajá y...—respondió dudosa. 
—Pues se me hace súper raro todo esto. 
—Es qué se les nota en la mirada, Mérida. 
—Hay mamá no entiendo, ¿qué se nos nota? 
—Mira hija, sé qué te gusta César y no te preocupes, la apuesta es hasta cuando César y tu sean novios. 
—Sé lo de la apuesta y no te preocupes, nada de lo que piensas es verdad—mentí por que no lo puede saber nadie. 
—Bueno hija te dejo—dice—. Tengo trabajo, como quiera ten cuidado ese Erick, no me da buena espina. 
—Si mamá adiós—me despedí y corté. 
Me quedé en silencio analizando la conversación con mamá. Tengo que estar muy pendiente de cualquier cosa, Erick es ese tipo de persona que no se cansa hasta obtener lo que quiere. 
—Mérida pedí una pizza—. La voz de César me saca de mis pensamientos. 
—Bueno, voy a preparar una sopa si quieres descansa—le digo sonriendo a medias. 
—Vale. 
César 
Mientras Mérida hablaba con su mamá yo pedí una pizza y pensaba en lo que dije. 
Al principio hasta yo me sorprendí de lo que dije, pero después supe que era verdad. Mérida a pasado por mucho, me siento orgulloso de conocer a alguien así. Es difícil tener la valentía de poder decir basta y más cuando ya te destruyeron, sé que tal vez se dio cuenta un poco tarde, pero me alegra que lo hiciera. 
No saben lo lindo que sentí decirle amor, recibir la misma respuesta de su parte hizo que mi corazón latiera muy rápido. Hubo un momento en el que me sentí muy enojado porque ella no se merece que nadie la trate así. Nadie merece que alguien lo trate así. 
Salgo de mis pensamientos y Mérida está terminando la llamada. 
—Mérida pedí una pizza—le aviso. 
—Bueno, voy a preparar una sopa, si quieres descansa—me dice sonriendo un poco. 
—Vale. 
Me siento en el sillón y cierro los ojos. Mis párpados se hacen pesados con el pasar de los segundos, estoy seguro de que me quedaré dormido pronto. 
No sé cuanto tiempo pasó, pero de repente escucho a Mérida: 
—Nunca me dejes a pesar de lo que pase. O lo que te diga—susurra. 
¿Por qué me dice eso? No pude abrir los ojos y me quedé dormido. 


 




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