Capítulo: "Encuentro en la Atardecida"
Ha transcurrido una semana desde que arribé a este paraíso, un tiempo que se desvaneció como el susurro de las olas en la playa, gracias a los esfuerzos incansables de la doctora por asegurarse de que cada momento fuera significativo. Lo que más atesoro fue aquel instante en el que sentí que todo estaba en armonía.
Paseaba por la orilla del mar, maravillándome con el espectáculo del atardecer. Solo se escuchaba el suave murmullo del océano y mi respiración acompasada. Al cerrar los ojos, una sensación de paz embargó mi ser. No entiendo la razón, pero sé que todo estará bien. Aunque al regresar a casa siento nervios, comprendo que estas vivencias son las que forjan la madurez. Además, ver la felicidad en César, aunque sea con alguien más, me llena de alegría.
Lo que me intriga es la posibilidad de que Devany haya puesto a César en la encrucijada de una elección difícil. A pesar de que nos conocimos hace poco, estoy decidida a confesar lo que siento.
El viaje de regreso es acompañado por pensamientos de gratitud y felicidad. Hasta que el cansancio me vence.
Horas después...
Una voz distante me llama, y al abrir los ojos, me doy cuenta de que hemos llegado.
- Hemos llegado - anuncia la doctora.
- El viaje se pasó volando.
- Así es, para mí también fue muy agradable.
- Gracias nuevamente, doctora. Su ayuda con mi salud ha sido invaluable.
- ¿Te sientes más tranquila?
- Sí, mucho más tranquila - respondo con una sonrisa.
La doctora me asegura que tomaré las decisiones correctas y me despido agradeciéndole. Bajo del auto para entrar a casa.
La residencia luce igual que cuando me fui. Por un momento, esperaba encontrar a mi madre, pero noto que aún no ha regresado del trabajo.
Decido llamarla.
*Llamada...*
- Mérida.
- Estoy bien, mamá.
- ¿Quieres hablar?
Es el momento.
- Sí, la razón por la que me fui...
- ¿César?
- Sí, por él. Es una historia extensa que prefiero contarte en persona. Me enamoré de César y duele, especialmente porque no parece corresponder esos sentimientos.
- No puedes afirmar que no te corresponde si no le has dicho nada. Sé que César te aprecia; solo necesita tiempo. No te precipites; apenas se están conociendo, y esto es nuevo para ambos.
- César está con alguien más.
- ¿Te lo dijo?
Mi madre demuestra su sagacidad.
- No, pero lo siento. Aunque no me lo ha confirmado, percibo que algo ha cambiado.
Después de eso, le relato todo sobre Devany y por qué creo que él está con ella.
- Entonces, ¿te fuiste así sin más?
- Estaba mal, mamá.
- Sí, hija, lo sé. Ve a buscarlo o llámalo. Necesita una explicación.
- Gracias, mamá.
Fin de la llamada...
Intento llamar a César, pero suena ocupado. Mil pensamientos invaden mi mente, pero debo mantener la calma. Decido preparar una sopa, la misma que le encanta a César, con la esperanza de invitarlo a cenar.
Al terminar la cena, vuelvo a intentar llamarlo, pero el teléfono va directo al buzón. ¿Qué debo hacer? ¿Ir a su casa? ¿Quéeee?
De repente, recuerdo que tengo el número de su casa registrado en mi celular y decido marcar.
*Llamada...*
- Hola.
Es una mujer. ¿Será Devany?
Una extraña tristeza me invade.
- Hola - respondo nerviosa.
- ¿Quién habla?
- Mérida.
- Mérida, qué alegría escuchar tu voz. Soy la mamá de César.
La mamá de César. ¡Oh, no!
- Hola, señora, ¿cómo está?
- Muy preocupada. Me alegra que hayas llamado.
- ¿Pasa algo?
- Sí, estoy inquieta porque César no ha salido de su habitación en una semana.
Me siento horrible.
- ¿No has intentado hablar con él? Una semana es mucho tiempo.
- He intentado, pero es muy terco. No quiere hablar con nadie, y he estado tratando de encontrar tu número desde hace una semana.
- ¿Podría hablar con él?
Me siento nerviosa. ¿Y si él no quiere verme? ¿Y si ya no quiere ser mi amigo?
Escucho que la mamá de César intenta decirle que estoy al teléfono, pero él no la deja hablar.
- No quiero ver a nadie, mamá.
- Pero no me has dejado decirte quién es.
- No importa quién sea, no quiero ver a nadie.
- Hija, no me ha dejado hablar.
- Lo he escuchado todo.
- ¿Podrías venir a buscarlo? Tal vez si te ve, te permita hablar.
- No creo que sea una buena idea, señora.
- Por favor, es mi hijo y estoy preocupada.
Es mi culpa. Tengo que hacerlo.
- Señora, he preparado una pasta para César.
- Le vendría muy bien. Eres muy amable, hija.
- Pediré una pizza para acompañar. Tengo un presentimiento de que todo estará bien.
- Nos vemos en un rato, gracias.
Fin de la llamada.
Me siento tan culpable. Me fui, y él se encerró una semana, sin comer, sin dormir. Seguro la está pasando mal, pero tengo que hacer algo.
Me preparo rápidamente y me dirijo a la casa de César.
Al llegar, no dudo en tocar la puerta. Unos minutos después, su madre me recibe.
- Eres mucho más hermosa de lo que me dijo.
No puedo evitar sonrojarme. ¿Acaso será mi suegra en secreto?
- Muchas gracias, señora.
- Llámame Alma.
- Está bien, Alma.
Paso a su casa, y mis nervios aumentan.
- Traje esta sopa - le digo entregándole la comida.
- Justo acaba de llegar la pizza cuando llegaste. Serviré esto, anda, ve con mi
hijo.
- Vale, gracias.
- Su habitación es la del fondo, y aquí tienes una llave por si no abre.
Caminando hacia su habitación, suspiro antes de tocar.
*Toc, toc.*
- Mamá, quiero estar solo.
No me rindo y toco una vez más.
- No quiero ver a nadie - suena alterado.
Tomando la llave, abro lentamente la puerta. Su cuarto se ve oscuro.
- Ni conmigo. - murmuro con un hilo de voz.
Editado: 31.08.2024