Lizzie
—¿En qué piensas cuando piensas en mí, Lizzie?—me preguntó, sentados en el campus de la universidad. Sus ojos brillaban bajo la luna.
El lugar estaba vacío, a esa hora una de las fraternidades daba una fiesta de toboganes y parecía ser un éxito. Bueno, eso parecía, yo estaba con James recostada en el campus, viendo las estrellas. No me gustaban las fiestas que organizaban las fraternidades. A mí parecer, no tenía sentido; lo único que se hacía ahí era beber o bailar—incluso ambas—, y ninguna de las dos me llamaba la atención.
Nunca planeé estar con él de este modo, solo me había sentado a leer para la materia de Indumentaria. James iba de camino a la fiesta con Raven, pero me vió sola y decidió quedarse.
—En que te quiero—le confesé—. Eres mi mejor amigo.
Alzó una de sus cejas negras.
—¿Ah, sí?—volvió a interrogar y un rayo de tristeza centelló su rostro.
Asentí frenéticamente.
—También eres mi mejor amiga—dijo y se recostó sobre la fina capa de cesped—. Bueno, en realidad, lo eres todo.
Mi boca permaneció entreabierta, dudosa de qué decir.
—¿Vas a estar conmigo pase lo que pase?—dijo.
—¿Qué podría pasar?
Entornó los ojos.
—Mmmh, la vida cambia abruptamente—confesó, depositando los brazos detrás de la nuca.
—¿Qué estás pensando hacer?—mordí mi labio inferior.
—Nada, Liz—le dí una mirada escéptica—. De verdad.
—Bueno, lo que sea que hagas, estaría contigo hasta el final—le prometí.
—¿Hasta el final?
Asentí.
—Bien, así me gusta—determinó, con el tono de voz serio.
Debí saberlo. Algo tramaba. Lo noté en sus ojos. Ahora, cuando observo las estrellas desde el balcón, solo pienso en esa noche. Y lo equivocada que estaba.
Pronto, siento unas manos sobre mis hombros. Luego, una desaparece y la otra se aloja en mi espalda.
—Hola mamá—la saludo.
Aplasta los labios y se forma unas pequeñas arrugas alrededor de sus ojos. Me concentro en los detalles de su rostro porque, siendo sincera, temo perderla algún día.
Antes no era consciente de la mortalidad de
los demás. Sabía de la mía, y mucho no me importaba. Pero nunca pensé que algún día tendría que seguir viviendo sin mi familia. Eso me aterraba de muchas formas, no quería perder a las únicas personas que me entendían.
—Liz, no quiero inmiscuir en tu vida...—comienza y sé lo que se aproxima—. Pero, ¿Qué sucede entre James y tú? Parecen más cercanos de lo normal.
¿Cómo explicarle a mamá todo lo que acontenció? Tenía demasiada confianza con ella pero no la suficiente para hablarle de mis problemas amorosos. Además, la situación es un entramado de engaños y venganza mutua del que no quiero hablar, simplemente porque me avergüenza lo que pueda pensar de mí.
—Ah, eso—suelto un suspiro—. Nada.
Es la verdad. No es «Nada», lo que vió no fue lo que llamaría un beso furioso. Y nada más que eso, pues James sigue enojado conmigo.
Entorna los ojos con cierto recelo.
—De verdad, ma—digo con pena.
—Ouh, que lástima, Lizzie—se lamenta—. Sé lo mucho que te gusta.
Frunzo el ceño, corroída.
—¿Lo s-sabes?—pregunto.
—Claro que sí, de hecho, nosotros siempre lo supimos...¡No, no! ¡Quiero decir, no siempre!—trata de corregirse al ver mi cara de consternación—. Bueno, puede ser que lo presentíamos.
Escondo la cara entre mis manos, avergonzada.
—Pensé que era discreta—me quejo.
—Ah sí, lo ocultaste bastante bien...—trata de complacerme.
Meneo la cabeza.
—Está bien, no tienes que mentir—suelto un suspiro.
El hecho de que lo sepa hace tiempo me tiene avergonzada. Pensaba que era un secreto que tenía guardado bajo llave pero al parecer, no es así.
—Debes pensar que soy una idiota por ilusionarme con él—alzo la vista hacia ella—. Un empresario millonario que aparece en portadas de revistas y yo...
—No termines esa frase, Lizzie—advierte—. Espero que no pienses así de ti misma, y dudo que James piense así de ti.
¿Qué importaba aquello? Había un desnivel notorio entre ambos. Nunca me había parado a pensarlo con detenimiento, pero era más que obvio. Quizás lo nuestro estaba predeterminado a morir en algún momento. Ahora o después, seria lo mismo.
Abro la boca, pero me veo interrumpida por la presencia de papá.
—Ya, hay que bajar—ordena—. Tengo hambre y no hemos comido desde hace mucho tiempo.
—Eso no es cierto, comimos en el almuerzo—refuta ella.
Así como entra, se va y nosotras lo seguimos por todo el pasillo hacia el elevador. Me recuesto en la pared sin muchas ganas de ver la cara de alguno de los Foster.
—Tu padre discutió en el avión con un hombre—Comenta mamá, mirándome de reojo.
—No peleé con un hombre, él peleó conmigo—aclara sobre su hombro.
Sonrío pero cuando las puertas vuelven a abrirse, contengo mi gracia. Comenzamos a caminar por el pasillo hasta el restaurante elegante, dónde vimos a Jake darle un collar con otro nombre a Celina, la misma noche en la que Rav me alentó a sincerarme con James. También es el restaurante con el que nos besamos. Quién sabe lo que nos depare esta cena, aquí de lo único que hay certeza es que va a doler.
—¡Llegaron familia!—exclama Rav, sentado en la mesa, con los brazos al aire.
La mayoría ya está lista para comer, lo cual habla de nuestro retraso. Parece que mi conversación con mamá duró más de lo debido.
Damos un saludo rápido a todos y para mi —no grata— sorpresa, los asientos vacíos que quedan son los que están junto a los Foster. Hay uno a la derecha de Mandy, otro junto a Russell y uno al lado de este, que está frente al innombrable. Entonces, mamá se sienta al lado de Mandy y papá junto a Russell, que está en la cabecera de la mesa, por lo que a mí toca frente a James.