Enamorado de una rara

CAPÍTULO 3: AYUDADAS.

La rabia inunda mí cuerpo, no soporta las personas arrogantes y maleducada como el chico del supermercado. Mientras yo estoy parada junto a mí madre en frente del lugar donde hicimos nuestras compras (y lamentablemente nos encontramos con este chico) el auto está parado y accidentado a setecientos metros de nosotras. Después de todo no es mucho para recorrerlos caminando, de hecho no son nada, pero me molesta la actitud de "malhumorado", que es como le llamaré desde ahora.

Nos encaminamos al auto y al llegar a él, vimos un cuatriciclo parado al lado de nuestro vehículo. Enseguida vemos a un dulce chico mirando el auto con preocupación. Al vernos, se nota que siente un alivio debido a su expresión.

Enseguida nos saluda. Luego me mira con determinación y puedo notar que un leve calor se presenta en mi cuerpo. 

-Hola- dice mirándome con una extensa sonrisa.

-Hola- respondemos mí madre y yo al unísono.

-Pasaba por aquí y me encontré con este auto dañado. Pensé que tal vez alguien estaría lastimado y necesitaba ayuda así que me revisaba que no hubiera nadie dentro para asegurarme de que todo esté bien.- hace una pausa. -¿Es de ustedes el auto?- pregunta.

-Si, es nuestro- interviene mamá. 

-Está bien, ¿quieren que las ayude? Con el cuarto no puedo llevar el auto a arreglar, pero puedo llamar a la grúa. Luego las llevaré a su casa, si me lo permiten.- este chico sin dudas es todo lo contrario de malhumorado.

-Claro, muchas gracias- respondo alegremente.

El perrito que nos habíamos encontrado sigue con nosotras. El chico amable se percata de su presencia y le sonríe dulcemente.

-Hola chiquito- le dice agachándose hacia el para acariciarlo.

En un instante nota las heridas.

-¿Es suyo?- pregunta.

-La verdad es que no, lo encontramos estando aquí hace como unas dos horas. Nos encargamos mucho.- digo mirandolo a los ojos.

-¿Se lo quedaran?- en ese momento mira a mí madre esperando una respuesta de ella.

-No lo se, creo que si- dice mirándome.

No puedo evitar sentir una emoción enorme. Las arañas siempre fueron mis favoritas pero este perrito es un amor. 

-Gracias- le digo a mamá.

El chico, memoria y recordando no haberse presentado se acerca más a nosotras.

-Disculpe, soy un descuidado, me llamo Michael French. Tengo dieciocho años. Vivo a quinientos metros de aquí.- acerca su mano a la mía para estrecharla y yo hago lo mismo luego lo repite con mamá.

-También les aviso que llevaremos al cachorro a la veterinaria, pobrecito es un amor.- dice Michael.

La verdad es que este tal Michael, es un encanto, es alto, guapo, su cabello es castaño claro y sus ojos son marrones. Es musculoso ya que su remera de mangas cortas deja ver sus definidos brazos. Es tan bueno, creo que es el chico más único del universo. Ya me estoy pareciendo a Annabell. 

Las dos le sonreímos por lo que ha dicho del perro y le agradecemos. 

Llama a la grúa y el servicio no contesta. Decide volver a llamar en unos quince minutos porque cree que seguramente estén ocupados. O simplemente esperará su llamado.

Michael mira a mí madre.

-Señora, ¿puedo ir andar una vuelta con su hija? Solo dime lo permite.

Me quedo aturdida por un momento, pero en unos segundos vuelvo a la realidad y le sonrió, luego miró a mí madre con mirada de cachorrito sin que el chico se de cuenta (por suerte).

Mí madre asiente.

-Claro, como no, no se alejen demasiado y estén atentos por si vuelven a llamar. Si no le hacen háganlo ustedes y luego vuelen. ¿Entendido?- Ésto último lo dice mirándome a mí.

Asentimos y nos alejamos del lugar.

Luego de caminar unos diez metros Michael comienza una conversación.

-Y dime, ¿Que es lo que te gusta?-

No sabía si responder o no esa pregunta porque por un instante pensé que se alejaría de mí al igual que los demás en el instituto. Pero no me importó, Michael me parece un chico demasiado buenos como para burlarse de alguien.

-Me gusta el rock, las arañas, las iguanas, los cocodrilos y el helado de pistacho y el de menta.-

-A mí me gusta mucho el rock. Tal vez un día podamos ir los dos a algún concierto que te guste.-

Sonrío.

-Claro. Estaría bueno.-

-Está bien, entonces te doy mí número.- Ésto último hace que sienta un escalofrío yicho calor, tanto que mis manos comenzaron a transpirar.

-Okey, dime, lo agendo ahora. El chico me sonríe y me dicta un número de teléfono el cual es suyo.

También yo le di mí número y prometió llamarme.

En este momento estoy sintiendo una felicidad absoluta que no se ni con que palabras explicarla. Nunca nadie me dio su número y menos un chico. Muchas veces cuando salgo a dar vueltas con mis auriculares puestos escuchando rock, hago amigos nuevos pero jamás me dan su número, simplemente hablamos un rato y nos despedimos hasta la próxima, pero ahora un chico realmente guapo me invitó a un concierto de rock y me dio su número. No me lo puedo creer.

En un instante Michael me toma por la mano y seguimos caminando hasta que el ruidoso estrombo que hace el celular de Michael, nos hace entender que lo están llamando. Nos soltamos de las manos y él atiende el llamado.

Por lo que escuché entendí que era el servicio de la grúa auxiliar. Volvimos al lugar donde estaban el auto, mí madre y el adorable cachorro que de hecho será mío.

Al llegar, encontramos a mamá durmiendo dentro del auto de lo más cómoda y el cachorro en uno de los asientos traseros del vehículo haciendo lo mismo que ella. Golpeó levemente el vidrio del auto para que mí madre se despierte sin sobresaltar. 

Se levanta y acomoda su cabello y su vestimenta. Toma al cachorro entre sus brazos y lo baja cuidadosamente al suelo exterior. El perrito le agradece con unos dulces besitos en su mano.

Le avisamos que pronto llegaría la grúa y se alegró mucho, menos mal que es de domingo y por suerte no la llamaron para ir a defender, ni declarar, ni testimoniar sobre algún caso.




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