—Mercy, por favor lleva esto a Jonás, dile que es urgente que lo revise, y si puedes me lo traes nuevamente y necesito que estos documentos los revises y hagas llegar a los departamentos que correspondan, ya están firmados, luego te necesito aquí para que me leas los demás informes semanales. — mientras el señor García me hablaba solo me apilaba un montón de folder sobre el brazo, para colmo tengo los pies hinchados. Mi día a día no es como ustedes piensan, que vivo sentada detrás de un escritorio mientras me limo las uñas, esperando a que mi jefe me llame. No, para nada, esa no es la realidad, la realidad es esta.
¿Les cuento cómo comenzó todo?
Bueno, un día mientras cenábamos con mi madre y hermano, ella nos dio la mala noticia que había sido despedida de su trabajo. Ella comenzó a llorar ya que sin aviso y sin compasión solo le dieron su liquidación. ¿Qué se puede hacer en ese caso cuando eres realmente pobre? Nada. Continuemos…
Mi hermano Mateo le dijo que no se preocupara por el dinero que nada de eso importa, pero la verdad es otra, aún trabajando los tres no nos alcanzaba, ya que lo poco que yo ganaba de cajera en el supermercado lo gastaba en mi estudio terciario de secretariado.
Entonces solo quedaba mi hermano, quien trabajaba de seguridad en un edificio. Entonces decidida a todo y diciendo basta, porque mi madre no se merecía esto, al día siguiente fui a uno de esos lugares donde puedes preparar tus propio currículum vitae y ahí comenzó todo.
Exagerando un poco acerca de mis cualidades, ya que si uno no arriesga no gana, envié a varias empresas donde solicitaban secretaria.
Los días pasaron y yo ya perdía las esperanzas de conseguir algo decente, al parecer mis inventos no sirvieron de nada.
Hasta que un día, sentada en las afueras del supermercado me encontraba comiendo unos deliciosos tacos, porque eso no podía faltar en mi menú del día, acompañado de un refresco me encontraba pensando en todo y en nada, y mi celular comenzó a sonar.
Ladeé mi rostro hacia un lado mirando lo poco que se veía de la pantalla rota de mi teléfono. No me daba el dinero para comprarme otro.
Solo sé que por el sonido que hacía era una llamada.
Chupe el dedo gordo de mi dedo limpiando restos de comida y cogí mi teléfono con rapidez llevándolo a mi oído.
—Diga.— contesté.
Y una voz glamorosa al otro lado me dio la mejor noticia de mi vida, sí de mi vida por siempre.
Me estaban llamando de Global group, una de las empresas más grandes de México para decirme que me querían para una entrevista.
No podía creer, mis pequeñas mentiras habían dado frutos, luego de colgar la llamada comencé a saltar como loca agradeciendo a todos los ángeles del cielo. No es que sea muy religiosa tampoco.
Aunque nada estaba dicho aún, porque una entrevista no asegura un empleo, ya había un 20% de esperanza. Y como dice mi madrecita la esperanza es lo último que se pierde.
Y así fue, y aquí estoy siendo la secretaria del señor Enrique García, dueño de Global group, una compañía dedicada a la fabricación de maquinarias pesadas para muchos rubros, especializándose en el sector rural.
—Sí, yo se lo llevo. — contesté caminando con los folios en mis manos saliendo de la oficina.
Llegué hasta mi escritorio, bajé las carpetas y me recosté un momento, observé mis piecitos hinchados e hice una mueca con mis labios.
Hoy más que nunca estuve sin parar, el señor García anda últimamente muy ansioso, desconozco el motivo, solo sé que…. Virgen del cielo, mis piernas comenzaron a temblar cuando Patricio el casi hijo del señor García caminaba hacia mi dirección.
Es un hombre tan apuesto y caballeroso, con esos mechones casi rubios que hace que una pierda la noción del tiempo y quiera explorar terrenos inexplorados. —Gordita deja de mirarme así.— dijo llegando junto a mí, mientras mi nariz se deleitaba de su fragancia, me pinchó la mejilla y fue entonces que reaccioné.
—Hola Patricio, no sé de qué hablas.— dije y él sonrió de lado, iluminando mi día con su sonrisa, esos dientes que parecen comercial de pasta dental y su costoso traje sin ninguna pelusa.
—¿Nunca me llamaras Patrick no?
Bufé. —Tu nombre es Patricio, acostúmbrate.
—Eres la única que me llama así, maldigo el día en que te dije mi verdadero nombre.— sonreí apretando mis labios.
—Algún día Mercy, algún día descubriré algún secreto tuyo y te molestaré con eso.
Moví mis cejas repetidas veces. —Ahora solo me conformaré con preguntarte, ¿Qué se siente estar tan cerca de las hormigas, Piedad?
Rodé mis ojos cuando él sonrió divertido burlándose nuevamente de mi estatura.
—Sabes qué, déjame trabajar porque yo sí trabajo.— dije. Tomando el folder en mi mano y caminar molesta hacia el ascensor escuchando una ronca carcajada detrás.
Me enfurecí aún más resonando mis pequeños tacones en el fino y lujoso mármol.
—Oye Mercy.— detuve mi andar y tuve que voltear nuevamente hacia él.
—¿Qué?
Sonrió de lado. Debería ser delito que sonriera así, debería estar tras las rejas por alterar la paz moral de las mujeres castas, puras y vírgenes como yo.
—¿Se encuentra mi tío?— asentí abriendo la boca. De nuevo soltó una sonora carcajada volteando y yo rodé los ojos por caer nuevamente en su jueguito.
Bajé hasta finanzas para llevar el documento que me solicitó el señor Ganada que se lo trajera a Jonás Tompson, su gerente financiero.
—Buenos días señor, esto le envía el señor García.
Exhaló todo el aire que tenía retenido y se pasó la mano por el pelo. Enarqué una ceja, no entendía el mal humor de todo el mundo.
—¿Puedo preguntar qué sucede, señor?
Levantó la vista de los papeles que acabo de entregarle. —¿No lo sabes?
Negué moviendo la cabeza parpadeando sin comprender.
—Te lo diré Mercy, porque sé que García te aprecia mucho, y si no te lo dijo fue para no hacerte sentir mal, pero…
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Editado: 17.05.2022