Epílogo
Gerald
La veo desaparecer junto a sus dos hermanos.
El bosque que hace unos segundos estaba reflejado ha desaparecido para mostrar el reflejo de mi madre y el mío. Acaba de irse y ya comienzo a extrañarla, Mafer es muy diferente a las demás chicas que he conocido.
—¡Al fin se han ido! —expresa mi madre.
Sus últimas palabras para Mafer fueron puro teatro, realmente espera que nunca vuelva a pisar Encantus. Eh allí la razón real por la cual fueron levantadas las defensas, esa es una manera extrema de expulsar a las hadas, hay muchas formas, pero esa mantiene fuera a las hadas ya renegadas, manteniendo las puertas cerradas. Solo fue una manera de asegurarse de que Mafer y su familia nunca vuelvan.
—Ahora estás feliz, ¿no? —digo cruzado de brazos.
—Ya hemos hablado respecto a esa chica, no es buena para ti —dice—. Ella vive en un mundo y tú en otro, es una relación que va directo al fracaso.
—Mejor di que no te atreves a enfrentar a la señora Raquel —expreso con disgusto.
—No es eso, estas comprometido con Romina —. Dice con calma—, ¿qué quieres, que les diga que has desecho tu compromiso por una renegada?
—Exactamente eso era lo que esperaba —respondo con sonoro sarcasmo.
Nada más de pensar que tendré que compartir toda mi vida con la insoportable de Romina me dan ganas de lanzarme por el acantilado y acabar de una vez con mis desgracias. Y lo hubiera hecho, si no hubiera conocido a Mafer, ahora las cosas han cambiado.
Mi madre no dará su brazo a torcer en cuanto al compromiso, pero eso no quiere decir que yo tenga pensado cumplirlo. Susej puede reinar, así que puedo negarme a subir al trono de mi madre y hacer con mi vida lo que se me antoje. Al final no puede obligarme a ocupar su lugar.
—Contigo nunca se puede hablar, ya he tomado una decisión Gerald, y no pienso cambiar de opinión —pasa delante de mí, y sale de la habitación.
No recuerdo mucho de mi padre estaba muy pequeño cuando el murió, y mi madre siempre ha sido así, fría, distante, pensando y decidiendo por sus hijos. Algunos de los que la conocieron cuando mi padre aún vivía, afirman que no conocen a la mujer que ahora tienen en el trono. Pero es algo que no puedo constatar.
La abuela esta devuelta, de ella mis recuerdos también son vagos, pero si vi sus retratos. Y ahora está viva, y es la líder de la hermandad. Desde que volvimos de la corte de invierno, no he hablado con mi madre sobre eso. Sé que Susej ya la ha puesto al tanto de lo ocurrido, mas mi madre no le dio ninguna explicación. El pasado comienza a pisarnos los talones, y mi madre parece intentar correr antes de que la alcance, algo oculta. Me gustaría no saber, más de lo que sabía, mi padre y abuela muertos, una hermandad que fue destruida, un pasado lleno de secretos que hubiera preferido no descubrir. Pero ya es tarde, los secretos comienzan a revelarse, y mi madre tendrá que enfrentar lo que sea que la perturbe.
Salgo de la habitación, mi madre ya se ha ido. Seguramente se encuentre en su habitación, últimamente es allí donde pasa la mayor parte de su tiempo.
***
Mi hermana cierra la puerta de la habitación de mi madre, sus ojos gris plata me miran ceñudos. Su vestido negro se ajusta a cada curva de su cuerpo, su cabello negro recogido en una cola de caballo. Enmarcando mucho más las facciones de su rostro, como si fuera una mujer dura, golpeada por la vida. Mi hermana a veces, parece todo menos la joven que es, la falta de mi padre y la dureza de mi madre la han convertido en una chica bastante amargada. A ella tampoco le gusto Mafer, aun cuando gracias a ella, ambos seguimos con vida.
—¿Podrías dejar de darle preocupaciones a nuestra madre? —dice disgustada.
Susej a veces parece no tener sentimientos, verla a ella es como ver a mi madre y aparte se comporta como ella.
—Es fácil decirlo cuando no eres tú la que se va a casar con Romina —expreso con desdén.
Pensar en mi obligado compromiso, me hace hervir la sangre.
—Eres el príncipe, ser rey requiere sacrificios —dice con los brazos cruzados sobre su pecho.
Cada vez que mi madre ha dicho eso la he odiado, crecer bajo un refrán que te condena, no es algo envidiable, mas siempre hay alguien que anhela ser rey, si supieran todo lo que tienen que perder para serlo, no lo desearan tanto. Ser rey significa olvidar que tienes una vida propia, solo vives para el reino y haces todo lo que para los demás es mejor para ti.
—Tú podrías reinar en mi lugar —respondo—. Es más, tú deberías ser la reina. Eres la primogénita, el trono es tuyo de nacimiento.
Sus facciones cambian en tiempo récord, si no la conociera tan bien ni cuenta me hubiera dado de la incomodidad que siente. Realmente el trono es de ella, pero como mi padre no está y a mi madre se le ha hecho muy difícil mantener el reino, cree que porque soy hombre las cosas van a mejorar en el momento en que tome las riendas de la corte.
Espera que sea como mi padre, y que todos me sigan por ser su hijo. Pero el tiempo ha pasado, y la magia ha corrompido a las hadas oscuras, a los elfos… Que yo sea rey no cambiara las cosas, ni las mejorara.
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Editado: 19.05.2022