Encuentros cruzados ©

1.

SILDERANE

 

Yo siempre quise tener una vida de ataque. Que cada día fuera una aventura mejor que la anterior, digna de ser recordada y contada a mis hijos. Yo siempre fui muy soñadora. Yo siempre fui una entusiasta. Yo siempre fui una optimista. Pero como no, la vida siempre nos regala bofetadas en toda nuestra carota para que dejemos los sueños ridículos. Pero a pesar de todas las bofetadas que yo he recibido a lo largo de mi vida, yo sigo soñando despierta.

Una de mis costumbres mañaneras más extrañas es abrir los ojos y ponerme a pensar idioteces y así perder minutos cruciales de mi tiempo que podría utilizar para retocarme más el cabello o pensar con más claridad cómo combinar mi ropa. Pero es algo que me caracteriza y de lo cual nunca he podido desprenderme.

Impulsándome con mis débiles brazos me puse de pie saliendo de mi dulce cama. Era un horrible lunes y el reloj marcaba las seis de la mañana. Y pensé que debería ir a bañarme antes de perderme de nuevo en el agujero negro de mi cabeza y darme cuenta que ya he perdido otra hora de mi vida.

Caminé por el cuarto arrastrando mis pies hasta que llegué a la puerta del baño, la abrí pero al hacerlo me arrepientí de inmediato. Alex estaba dándome su maravillosa espalda mientras se secaba el corto cabello con una toalla. Me quedé mirando sus músculos y, como siempre me pasaba, me sentí responder a él. No podía evitarlo, era demasiado guapo.

—¿Al fin te has decidido?—me preguntó con un tono sospechoso y sonreí, con ganas de responderle que sí.

Gracias a Dios aún estaba dándome la espalda cuando se amarró una toalla en la cadera, entonces me volteó a mirar y yo casi, casi doy mi brazo a torcer. Lo único que me detuvo fue pensar en todas las enfermedades venéreas que ha de haberse contagiado durante el fin de semana.

—Deberías avisarme cuando llegas Alex, pensé que seguía sola y que tú seguías prostituyéndote.—le dije y él sonrió coqueto.

—¿Celosa?

—¿De ti? ¡Por favor!—dije con burla y su sonrisa se hizo más ancha—. ¿Debería estar celosa de todas las mujeres que has contagiado durante estos dos días?

Él seguía sonriendo cuando se acercó a mí y me abrazó con fuerza suficiente como para romperme las costillas

—También te extrañé.—dijo soltándome para darme de nuevo la espalda y meterse en la habitación.

Sonreí al verlo salir y me metí a bañar en la tibia ducha anteriormente usada y me derretí con el agua caliente que me acariciaba la piel.

Cómo me gustaba mucho perder el tiempo, mientras el agua me caía en la cara, recordé que había conocido a Alexander hace más o menos 2 años, en una cafetería, un fatídico día que a veces quisiera nunca hubiera existido.

La historia era muy graciosa. Brando Evans, el hermano de Alex, y mi mejor amiga Lauren Conelly se habían conocido por Internet un hermoso día y entonces habían quedado flechados. Después de un año de videollamadas largas, aburridas e incómodas, de cartas y regalos, ellos habían pactado que se iban a ver, Brandon venía a NY pero no le avisó qué día vendría, usando a su hermano que estaba instalado en la ciudad para que le ayudara.

Lo recordaba muy bien, Lauren me dijo que él le había preguntado dónde estaba por WhatsApp y ella le había dado nombre y dirección de la cafetería, cosa que me extrañó pero que no le tomé mucha importancia. 30 minutos después apareció un muchacho pelinegro con un gran ramo de rosas y una sonrisa que me causó repélus para abalanzarse sobre mi amiga, y entonces supe que era Brandon. El hombre que venía con él me había llamado la atención. Era rubio, alto, guapo y bien vestido. No podía arrancar mis ojos de él, me causaba algo extraño más allá de la atracción. 

Después lo descubrí. Él también me causaba un repélus pero era distinto, tenía un aura que lo rodeaba demasiado sucia. Era un playboy.

Una semana después de aquel día ella me obligó a ir a Canadá con todos para conocer a la madre de Brandon, yo lo había hecho con incomodidad, debido a que su hermano nos iba a acompañar y yo lo odiaba a él porque me gustaba un poco y yo no podía evitarlo, y eso era lo que más me enervaba.

Cuando llegamos me topé con una señora en su lecho de muerte, rodeada de seda, almohadas de plumas y fajos y más fajos de dinero. Cuando Brandon le habló de Lauren sus ojos casi muertos se encendieron como luces de tránsito, y yo me conmoví, pero lo hermoso no duró. Ella pensó que, veníamos en plan "cuarteto". Parejitas por aquí parejitas por allá y felicitó a su hijo Alexander por haber sentado cabeza después de tantos años. Alex y yo nos miramos dispuestos a sacar a la anciana de su error pero su hermano Brandon intervino, dándole la razón.

Alex y yo entramos en un estado de nervios después de aquello, debido a que ambos nos odiábamos un poco, pero Brandon nos había dicho "¿quieres ver a mi madre morir?" yo no había entendido esa frase pero Alex por lo visto sí, porque ese mismo día me llevó a una playa y me suplicó de rodillas que me casara con él, por su madre y por otras cosas que no me importaban. Yo le propuse que hiciéramos una ceremonia falsa pero él se negó, diciendo que no sería capaz de engañar a su madre moribunda en su último deseo.

Entonces yo acepté, porque sus ojos estaban brillando con lágrimas sin derramar y eso me conmovió, en ese momento vi lo mucho que podía un hombre esconder debajo de una repugnante personalidad. Y vi también lo mucho que en realidad significaba Alex.

Así que fuimos a visitar a su madre, y, Alex, dándole un beso en la frente, le dijo que esperaba verla en la boda.

El día que nos íbamos a casar, yo iba por las calles de la Quinta Avenida de Nueva York, despreocupada y tranquila, hasta que la cosa más hermosa que vi, y veré se me cruzó en el camino. Al pelirrojo. Cuando lo perdí de viste lo seguí pero no fui capaz de alcanzarlo.



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En el texto hay: traicion, amor, comedia humor

Editado: 20.12.2020

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