Enmunds

9. Travesía II

Una ola de calor inundó los cuerpos de los jóvenes. Estaban allí listos y por su propia voluntad, desde pequeños prepararlos para este momento lo había sido todo, tanto que sentirían una gran deshonra si no lograban pasar esta prueba, así que estaban dispuesto a dar todo de sí.

—Las reglas no han cambiado desde la creación del clan. Cuentan con doce horas para llegar a la Punta Cumbre y el que logre entrar en ella hasta que el tiempo haya culminado, bienvenido sea a nuestras filas guerreras… Solo una cosa más, queridos jóvenes, si no pueden con estos espíritus habitantes de la montaña, no podrán ni siquiera exorcizar a los de nivel arrullador. Sin más preámbulos, ¡esto inicia ahora!

El sacerdote (1) hizo resonar su lanza de metal sobre el tabladillo, el sonido del tambor coincidió con ese golpe y el resultado fue estruendoso. No había muchas palabras que compartir, todos sabían de que el objeto del proceso de iniciación era entrar en la Punta Cumbre, y para conseguirlo solo se necesitaba mantener incólume el corazón. Los demonios del bosque eran demonios de humo (2), los más débiles de la pirámide (3), con un simple movimiento de manos estos podían ser ahuyentados o purificados; sin embargo, una vez que estos se mezclaban entre los seres humanos y detectaban a los débiles de corazón, podían poseerlos con gran facilidad. La lógica de la iniciación no era buscar al más fuerte, sino a los pacíficos de corazón, pues solo ellos podrían tener el temple de enfrentarse a criaturas todavía más espeluznantes.

Uno a uno los adolescentes subían las gradas de madera y caminaban hacia el centro del escenario. Allí el querube (4) les entregaba un arco de limpio hierro purificado y luego dibujaba con tinta blanca unas líneas verticales en el centro de los ojos extendiéndolo hasta el final de cada mejilla. Una vez terminado la pintura de los lienzos, los tambores volvieron a vibrar y el sacerdote comenzó a dar golpes en el suelo con su pesada lanza. Encabezando la fila guio a los participantes hacia la entrada del bosque; allí se apartó a un lado para que los jóvenes siguieran avanzando hasta que se iban perdiendo entre la espesa niebla.

La tensión paralizante se sintió a los segundos de introducirse en el bosque, el miasma era agobiante y el aire, difícil de respirar, los muchachos sentían que un fluido negro se introducía lentamente por sus fosas nasales. En realidad, ese casi invisible fluido negro que parecían pequeños cirros eran demonios de humo.

Pronto el numeroso grupo se iba fragmentando de acuerdo a su afinidad. Los más fornidos muchachos eran quienes asumían la guía y movilizaban a sus seguidores. Otros, tenían en mente recorrer la montaña en solitario, estaban seguros de sí mismos y de su potencial por lo que no temían encontrarse con cosas desagradables y de hacerlo debían vencerlas, sino no tendrían el derecho de llamarse enmund, no había porqué apresurarse, pensaban si en total tenían doce horas.

Visto de ese modo, la iniciación no resultaba tener puntos interesantes para los jóvenes aventureros, puesto que debían aguardar doce horas, purificar cuanto demonio encontraran y no debían dejarse poseer por ninguno de ellos hasta llegar a la Punta Cumbre, pero si llegaban antes del tiempo, ¿en dónde estaría lo desafiante? Sin embargo, ¿por qué si era tan simple había cada vez menos elegidos y los participantes terminaban escupiendo espuma por la boca hasta ser purificados por el sacerdote?

Saccani, adversa a las grandes multitudes, no deseaba seguir el camino de Kimleigh, entonces le dijo a Quimper:

—Si quieres ir con ellos, adelante.

Kimleigh era el más fuerte de su generación y la mayoría de sus compañeros comenzaron a seguirle otorgándole tácitamente el liderazgo del grupo, así, cuando Saccani comenzó ralentizar su paso, Quimper se sobresaltó al ver que tenía intenciones de alejarse y tomar otro camino.

—¡Co-como crees que dejaría a mi hermanita! —Resopló indignado— ¿A dónde vamos a ir? Oí que Kimleigh iba a ir directamente hacia el Punto Cumbre ¿No crees que también deberíamos… ir?

Saccani lo observó— Estoy segura de que Kimleigh irá allá a dejar a todos los que lo siguen y luego irá a inspeccionar la montaña, ya que si fallamos esta será la última vez que pisemos este bosque sagrado.

—Claro, yo también pensé eso…Vámonos mejor por nuestro lado a cazar y luego antes de dos horas del término subamos a la cumbre.

Quimper miró a Saccani de soslayo, pensando en que estaban a punto de ignorar uno de los consejos que Álbor les había dicho: primero, vayan directo a la Punta Cumbre; segundo, no detengan jamás su paso y tercero, utilicen toda la energía espiritual que puedan.

Saccani siguió caminando sin rumbo fijo, no había mucho que admirar en el primer kilómetro de bosque, la niebla aún estaba muy densa y poco a poco ya no se oían murmullos de sus compañeros, sino de animales salvajes y voces susurrantes. Quimper ya se estaba acostumbrando al ambiente y puso interés en detectar el origen de las voces para ir a cazarlas. Hasta ahora ninguno de ellos había realizado una purificación, ni siquiera habían estado frente a un daemon, solo tenían en mente conocimiento teórico en puridad.

Las voces susurrantes solo se hacían audibles a quienes ellas querían que las oyeran. Los demonios de humo eran irritantes y sumamente escurridizos, por ser lo más débiles a lo único que podían aspirar es poseer un cuerpo débil de corazón y cometer atrocidades para al final acabar con la vida de su huésped.



#17663 en Fantasía
#24296 en Otros
#3223 en Aventura

En el texto hay: demons, humanos super dotados, purificadores

Editado: 03.04.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.