*Maya*
En el silencio del camino, venia muchas ideas en mente, pero mala hallaba no traer zapatos deportivos, ya me dolía los pies, lo único bueno que solo llevaba mi maleta y mi mochila.
Me había cansado de esperar un aventón hacia el pueblo, ya había pasado más de media hora, tenia hambre y sed, además me preocupa esas nubes grises que se están formando, al parecer lloverá muy pronto…a caminar…pero no pensé que la distancia fuer mucha…mire el reloj de pulso que llevaba… ¡santo cielos!, casi las seis, si no pasa nadie pronto tendré que buscar refugio…
*Diego*
─ Patrón, patrón…espere…─ la voz del caporal hizo detener mi camino…
─¡Que pasa, Jesús!
─ patrón, va usted al pueblo…
─ sí, porque…
─ patroncito…es que mi mujer ya entro en labor de parto, y dice doña remedio que necesita un doctor, y pues me acorde que usted es doctor…
─ Por Dios Jesús, soy veterinario, no médico de personas…
─ Patrón usted sabe que no tenemos médicos en el pueblo…y usted sabe estos menesteres…por favor…por su mamacita… ¡ayúdenos!
─ vamos pues…que Dios nos agarre confesados.
Los gritos de la pobre mujer parturienta se escuchan como grandes lamentaciones, dignas de comparar con las leyendas e historias de la comunidad que los abuelos contaban alrededor de las fogatas.
─ ¿Cómo esta, mi vieja?, doña remedio…
─ ay, chuy, se me hace que te quedarás viudo y sin hijo, si la criatura no logra dar la vuelta…─ la cara de preocupación de la señora partera entrada en años, decía que era un caso difícil.
─ En que puedo ayudar señora─ dije tratando de controlar al pobre Jesús.
─ ¡Ay mi niño! ─ se lamento ─ solo unas manos de santo podrán ayudar a esta pobre mujer, la criatura viene atravesada, ya intente girarla, pero al parecer el cordón umbilical están enredado en la criatura, solo un milagro podría salvarlo al niño y a la madre, por que sino nace pronto, puede estar muerto ya en el vientre de la madre.
En ese momento otro grito desgarrador de la pobre mujer, se escucho más fuerte y se desmayó por el dolor.
Y con ese ultimo grito de a mujer de Jesús, el cielo se destapó, me acerque a la pobre mientras la partera trata de reavivarla, pero estaba totalmente desmayada.
─Patroncito, por favor…no deje que mi mujer y mi hijo muera ─ era la súplica del joven caporal.
─ Esta bien Jesús, vamos a ponernos en las manos de Dios ─ dije remangándome la camisa, y lavándome las manos…─ me puede usted ayudar ─ le dije a la partera que de inmediato se acercó a mí.
─ Dígame, niño que hago…─ y entre los dos nos encomendamos a Dios para ayudar a la pobre mujer.
Después de minutos de lucha logre acomodar a la criatura para que naciera de forma Natural.
─ ¡Creo, que ya esta en la posición correcta! ─ exclamé, cuando sentí que el bebé empujaba para tratar de salir, la partera se asomó.
─ si, ya está coronado…Chuy necesito que tu mujer despierte para que puje…
─ ¿Qué hago?
─ No sé, dale oler algo…
─ ¡Ay! ─ en ese momento la mujer despertó…
─ Margarita, necesito que pujes, ya tu hijo quiere nacer…uno…dos…tres… ¡puja ya!
Entre los grandes esfuerzos de la joven madre, cuando sentía desfallecer…se escucho el llanto del bebé.
─ ¡Una niña…tienen una niña!… ─ exclamo con alegría la partera, los ojos llorosos de Jesús y Margarita, lo había logrado.
Ya mi presencia sobraba y ya era tarde, la lluvia había cesado quedando solo llovizna leve, pero tenía la confianza que el profesor no llegaría hoy, pero de todos modos tenía que cumplir mi palabra e ir hasta el cruce a buscar al profesor, tarde y con la lluvia que acaba de pasar los senderos se convierte en trampas de fango, así que tenía que evitar cualquier charco, porque son muy engañosos.
De la nada un transeúnte, de donde Salió, ¡oh un charco!, que hago ni modo evite el charco, pero entonces ─ ¡Que idiota! ─ escuche, alguien me ha insultado, estacione y baje.
─ ¡Perdone!, no era mi intención ─ al levantar su rostro pero que chica, a pesar estar bajo el barro, se notaba que es muy bonita.
Regrese a mi camioneta por una botella de agua y toallas de papel, algo tenía que hacer.
─ ¡Mire!, ¿cómo me dejó? ─ se quejó la joven que trata de limpiar el barro que tenía en sus ropas, y parte de la cara.
─ Perdóname, es que también usted…se le ocurre andar por estos lares…─tomo la botella de agua que le ofrecí y se lavó la cara.
─ Bueno, no toda la culpa es de usted, también la naturaleza hizo lo suyo…
─ Si, es verdad ─ y no pude evitar sonreírme a verla así llena de fango.
─ Gracias ─ ya cuando su rostro está limpio, devolviéndome la botella de agua.