23 de Noviembre, 2016:
Supongo que hay veces en las que las personas aprenden de la peor manera a valorar cada momento, cada gesto, cada palabra y llevarlos consigo siempre. Eso, sin embargo, es algo que deberíamos saber desde que damos nuestros primeros pasos, pero en la vida real, las cosas no son así. Nunca se está preparado para la muerte, aunque, creo que aún si nos entrenaran para aceptarla, nos negaríamos rotundamente ante tal posibilidad. Es cosa de la naturaleza humana.
Probablemente hoy, alrededor de todo el mundo, hay alguien llorando en su habitación, en un hospital, en una iglesia, carretera, escuela, o, básicamente en cualquier lugar que te puedas imaginar por motivos distintos que van desde lo más absurdo hasta lo increíble. No obstante, nadie lo sabe además de quien —o quienes— lo sufre. Ahora, en esta ciudad, y específicamente justo ahora, esas personas somos mamá y yo.
Papá se fue.
Sucedió de madrugada. Ayer simplemente... veíamos una película en el sofá de la casa, comiendo de las galletas con chispas de chocolate que hornea mamá y cuando íbamos a dormir, lo escuché decir que le dolía un poco el pecho. Había estado algo fatigado durante la última semana, pero mamá y yo imaginamos que necesitaba descansar. Eso también dijo él. Tal vez en el fondo sabía que lo que estaba sintiendo iba más allá del cansancio, pero no nos quiso preocupar. Debo admitir que percibo un sabor muy agrio en mi boca cada vez que pienso en ello. Me siento enojado conmigo mismo, porque parece que todas esas clases de salud en la escuela me entraron por un oído, salieron por el otro y mi cerebro decidió que era una genial idea mandar a la basura la frase: “Nunca infravalorar un dolor o algún cambio en el organismo por minúsculo que sea, pues podría ser grave y es mejor conversarlo con un médico”. «A fin de cuentas, Kaden Chase es el hombre más trabajador que alguna vez hemos conocido y hace de su trabajo un pasatiempo porque es algo que ama» es lo que todos decíamos. Que idiotas. Jamás creímos que esto pasaría, pero pasó. Un infarto fulminante.
Un infarto ha conseguido destruir mi familia y romper en pedazos cada uno de mis sueños, porque todo lo que quería lograr ya no tiene sentido para mí si papá no está a mi lado. Ni siquiera me importa esa estúpida universidad para la que él estaba ahorrando tanto y yo pudiera lograr, y cito sus palabras: “ser todo lo que él quiso ser y no fue”. ¿Saben lo que más me duele? Que nunca le dije lo absolutamente equivocado que estaba. Nunca le dije que en ninguna dimensión alterna él sería alguien mejor de lo que ya era, porque las mejores personas de toda la existencia no nacen dos veces; él era una de ellas y ya se encontraba con nosotros, haciéndonos felices. O, al menos, lo estuvo hasta hoy.
Ojalá tuviera un dólar por todas las veces que he escuchado un “los hombres no lloran”. Han sido tantas, que con todo ese dinero pagaría por regresar las horas y así abrazarlo con más fuerza de la que usé anoche al despedirnos, contando con que hoy sería otro rutinario día. También dormiría junto a él y mamá como cuando tenía seis años y le tenía miedo a la oscuridad, sin importar que me saliera con el clásico ya estás grande. Qué gran error cometemos todos, aferrándonos a una eternidad terrenal verosímil a nuestros ojos, pero que se vuelve inverosímil cuando la vida nos golpea de esta manera. Cuando el doctor dijo que desgraciadamente ya no había nada más que hacer por papá, creí que estaba alucinando. Mierda, creí que él estaba alucinando. Quería que así fuera.
Pero las cosas no siempre son lo que uno quiere.
Así que aquí estoy, afuera de la funeraria, dentro de la cual hay un montón de personas dando el pésame a mi madre, que está devastada. Debería estar con ella, por cortesía recibiendo los abrazos y falsos halagos que gente que jamás tuvo la fortuna de conocer realmente a Kaden Chase están soltando para quedar bien ante la sociedad. Es irónico como en un segundo nadie te recuerda, nadie te menciona y a veces hasta sólo te sacan en cara tus errores, pero cuando te ausentas para siempre hablan de todo lo bueno que nunca se permitieron decirte y que pudo evitar, o ayudar en tanto. Más específicamente, uno que otro de sus compañeros de trabajo y padres estirados de quienes estudian conmigo, que ponían siempre en tela de juicio su labor como padre. Hipócritas.
No puedo ni quiero lidiar con las personas, sólo quiero un minuto más con él. El dolor que siento es tan fuerte que siento que me está comiendo desde adentro. Me está succionando como un agujero negro. Aquí, junto a un árbol del jardín trasero de la funeraria, puedo escapar de todo y de todos. Las lágrimas salen una tras otra sin que pueda evitarlo y quiero gritar con todas mis fuerzas, pero no lo haré. Tampoco me apetece que me vean así. Mucho menos mamá. Necesito ser fuerte por ella, porque de ahora en adelante, seremos nosotros dos contra el mundo.
No he parado de llorar. De hecho, posiblemente me ahogue en mi propio llanto. Lo que me reconforta es que aquí, en mi soledad, puedo sollozar como Dios manda. Hace mucho rato que no puedo pensar con claridad y tampoco hablar. El clima se las ingenió para seguirle la corriente a las circunstancias y a los hechos del día, porque puedo notar la resplandeciente luz de los relámpagos en el cielo tan gris como mi alma en este momento y escucho el incesante sonido de los truenos. Solamente falta que caigan gotas de agua. Quiero que llueva. Necesito que llueva.
Con un rápido movimiento, me quito mi ridícula corbata. ¿Por qué debo usar un estúpido traje para uno de los peores días de mi vida? No tengo absolutamente nada que celebrar, como para andar bien vestido, sonriendo flojamente y agradeciendo no sé exactamente qué, si lo que en verdad quiero es llorar junto a su cuerpo sin vida, pero ni siquiera tengo el valor de verlo así.
Escucho unos pasos cada vez más fuertes y claros, que me indican que alguien se está acercando. Diablos, no. Deslizo el dorso de mi mano sobre mis ojos para intentar despejar el rastro de mi llanto, obviamente fallando en el intento. Cuando la persona llega a mi lado, levanto mis ojos para saber de quién se trata. Es Kate.