A veces la vida te pone en el lugar donde menos esperabas encontrarte. Si corres con suerte de que ese lugar sea bueno y no eres un idiota como yo, lo aprovechas. Lo aprovechas todo, disfrutas del entorno, de las personas o incluso el trayecto que pasaste para llegar hasta ahí. Yo en cambio, me limito a preguntarme qué hago aquí. Aún no le veo sentido al que de entre todas las personas de todos los estados, quizá con más talento que yo o con más características que los hagan merecedores de mi puesto, sea yo quien hoy está aquí. Siento que estoy en un sueño del cual no puedo despertar y cuando lo haga, la decepción arrasará con mi alma; o si no, me transporté sin saberlo a una realidad alterna que me muestra una perspectiva de la vida que siempre he querido tener para distraerme de mi objetivo real: estar condenado a pisar tierra, en una tienda de discos, en mi pequeña ciudad, sin gasolina para nada.
Lo irónico es que me había prometido no cuestionarme el por qué, dar el cien por ciento de mí para todo y jugármela. Pero resulta que no es tan fácil, porque la incertidumbre y las inseguridades existen. Son como un agujero negro que te absorben hasta que ya no quedan más que migajas de todos los sueños que tienes. La mente a veces es tu propia carcelera.
Entre los acontecimientos más recientes, además que toda la semana nos han puesto a practicar pasos de baile con un coreógrafo profesional: pasé la etapa de baile. ¿Cómo? Eso es algo que también me cuestiono y he ahí mi duda existencial sobre si estoy soñando despierto o no. La verdad es que no lo hice tan mal, pero sé que no lo hago al nivel que se requiere.
En el último ensayo, sin querer le he dado un puñetazo a Zack en el pómulo y tuvieron que llevarlo a la enfermería porque de la nada su nariz también comenzó a sangrar. Soy un desastre. De cualquier manera, gracias a no ser eliminado descubrí que me gusta la salsa.
Hoy es nuestro día libre, podemos salir de las instalaciones y hacer básicamente lo que queramos. La mayoría de los chicos ya se han ido, pero yo sigo echado en la cama viendo el techo, porque es la cosa más extraordinaria y digna de admirar en este momento, al menos ante mis ojos. Muevo mi cabeza hacia la mesa cuando mi teléfono suena. Lo más seguro es que sea un mensaje de Jake.
Cuando me estoy preparando psicológicamente para levantarme de la comodidad de la cama, suena mi teléfono nuevamente. Luego otra vez, y otra vez. Las alarmas dentro de mí se encienden.
Ha de ser urgente.
Una vez me encuentro de pie y me acerco a la mesa donde dejé mi celular, este vuelve a sonar. Así continúa los siguientes cinco segundos, en los que me quedo estático en mi lugar, asustado porque no ha parado de sonar. Sé que Jake puede escribir un poco rápido, pero este es un nivel aterrador de velocidad, en el que un sonido interrumpe al otro haciendo que en ninguna vez el ringtone termina su período.
Conclusión: mi teléfono está poseído.
¿Qué debo hacer? ¿Acercarme y tomarlo o estrellarlo fuertemente contra el piso para que al romperse salga de su interior el espíritu maligno?
Finalmente decido tomar el aparato y extiendo mi mano para tomarlo —mientras tiemblo y rezo un Ave María— cuando el sonido cesa y me planteo seriamente cambiar el ringtone a uno al que no le tenga pánico a partir de ahora. Al desbloquearlo, lo que me recibe no son mensajes de Jake, ni de Kate, ni de mamá, o de alguien conocido, sino notificaciones de seguimiento.
Para ser exactos, muchas... pero en verdad que muchas... y hablo en serio cuando digo muchas... notificaciones de seguimiento de todas mis redes sociales en conjunto.
Lo primero que hago al darme cuenta de esto es silenciar mi teléfono y enseguida vuelven a llegar más avisos. Correcto, veamos mi Twitter. Hace casi un mes que no lo reviso y si mal no recuerdo, tenía alrededor de sesenta seguidores, que aparentemente... han aumentado a dos mil ochocientos.
No, eso no puede ser. Actualizo la página. Ahora son tres mil.
Chillo. Digo, me asombro.
—¡¿Pero qué...?
—¡Infiernos! —interrumpe con un grito Zack, luciendo tan sorprendido como yo mientras entra a la habitación tras abrir la puerta con tanta fuerza que la hace golpear contra la pared— ¡Amigo, tu Instagram está que arde! —No puedo evitar notar que su pómulo aún está un poco morado.
—¿Mi Instagram? Pensé que hablabas de mi Twitter —digo entre balbuceos.
—Oh, Dios. ¿También Twitter? Mira ya tu Instagram, estás llegando a los diez mil seguidores, y vas en aumento.
—¡¿Qué?! —Cuando devuelvo la mirada a mi teléfono, ya he superado los seis mil en Twitter, cifra que también va en aumento. Entonces, entro a Instagram.
¿Quién había dicho algo de diez mil? ¡Ahora me siguen doce mil personas! Decir que estoy sorprendido sería una estupidez.
Estoy alucinando. Sí, eso es.
—Thiago, escucha esto —Zack se sienta en su cama y comienza a leer—. De @kasie_e: “Es tan tierno que provoca arrancarle sus mejillas”. @panditacruz dice: “Es malditamente perfecto, con razón Savanna tiene una relación con él”.
Gimo de sorpresa.
«No, no, no, no».
Bueno, ¡sí, sería genial!, pero... ¡no!
—¿Una relación? —inquiero.
Zack levanta un dedo y me lanza una mirada severa.
—No me interrumpas, Chase. Escucha, @saraxx dice: “Es mío, perras” y... oh, este es bueno, @yololou dice: “¡Oh por Dios! Su sonrisa hace que se caigan mis bragas” —Lo asesino con la mirada mientras libera una fuerte carcajada y se echa hacia atrás hasta que su cabeza se golpea contra la pared. Sonrío—. ¡Auch! —se queja antes de frotar la zona afectada.
—Entonces, eh... ¿Hay personas que creen que tengo una relación con Savanna?
—Corrección. Todos, y hágase énfasis en la palabra todos, creen que tienes una relación con Savanna Cristoph. Luego de que subieran ese video en YouTube...
¿Qué rayos…?
—Alto —interrumpo y lo observo con inquietud—. ¿Qué video en YouTube?