Para Valeria, la noche fue larga. Muchos pensamientos y muchas vueltas en la cama, hasta que logró conciliar el sueño. Fue muy poco lo que pudo dormir, pero aún así despertó temprano esa mañana. Apenas abrió los ojos, lo primero que hizo fue revisar el buzón de entrada en su móvil; ni siquiera un solo mensaje de Julián.
Ya habían pasado muchas horas sin saber de él; lo último fue el mensaje que recibió, cancelando el plan de verse juntos a cambio de ir a jugar al billar con sus compañeros. Esa situación lejos de parecer normal, era bastante inusual. Ante esa incertidumbre, inmediatamente le envió un texto con un “Buenos días”; esperaba una pronta respuesta. Sin embargo la aplicación solo confirmó la salida y no la recepción del mensaje. En vista de esto, le efectuó varias llamadas telefónicas; no logró comunicarse. El móvil de Julián no estaba recibiendo llamadas ni mensajes; las posibilidades eran: o estaba apagado, o solo se encontraba sin señal.
Todo esto la preocupó, pero aún así prefirió esperar un poco más hasta que él solo se comunicará. Mientras desayunaba pensó en que tal vez debería ir hasta su casa y comprobar si estaba allí. Esa mañana tampoco había visto ni hablado con Alexandra; ella solo seguía encerrada en su habitación sin levantarse de la cama. Se baño y, mientras se duchaba, sus pensamientos fueron más claros y objetivos. Decidió llamar a Roberto para preguntar; necesitaba saber de Julián. Nunca antes lo había llamado por ningún motivo; no tenía la confianza para hacerlo, ni tampoco había tenido la necesidad, pero ante el evidente estado de preocupación en el que ya se encontraba, optó por marcar su número.
—¿Si? ¡Buenos días! —contestó Roberto la llamada telefónica.
—¡Buenos días, Roberto! Soy Valeria, la novia de Julián. —dijo ella.
—¿Valeria? ¿En qué puedo ayudarte? —preguntó Roberto.
—Disculpa que te llamé, pero estoy un poco preocupada porque no sé nada de Julián. —dijo Valeria, con tono de preocupación.
—¿Julián? ¿Pero está bien? ¿Le pasó algo? —preguntó Roberto, sin entender bien el motivo de la llamada.
—Bueno, no sé… espero que no. Es que no logro comunicarme y me gustaría saber si, ¿sabes algo de él? —preguntó Valeria.
—¡No! No lo veo desde ayer, al salir del trabajó, y anoche estuve reunido con unos compañeros en el billar, pero él no estuvo allí con nosotros. —respondió Roberto.
Aquella respuesta fue sorpresiva; totalmente inesperada. Roberto no sabía nada de lo que había hecho Julián, y sin querer terminó exponiendo la mentira de su amigo. Valeria, tras oír aquello, sintió como la preocupación cambió de manera instantánea por una sensación de rabia y decepción. Lo único que había deseado con esa llamada telefónica, era saber algo sobre Julián, y en su lugar, solo consiguió alimentar sus sospechas y sus celos.
—¡Está bien! Gracias, Roberto, y disculpa la molestia. —agradeció Valeria.
—¡No te preocupes! Si llego a saber algo de él, le digo que se comunique contigo. —contestó Roberto, para luego despedirse y colgar la llamada.
Un fuerte dolor de cabeza la invadió. Tanto en tan poco tiempo; demasiadas conjeturas. Ver regresar a Alexandra en el taxi que volvió la noche anterior: el transporte de confianza que Julián siempre usaba; el mismo en el que ella tantas veces viajó con él. La actitud llena de mentiras que su amiga mostró en las cosas que dijo, y sobre todo en la forma en que las expresó justo antes de acostarse. Todo ello, sumado también a esa mentira que, sin querer, Roberto reveló en la llamada telefónica que acababa de colgar; esa misma que confirmó que, Julián nunca asistió al billar donde afirmó que estaría. Simplemente, fue demasiada información para que Valeria pudiera procesar.
Todo eso, luego de juntarlo, terminó colmandola de una rabia indescriptible. No podía creer las conclusiones a las que llegaba su mente: Julián y Alexandra juntos. Aunque sabía que esto solo era una hipótesis, la creía muy posible. No podía confirmarla, pero aún así sentía que sus sospechas eran muy reales, y sentirse traicionada por ambos era algo que no concebía a entender.
Valeria se vistió y salió furiosa a la casa de Julián. Esperaba encontrarlo allí, necesitaba escuchar qué tendría él para decir y explicar. Cuando llegó, tocó a la puerta; nadie respondió. Tomó la copia de la llave que llevaba en su bolso y abrió la puerta; entró a la casa y empezó a revisar. Al ingresar a su habitación, lo encontró dormido, con la ropa y los zapatos puestos. El ambiente apestaba a alcohol, y Julián, roncaba como un león. Al lado de la cama, sobre la mesa de noche, estaba una botella de licor a la mitad, junto a un vaso vacío.
Ahora entendía el porqué no respondía los mensajes y las llamadas, pero lo que no comprendía era porque lo había hecho. Necesita saber, un indicio, una pequeña pista que sirviera para aclarar sus dudas, y solo había una manera de averiguarlo. Buscó su móvil por todas partes; su intención era revisarlo, pero no lo consiguió, y se moría por hacerlo. Luego se percató de que estaba en su bolsillo; trató de girarlo para poder tomarlo, pero eso lo despertó.
—¿Valeria? —dijo Julián muy somnoliento, apenas abrió los ojos, para después cerrarlos otra vez.
—¡Despierta, Julián! Necesito hablar contigo. —dijo Valeria, muy molesta.
Julián volvió a abrir los ojos y emitió un quejido. La fuerte resaca, y las ganas de dormir le impedían mantenerse despierto y en sí. Cerró los ojos nuevamente.
Valeria hizo un segundo intento para sacar el móvil del pantalón de Julián, pero él volvió a despertarse.
—¿Valeria? ¿Qué pasa, mi amor? ¡Me duele mucho la cabeza! Acuéstate aquí conmigo. —dijo Julián.
—¡Hueles horrible, Julián! Levántate y báñate. ¡Necesito hablar contigo! —exclamó Valeria.
—¡Por favor, mi amor! No hables tan fuerte. —contestó Julián.
—¡Vale! ¡Levántate ahora mismo! Y haces el favor y ¡Te bañas! Voy a prepararte un poco de café, y cuando regrese quiero que ya hayas tomado una ducha. —dijo Valeria, alzando la voz para dar aquellas órdenes como si de un general se tratase.
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Editado: 10.05.2025