24 de febrero del 2017
Me paro del sillón dispuesta a abrir la puerta, no me dispongo a ver quién será por la ventanilla de la puerta debido a que he pedido una pizza grande solo para mí. Delicioso.
Tengo suficientes motivos para complacer mi estómago:
1. Hace tiempo que no como una y debo aprovechar que estoy sola.
2. Tengo que consumir un poco de grasas ya que para eso voy al gimnasio. ¡Hola comida!
3. La más importante: dispongo de dinero.
Me sorprendo al encontrar a Devent frente a mí, él está usando una camisa negra que se le ciñe muy bien al cuerpo y unos jeans. Cabe recalcar que este produce que su trasero se vea más voluptuoso de lo que ya es en sí.
Sonrío y abro la boca dispuesta a saludarlo y preguntar qué rayos hace a las nueve de la noche en mi departamento.
- Mi mayor miedo es quedarme solo. Odio la soledad, y tengo miedo de que en mi vida no llegue a tener una persona que siempre esté conmigo en las buenas y en las malas. – Se rasca la nuca nervioso y traga.- Es difícil enamorarse en este mundo, a muchas personas le importan quién eres y no por quién eres. No existe el amor aquí.
Lo miro anonado desde el umbral. ¿Qué palabras serían las idóneas para esta situación? ¿Qué diablos ahora digo? Suspiro profundo y trato de hacer lo mismo que Romain acaba de hacer: decir su mayor miedo.
- Mi mayor temor es no llegar a querer a una persona con tan intensidad, temo arruinarlo tomo porque quizás llegue a mi aburrirme de él. – Miro el fijo y prosigo.- No sé cuán absurdo suene esto, pero siempre ha sido mi temor y lo descubrí cuando llegué con mis anteriores novios a otra base.
- Sexo – dedujo
- Así es, en fin prosiguiendo con lo que estoy tratando de decir es que cuando estábamos en plena acción no sentí nada. Ni un puto orgasmo. Y sé que eso se debe sentir cuando tienes sexo ¿no? Leí diversos libros en donde habían esas situaciones y las sensaciones que tenían los personajes eran abrumadores y quizás... - tomo un respiro, nerviosa. Joder, esto es difícil de decir- yo pensé que sentiría lo mismo, sin embargo eso no sucedió. Y para mencionar mi máxima relación fue de cuatro meses – resoplo designada – soy un fracaso en el amor.
Devent me mira sin decir nada y se atreve a entrar. Lo sigo con la mirada y observo cómo abre la boca para decir algo.
- Hola – dice lentamente y yo respondo su saludo de la misma manera, con la misma palabra.
<< Quería comenzar esto de la manera más íntima, conociendo nuestros miedos. ¿Verdad que es una buena idea? – esboza una sonrisa socarrona.
Ruedo los ojos y río levemente.
- Es una gran idea.
- Ya sabía – me guiña el ojo y observa mi alrededor. - ¿Estabas sola?
- Así parece – me encojo de hombros restándole importancia. Ahora tengo compañía.
- ¿Y qué hacías con esa ropa? – me mira de arriba abajo sin disimulo lo que provoca que mis mejillas ardiesen. Mierda, me había olvidado que solo llevaba el camisón que usé la vez que me quedé a dormir en su departamento. - ¿Por qué llevas mi camisa? La estaba buscando hace días y no la encontraba. ¡Vaya dónde estaba!
- ¿No te acuerdas? – alcé la ceja fingiendo curiosidad. – Me la regalaste.
- Te la autoregalaste parece. No lo recuerdo. – Finge pensarlo y niega con su cabeza repetida veces.
- ¿Ups? – atino a decir.
- Solo permitiré que te la quedes porque te queda mejor que a mí. Maldición, te ves hermosa con tu cabello hecho un nudo.
- Yo soy hermosa – brindo una sonrisa y me acerco a él para luego palmear su torso una y otra vez.- Siempre me veré fantástica.
- Ni que lo digas – dice entre risas.
Sonrío ante su comentario y me dirijo al sillón, me siento y después de unos segundos siento un peso a mi costado. Estiro mis piernas y las acomodo en la vitrina de vidrio y Romain opta por echarse en el sillón y colocar su cabeza en mis muslos. Me tenso.
- Eh... - mascullo incómoda- Devent esto no es cómodo para mí.
- Para mí sí, ni modo. En esta vida no todos pueden salir beneficiados.
- ¿Puedes sentarte como una persona normal?
- No quiero, estoy augusto aquí.
- Suerte la tuya. – Ironizo y Romain bota una risa ronca y grave.
Empiezo a removerme indicando mi incomodidad. Tengo la esperanza que esta simple acción provoque lo que quiero: que él se aleje de mí. Pero mis logros no tienen éxito alguno cuando él me mira y con sus manos aprieta los costados de mis piernas.
Jadeo exasperada.
Hago un pequeño sonido con mi garganta y capto la atención de él, porque antes estaban en mis muslos que están más firmes que de costumbre. - ¿Qué películas quieres ver?
- ¿Me toca a mí elegir? – Asiento- genial, pero esta vez voy a ceder mi turno.
- ¿Por qué? – Me atrevo a preguntar.
- Porque no quiero estirar mi mano para agarrar el control, ya que eso provocaría que me moviera y me aleje.