Nunca te enamores.
Mi madre se enamoró una vez y aquí estoy yo.
Como si no hubiese aprendido la lección, mi madre se enamoró por segunda vez y… bueno, aquí sigo yo, porque ¿a dónde podría irme?
Sí, las bendiciones somos para toda la vida y no somos fáciles de ocultar.
Soy el negrito en el arroz —casi literalmente hablando—, y soy ese pequeño detalle que suele olvidarse mencionar en cualquier conversación.
¿Verdad, mami?
No te enamores, mucho menos si como mi mamá, todavía tienes a un Jason de tres años correteando por la casa, del cual nunca has hablado con nadie.
Sería un poco complicado para todos… ¿no crees?
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superacion personal, racismo y clasismo, amor sin condiciones
Editado: 02.10.2018