La noche no fue tan tranquila como Kim esperaba. Conducía por las estrechas calles de la región de Phoenix, camino a la comisaría. Tenía la esperanza de que algún colega pudiera rastrear el origen de los mensajes que acababa de recibir y ayudarla a lidiar con los pensamientos intrusivos que atormentaban su mente.
En realidad, los mensajes no la preocupaban. Conocía bien las estafas modernas y cómo algunas personas sin escrúpulos jugaban con temas delicados para presionar a sus víctimas. A pesar de ello, la complejidad de la situación la hacía sentir un escalofrío intenso que recorría su cuerpo con cada acelerón del motor.
Cuando llegó a la puerta de la comisaría, se encontró con Erick, su compañero delegado, en un inusual turno nocturno. Erick era un joven atractivo y enérgico, a menudo llenaba los casos de Kim con historias de fantasmas y extraños misterios que había visto en documentales de Netflix. La presencia de Erick a esas horas era extraña, y más aún que Kim hubiera vuelto a la comisaría después de terminar su turno con una sonrisa en el rostro.
En medio de la tensión, resultaba extraño que ambos tuvieran humor para hacer chistes. Kim debía lidiar con el supuesto secuestro o, aún peor, la profanación de las cenizas de su padre, mientras que Erick estaba ocupado con una información que había llegado a la oficina.
Años después de la desaparición de Joseph, la policía metropolitana de Medellín había encontrado el cuerpo desfigurado de un hombre kilómetros al sur del departamento. Todas las pistas apuntaban al secuestro o desaparición intencional del padre de Kim. Ella, en su deseo de estar cerca de su padre, había traído sus cenizas a Estados Unidos y las había colocado en un osario para poder visitarlo. Su madre no se opuso a esa decisión, sintiendo que debía darle a Kim esos últimos momentos con su padre, después de sentir que lo habían perdido todo.
Kim interrumpió los pensamientos de Erick, preocupada por su expresión apagada. - ¿Pasa algo? -.
Kim, impaciente por la explicación, preguntó: "¿Y?"
Cuando Kim abrió los ojos, estaba tendida en uno de los muebles de la comisaría. Lo primero que vio fue a Erick, sentado a su lado y concentrado en la pantalla de su teléfono. No tenía idea de cuánto tiempo había estado inconsciente ni si todavía estaba bajo los efectos del aturdimiento. Se levantó y solicitó a su compañero el documento y la fotografía.
La foto era un polaroid amarillento, tomada años atrás. En la imagen, se veía un camino de tierra y montañas al fondo. Había cuatro personas en la foto. Kim reconoció de inmediato a su padre, que estaba a la izquierda y abrazaba a una joven, que tenía la misma mirada juguetona y suplicante de su hermana. En el reverso de la fotografía, había una fecha: 30 de octubre de 2016. Kim quedó boquiabierta al leerla.