Capítulo VIII
El gélido aire de la madrugada golpea con fuerza sobre mis cansadas piernas y logran hacer que un escalofrío me recorra todo el cuerpo.
Por supuesto, lo atribuyo al viento, no al hecho de que Ian haya aparecido de la nada y ahora se encuentre tan cerca de mi inestable cuerpo.
Muevo los pies un poco y gateo hacia atrás empujándome por el pavimento al tiempo que observo como estira su brazo en mi dirección con la intención de ayudarme a levantar.
Estoy ansiosa y aterrada. Mi cuerpo vacilante intenta huir de él, pero es muy difícil lograrlo por el espacio tan estrecho y lo inestable que me siento.
Mi respiración va acelerada. Tan rápido como mis pensamientos.
No existe nada en este momento que desee más que estar teniendo un sueño, un sueño profundo y descabellado donde él sólo sea parte de mi imaginación, y donde pueda ser capaz de golpearlo con todas mis fuerzas sin tener consecuencias.
¿Qué carajos se supone que está haciendo él aquí?
El corazón me está latiendo tan rápido que no puedo concentrarme en controlar la respiración.
El pecho se me contrae. Las emociones y la tristeza recaen sobre mí y tengo que obligarme a intentar controlarlas.
No sé qué hacer.
Me quedo estancada contra el asfalto y no puedo hacer nada para coordinar mis sentidos.
--- Jessica ---, me dice entonces, en un tono opaco y ronco.
Me obligo a no perder el control. Todo comienza a dar vueltas y se me revuelven las tripas.
Vamos, Jess, mantente alejada y neutral… alejada y neutral…
--- ¿¡P-pero qué mierda haces tú aquí!? ---
Pero no lo logro.
Siento el paladar pesado y mi lengua, adormecida, no quiere funcionar de la manera correcta.
Como puedo, me apoyo con mis temblorosos brazos y me levanto del suelo dando uno que otro tumbo.
Ian intenta, a duras penas, cuidarme de no tropezar, pero no lo dejo acercarse. No obstante, al intentar enderezarme del todo, mis tacones me hacen trastabillar y no termino de nuevo en el pavimento debido a que él, completamente sobrio y atento, da un paso hacia adelante y logra sostenerme con sus brazos hasta estabilizarme.
De inmediato, doy un paso hacia atrás de manera brusca e intento recuperar mi espacio.
El cuerpo se me eriza en cuanto el viento vuelve a soplar su aire frío sobre mí.
Sigue sin aparecer nadie.
¿Dónde diablos está todo el mundo?
---intento ayudarte, Jessica --- su mirada es intensa, pero de cierta forma, inexpresiva.
Un revoltijo se apodera de la boca de mi esófago.
--- ¿Ayudarme? --- me burlo --- yo no necesito ayuda. Y mucho menos la tuya --- le respondo, en un tono seco y desafiante.
--- Estás ebria –-- anuncia, enfocando sus ojos de nuevo en mí.
--- vaya, que observador --- digo, sarcástica, antes de comenzar a buscar las llaves dentro de la cartera que, a duras penas, sigo sosteniendo --- Sí, Ian Ferreira, estoy ebria, por supuesto que lo estoy, pero eso, querido amigo, no es tu jodido problema --- expreso prepotente, tras encontrar las llaves y observarlas con alegría.
Ian no responde a mi grosera respuesta, en cambio, observo como su mirada se suaviza un poco antes de soltar un suspiro que denota cansancio.
Las manos me están temblando, y tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para evitar que se de cuenta. Así que, como puedo, comienzo a drenar mi nerviosismo de la única forma que mi cuerpo, alterado y alcohólico, conoce en este momento, hablando y buscando problemas:
--- ¿podrías alejarte para que pueda montarme en mi vehículo e irme casa?
Ian, completamente serio, frunce ligeramente el ceño y me observa algo contrariado.
--- No voy a irme a ningún lado, Jessica --- afirma. Su tono de voz denota calma, no obstante, sé que está haciendo un esfuerzo muy grande para mantenerse de ese modo.
Mi tambaleante cuerpo y mi lengua visceral, no están coordinando de la mejor manera. De pronto, me entra una pequeña risa nerviosa.
--- ya soy una adulta, Ian. Y no es necesario que juegues ese rol de protector conmigo. Lo sabes --- expreso, sonriendo de manera suspicaz al tiempo que muerdo mis labios.
Sé que mi reacción, totalmente descolocada, no está siendo lo más acertado dentro de este contexto. Sin embargo, es la manera en que mi cuerpo, afectado por el alcohol y al borde del colapso emocional, decide adoptar.
No puedo controlarme de manera consciente, pero, siendo honesta, en este momento, tampoco es que me importe realmente. La confusión, el desconcierto y el nerviosismo es tan grande, que sería un milagro si logro deshacerme de él sin al menos haberlo golpeado con la cartera.
Mis ojos se desvían a los suyos y lo observo durante varios segundos mientras intento mantener el control de mi sonrisa. Ian en cambio, no cambia su expresión. Me observa completamente inexpresivo, lo que le da un semblante algo intimidante desde donde me encuentro.
--- Tienes razón --- me dice entonces, acercándose un par de pasos --- Eres una adulta, pero según lo que demuestras, eres una adulta completamente irresponsable. Y si algo puedo asegurarte, es que, en esta oportunidad, no lo seremos ambos --- su tono de voz opaco y ronco, hace que se me anude la boca del estómago.
A duras penas, se nota que está intentado ser amable y mantenerse al margen, pero a mí me tiene sin cuidado lo que él intente o quiera.
Yo, definitivamente, solo quiero que se largue de aquí e irme a casa.