Entre párrafos y letras

El comienzo de todo

Si mi antigüa yo hubiese visto esto no lo creería.

Jamás pensaría que una chica como yo esté haciendo algo totalmente diferente a lo que esperaba verse proyectada en el futuro.

Para introducirlos a mi vida, debo contarles que nací en una fecha poco usual, un 31 de diciembre de 1998, para ser exactos, físicamente soy morena, alta, de contextura delgada, ojos café oscuros y cabello tintado de rubio (mi color natural es el castaño).

Cuando digo mi fecha de nacimiento, la mayoría de las personas se impresionan, ya que se trata del último día del año, algunos dicen que es genial, mientras que otros expresan que es una fecha tediosa, y la verdad, es que estoy de acuerdo con lo segundo.

La mayoría de mis amistades en esas fechas están acompañados de su propia familia o están de viaje, por lo que siento que el «peso familiar» tiene más valor que un lazo de amistad. Es por eso que, cada año son menos los que asisten. Aun así, soy afortunada por tener a personas tan especiales a mi lado cuando estoy a punto de apagar las velas del pastel.

La forma en la que llegué a este mundo fue mediante una situación bastante complicada que se desarrolló durante mi nacimiento. Mi madre, que en ese entonces tenía treinta y tres años de edad, se le adelantó el parto puesto a que tuvo desprendimiento de placenta.

«Hágase la señal de la cruz y rece porque ambas libren de esta» fue lo que le dijeron los médicos a mi progenitora antes de ingresarla al quirófano.

En ese mismo momento, mi padre, estaba en otra ciudad con mi abuela, quién también estaba muy delicada de salud, era diabética, ya le habían amputado una pierna y estaba en supervisión médica antes de ser operada de la vista. Por cosas del destino, cuando yo nací, mi abuela falleció de un paro cardiorrespiratorio.

No puedo imaginar el sentimiento agridulce que experimentó mi progenitor cuando tuvo que darme la bienvenida y despedirse de su propia madre al mismo tiempo, es por eso que dice que soy un milagro, que ella me dió la vida para yo poder estar aquí contándoles esto, tuve suerte de que mis pulmones estuviesen lo suficientemente maduros para poder respirar por mi cuenta con tan solo ocho meses.

Mi infancia se desarrolló bastante normal, crecí leyendo libros acerca de cuentos infantiles, recuerdo que mi madre me compró muchos, los cuales aún sigo leyendo a mis veinticinco años de edad y que atesoro con todo el corazón.

Creo que una de las cosas que tuve que afrontar cuando estaba pequeña, era el tener que soportar las burlas de mis compañeros en el salón de clases. Yo no podía hablar bien, no porque no quisiera, sino porque la condición anatómica de mi lengua me lo impedía, a menudo me preguntaban si era una niña «especial» o con «problemas» para tratar eso tuvieron que realizarme una frenectomía y después acudí a terapias de lenguajes durante años para poder pronunciar las palabras correctamente. 

Mi terapista era un cubano que recién estaba adaptándose a las oportunidades que Venezuela le ofrecía en ese entonces por allá en el año dosmil siete,  fue alguien que me tuvo mucha paciencia y fé desde el día uno, hasta que logré mejorar, recuerdo que lo llevabamos en nuestro carro hasta los apartamentos donde vivía al salir de la consulta ya que terminabamos muy tarde.

Hasta el sol de hoy le sigo agradeciendo a Francisco, dondequiera que esté.

Debo reconocer que este trayecto no fue nada fácil, en casa me tocaba reforzar lo que había aprendido en las terapias, pasaba horas delante de una lamina de papel bond donde estaban varias palabras escritas, debía decirlas MUY BIEN o sino no tendría derecho a levantarme de la silla y largarme a mi habitación. Fue un proceso turbulento, aunque sin la ayuda incondicional de mis padres no pude lograrlo. Seguí creciendo y las burlas no quedaron allí. En mis años de secundaria, los demás estudiantes seguían haciéndome mofas por lo mismo, pero aquí resaltaba algo en particular.

Mi color de piel.

Mi tez es morena, siempre me veo como si estuviese de vacaciones en la playa por mi color, vivo en Venezuela, un país rico en diversidad de razas, religiones y costumbres. Si bien, suelen tratar a algunas personas cariñosamente al decirles «negro», otras veces lo suelen usar con ese término peyorativo para ofender o hacerte menos. En este sitio, el racismo no se vive como en otras partes del mundo. Sin embargo, siempre habrá un gesto, mueca o comentario en tono pasivo-agresivo para juzgarte por algo que no puedes cambiar porque forma parte de ti, de tu ADN y tú identidad como persona en este retorcido planeta.

Nunca hablé con nadie acerca de esto, es algo que me costó aceptar por muchos años, hasta que cumplí catorce. Ahora me encanta, me hace sentir orgullosa de quién soy, es mi distintivo personal.

Sinceramente, no sé cómo se puede odiar a alguien por algo tan superficial, quizá muchos no crean esto, pero la verdad es que me importá poco, fue algo que yo viví y no necesito que alguién más valide lo que yo sentí en ese momento.

Eso te hace preguntarte de que está hecha la sociedad y quienes son las personas que hoy en día te atacan con palabras como si fuesen dagas, algunas se clavan en el alma y duelen, otras llegan a pasar de largo, si corres con la suerte de esquivarlas. Da miedo como alguien puede intentar destruirte, humillarte y pisotearte, no estoy hablando de que tengamos que crear personas débiles, sino que es necesario medir nuestras acciones o lo que decimos.




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