07 de septiembre de 1999
Gracias a la señorita Padilla voy al entrenamiento diez minutos tarde. Barth me va a poner a dar vueltas por toda la cancha. Me cambie lo más rápido que pude, es la primera vez que me amarro las agujetas en menos de cinco segundos. Fui corriendo a la cancha, los chicos ya se encuentran a la mitad del calentamiento.
─Miller, doce minutos tarde. Ya sabe lo que significa, ocho vueltas alrededor de la cancha. ¡Ahora! ─soplo su espantoso silbato.
Es por eso que ni siquiera me detuve, me fui directo a la orilla de la cancha e inicie a correr con más velocidad. Cuando los chicos terminaron con el calentamiento yo termine las ocho vueltas. Iniciamos con una escalera de velocidad, mini vallas y fartlek. Barth nos dividió de nuevo en dos equipos, lanzo la pelota y nos vio jugar.
Un gol, dos goles, tres goles.
Mi compañero de portería me mira con cara de pocos amigos.
Ahora que lo recuerdo; voltee a ver a las gradas, encontrándome con la chica del cabello morado. Martín tiene razón, no deja de observarme. Ni idea de cuál sea su nombre, mañana prestare atención al pase lista en la clase de filosofía. Al darse cuenta de que la estoy mirando le susurro algo a la chica de su lado. Quite la mirada y continúe con lo mío.
Fue inevitable no sentir su mirada durante todo el entrenamiento, me puse nervioso por un momento. Trae una cámara y sé que nos tomó varias fotografías. Si es que le llamo la atención, le daré un pequeño regalo. Me quite la camiseta, hice para atrás mi cabello sudado y voltee a verla. Le sonreí, guiñándole un ojo. Ella tomo la foto. No puedo creer que acabo de hacer eso.
Entre a los vestidores con las mejillas coloradas y riendo por lo que hice.
─Tienes razón, la chica del cabello morado no me quito la mirada de encima ─abrí el casillero, sacando mi playera limpia.
─Te lo dije. ¿Sabes su nombre?
─No. ─Me quite la camiseta sudada del uniforme y me puse la playera limpia.
─Dame quince minutos y te lo consigo.
─No, así está bien.
No estoy interesado en conocer nuevas personas. Más bien, me aterra conocer nuevas personas. Si le gusto a la chica, sé que lo voy a arruinar, siempre arruino todo cuando intento hablarle a una chica. No me va a sorprender si me quedo soltero toda la vida.
─No me vengas con eso ─golpeo mi brazo─. Si ella está interesada en ti, deberías intentar hablar con ella.
─¿Qué yo intente hablar con ella? ─me senté en el banco, quitándome el short y poniéndome el pantalón─. Si ella es la interesada, ¿por qué ella no me habla a mí?
─Algunas chicas son tímidas.
─Y también algunos chicos.
Me fulmino con la mirada. Más le vale que no intente convencerme de hablarle a esa chica, no lo va a lograr.
─No voy a intentar convencerte de que le hables, ya sé que no lo voy a lograr. Solo te digo que no pierdes nada en preguntarle al menos su nombre. Sé que algo dentro de ti quiere saberlo ─cerramos al mismo tiempo las puertas de los casilleros.
Puede que tenga razón, si me gustaría saber su nombre. Capaz y ni siquiera está interesada en mí. Las personas siempre solemos malinterpretar las cosas.
─¿Quieres venir a mi casa? Tenemos una partida pendiente en el Mario Kart.
─Me gustaría ir, pero no puedo, ayer me castigaron. Tengo que hacer todos los trabajos pendientes de orientación, me dieron hasta el viernes para entregarlos.
─Desde el semestre pasado te dije que adelantaras esa clase, es un asco.
─Ya es muy tarde para arrepentirme, no me queda de otra más que seguir asistiendo a la clase y entregar los ridículos trabajos sobre que quiero hacer en el futuro ─puse los ojos en blanco.
La señorita Padilla fue muy amable en darme oportunidad para entregar los trabajos hasta el viernes. Desde ahora tengo que ponerle un poco más de empeño a clase, estoy a un paso de graduarme.
─¿Te castigaron por eso?
─Si y también porque mamá me descubrió fumando en mi habitación ─soltó una carcajada.
─Me sorprende que apenas se hayan dado cuenta de que fumas, yo te descubrí al día siguiente de que empezaste a probarlo.
─Da igual, ya nunca más volveré a encender un cigarrillo.
Al salir de la escuela nuestros caminos se separaron. Odio estar castigado, en estos momentos estaría en la casa de Martín jugando Mario Kart. El videojuego salió hace dos años y nos hemos vuelto adictos.
En el descanso fui a la dirección para hacer una llamada de “emergencia”, realmente le llame a la abuela para decirle que estoy castigado y que no podre cocinar con ella por dos semanas. Dijo que no me preocupara y que guardaría el recetario para cuando me levanten el castigo. Amo a mi abuela.
Papá va a pasar por mí, quiere asegurarse de que no me vaya a ir a otro lado. Sigo molesto con él, no puedo creer que haya visto el partido sin mí. Desde mi habitación escuchaba sus gritos y sus malas palabras. En la mañana me entere que Malto gano tres a cero.