Entre tu Corazón y el Mío Libro 2

Capítulo 22. Abuelos

Ocho años después…

17 de agosto de 2010

Ana lleva media sentada junto a su abuela. Esta carizbaja, le pasa su mano por el cabello rubio de su muñeca favorita y la pega a su pecho como si le estuviera dando un abrazo. No entiendo su tristeza, pensé que el día de hoy estaría brincando de la felicidad.

─¿Qué pasa, muñequita? ─le pregunta su abuela, Ana recarga la cabeza en su brazo─. ¿No estas feliz porque en cualquier momento va a nacer tú hermanita?

─Si lo estoy… pero tengo miedo.

─¿Miedo?

─Sí, tengo miedo de que mi hermana no me quiera y que mis papás se olviden de mí.

─No, no ─con cuidado levanta su cabeza y la mira a los ojos─. No digas eso, tú hermana te va a amar. Van a hacer mejores amigas, así como Salma y tú. Ahora tendrás a alguien más para jugar con tus muñecas ─el rostro de Ana se ilumina con una sonrisa─. Nunca pienses que tus papás se van a olvidar de ti, ellos te aman. ¿Y sabes quien más te ama? ─niega con la cabeza─. Yo, eres mi muñequita ─la abraza y le da un beso en la frente─. Nunca olvides que tu abuela te ama y que nunca te dejara sola.

Los ojos se me llenan de lágrimas. Ana tiene mucha suerte en tener a la señora Emma como abuela. Esa señora es una de las mejores personas que he conocido hasta ahora, siempre que la veo me recuerda a cuando yo era pequeño. Se parece mucho a mi abuela, es súper cariñosa, amable, dulce y también es cocinera. Es como si a Ana le hubieran regalado la alma gemela de mi abuela.

─Ana ─llama el señor Evans al salir por una puerta─, hay alguien que te quiere conocer.

De un brinco Ana se levanta de la dura silla de fierro, sin soltar su muñeca va corriendo a lado de su papá. Los tres suben por el elevador llegando al tercer piso. El papá y la abuela son los primeros que entran a la habitación, Ana se queda afuera.

Tiene miedo, lo siento con claridad.

─¿Qué pasa? Ven aquí ─le pide su mamá. Le pasa la bebé a su esposo y extiende los brazos para que Ana vaya con ella.

─No pasa nada, no tengas miedo ─la ánimo.

Baja la cabeza y mirando hacia el suelo se dirige a la camilla. Abraza a su mamá y cierra los ojos. El señor Fernando retira la cobija que cubre la cara de la bebita.

─Ana, ella es tu hermana ─se acerca a ella. Al momento de abrir los ojos se le llenan de lágrimas al ver a su hermana menor─. Es la pequeña Luz.

El papá se agacha para que Ana pueda a ver a su hermana. Las lágrimas se le salen, con la yema de su dedo índice acaricia su mejilla.  

“Mi pequeña hermana, no puedo esperar a que lleguemos a casa y poder enseñarle todas mis muñecas”.

─¿Quieres cargarla?

─No ─niega con la cabeza─. No soy muy fuerte y puedo tirarla.

Se inclina y le deposita un beso en la frente, la bebé le sonríe.

Soy muy sentimental y ver eso me saca muchas lágrimas. Uno de los sueños de Ana era tener una hermanita y ya se le cumplió. La bebé se parece mucho a ella cuando era un recién nacido. Luz es una bebé muy linda, espero que le hayan puesto un buen ángel guardián.

─Hola Luz, bienvenida a esta loca familia ─saluda la abuela tomando su pequeña manita─. Soy tu abuela Emma, cuando crezcas recibirás muchos dulces y dinero a escondidas de tus padres ─le guiña un ojo a Ana.

A Ana siempre le dan chocolates sin que sus padres se enteren. Los abuelos son lo máximo.

─Hablando de familia loca. ¿Dónde está papá? ─pregunta el señor Evans.

─Me dijo que iba por unas cosas a la camioneta y desde entonces no lo he vuelto a ver.

─Deja le marco ─con cuidado le regresa la bebé a su esposa. Ana sube a la camilla para poder verla de cerca.

En eso entra la enfermera, Ana se pone triste al ver que se tienen que llevar a su hermana a los cuneros. Intentan localizar al abuelo por todas partes, pero no lo logran. Por alguna razón presiento que debe de estar intentando hacer una locura como lo hizo en el nacimiento de Luz. Martín y yo no podíamos parar de reír, las enfermeras tardaron horas en calmar a todos los bebés.

─Mami, ¿Luz va a poder jugar conmigo a las muñecas?

─Claro que sí. Van a poder jugar a todo lo que ustedes quieran ─le acaricia la mejilla, Ana la abraza.

─Eres la mejor mamá del mundo, gracias por traer al mundo a mi pequeña hermanita. Te prometo que la voy a cuidar y la voy a querer mucho.

Soy un mar de lágrimas. Ana es la niña más dulce del mundo. Así como hay días en donde me hace reír, hay otros donde me hace llorar. Ana es el mejor ángel que el destino me pudo poner en mi vida.

─¿Papá? ─dice el señor Fernando por el teléfono─. ¿En dónde estás?... Justo están llevando a Luz para allá… ¿Una batería? Pero ¿cómo?... ─se rasca la frente─. No, papá, ni se te ocurra… papá… ¿papá? ─mira su teléfono─. Me colgó.

─¿Dónde está tú padre? ─le pregunta la abuela.

─En los cuneros. No sé cómo le hizo, pero logro ingresar tres tambores de una batería.




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