Entre Tú Stand y El Mío

Capítulo 4

Sander cayó en el descanso de la escalera. Difuso por la caída movió un par de veces la cabeza, Sindy estaba en pánico contestando el teléfono.  
—Sander—grito Sindy. 
—¿Sander? ¿Qué estás haciendo amiga? —Sindy corrigió en el momento— Te llamaba para confirmarte que íbamos a ir a la fiesta. —Sindy estaba atenta de como Sander se levantaba del piso. Y hasta se contuvo la risa que le daba la cara del chico, enojado por haberse caído— ¿Amiga estas ahí, me escuchas?
 —Si… No… Mejor te llamo en un momento amiga. —Con Firmeza Sindy presiono una tecla y colgó la llamada. 
Se enrollo el cabello en la mano, y se hizo una coleta, después bajo las escaleras para ver cómo estaba Sander quien se sobaba la cabeza con parsimonia. El chico estaba algo avergonzado, se había caído por torpeza suya, ahora la chica lo había marcado ahora como un idiota, su día era de “maravillas” como él pensaba, en aquella embarazosa situación. 
—¿Estas bien? Dijo Sindy mientras se ponía delante de él.    —Con un leve rubor en las mejillas.                                                        —Si… Si… estoy bien chica pierde cuidado, eh… disculpa por lo de hace un momento solo me deje llevar. Sander estaba completamente lleno de vergüenza, ahora si había metido la pata, un beso, casi la besaba, y si no estaba mal, pero ella cambiaría su manera de verlo. Ahora si estaba en un gran aprieto. 
—Déjame ver Tu cabeza… —La chica extendió su mano con delicadeza hasta rozar la del chico, quien estaba sobándose la parte derecha del cráneo— ¡Dios mío! —Exclamo Sindy al ver sangre en la mano de Sander— Vamos a mi stand, ahí tengo alcohol, trata de no mover la cabeza. Ahora Sindy tomaba la voz cantante en la escena, agarro de las manos  a Sander y lo obligo a subir las escaleras hasta el piso cinco, teniendo cuidado con no derramar más sangre de la herida de Sander. 
Sander Ahora sí que estaba alucinando, la chica que le encantaba y por la que se le para el corazón, lo estaba tomando de la mano y le iba a examinar la herida. Era invaluable tener aquellos dedos, finitos, suaves y gorditos encima de su cuerpo. Ahora no sabía si la herida era una cosa buena o una cosa mala, y con una sonrisa de oreja a oreja, por la extraña preocupación de Sindy. Subieron hasta el piso cinco, stand 007. 




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