Marie Harrison
Desde el principio debí haber presentado esa denuncia en lugar de quedarme de brazos cruzados, pero lamentablemente el miedo, la angustia y el dolor nublaron mi juicio desde el primer momento. Ahora ya está presentada, a la espera de que finalmente tomen medidas al respecto.
Eso es lo que espero.
Aunque las cosas estén yendo bien por el momento, aún siento una espina de desconfianza que me punza. No puedo permitirme estar completamente tranquila, tengo la sensación de que aún queda mucho por venir.
Enzo me animó, aunque aún tengo dudas sobre si proceder o no, supongo que es normal. Había una parte de mí que todavía vacilaba, preguntándose si estaba tomando la decisión correcta. Sin embargo, debo confiar en mi recién esposo; me hizo una promesa y me ha demostrado que cumple con su palabra. No habla por hablar, actúa.
Mi abuela y Alicia estarán seguras, ya que se han enviado guardias para estar pendientes de ellas en todo momento. Con respecto a mi abuela, se debe actuar con discreción para evitar que se alarme.
Finalmente, llegamos a su Penthouse.
—Bienvenidos… bueno —Enzo se ríe mientras se rasca la oreja —, técnicamente.
Le devuelvo una sonrisa tranquila. Parece nervioso, no sé por qué. Uno de sus hombres de seguridad se encarga de llevar mis maletas. No intercambiamos palabras, simplemente nos da un gesto de respeto y se retira. Se supone que alguien como Enzo Vitale debe tener seguridad, pero son muy discretos; se camuflan entre las demás personas y apenas son visibles. Mi esposo me comentó que no le gusta llamar la atención con una horda de seguridad las 24 horas del día.
Tomo asiento en el sofá y acaricio la espalda de Matt, quien está dormido con el dedo en la boca. Pronto debo quitarle esa costumbre.
—Más tarde puedes organizar tus cosas y tomar la habitación que prefieras, ya la conoces perfectamente —dice Enzo, sentándose.
—Muchas gracias por todo.
—No agradezcas tanto, es un placer hacer todo esto por ti y más —mi rostro se sonroja, esta vez no desvío la mirada. Sus palabras, por más sencillas que suenen, causan un efecto gratificante que mi corazón reconoce al instante, acelerando su ritmo.
—No puedo evitarlo —curvo un poco los labios.
—Tranquila… esto no es un matrimonio verdadero, por así decirlo, pero mientras convivamos juntos, seamos una especie de amistad.
—Ammmm —carraspeo —. Claro —sonrío algo forzada.
—Te quería decir, contrataré a una nueva empleada doméstica a partir de la próxima semana.
—Yo puedo seguir encargándome de mis antiguas labores, es mi deber, además no quiero estar aquí como una estatua.
—En verdad no está a discusión —susurra.
—Pero... —Bufo, mejor no insisto en mis argumentos para convencerlo —. Acepto, con la condición de que solo yo cocinaré, al menos.
—No me opongo —dice con satisfacción.
—Eso es trampa. Porque tú saldrás beneficiado, eres adicto a mis platos —me quejo con diversión.
—No me declaro inocente.
Nuestros ojos se encuentran y una sonrisa cómplice se dibuja en nuestros rostros. Hay algo en el aire, una especie de tensión que no se puede ignorar, una atracción que está creciendo. Mi corazón late más fuerte y siento una mezcla de emociones nuevas y familiares que me embargan en ese momento.
Mi hijo despierta con quejas, y noto mi hombro cubierto de su baba, no me da asco, luego me limpio.
—Hola, mi cielo —le doy un beso en la mejilla con cariño.
Enzo nos ve manera especial.
—Tú, con tu hijo, te ves preciosa, la maternidad te sienta bien —debo parecer una exhibición de color rojo.
Cuando Matteo termina de despertar, se da cuenta de la presencia de Enzo y sonríe como si viera el mejor regalo. Balbucea estirando sus bracitos hacia él. El susodicho se queda algo desconcertado, pero con un destello de ternura en sus ojos, se acerca lentamente a mi bebé, sintiéndose algo desorientado por la situación. Mientras Matteo balbucea con adoración.
Enzo busca mi aprobación antes de cargar a mi cielo. Asiento, dejo con cuidado a mi bebé en brazos de mi esposo, quien lo recibe con delicadeza. Matteo no pierde el tiempo y apoya su cabeza en el pecho de Enzo, quien suelta un suspiro de renconfor y le acaricia la espaldita.
Inclino un poco la cabeza, esa imagen podría ser la de un libro de paternidad, retratando la belleza de los lazos biológicos; ambos podrían pasar por padre e hijo sin problema alguno. Encajan como si compartieran ADN.
Matteo no suele ser tan afectuoso con cualquiera, por eso en la guardería solo estaba con las gemelas. Durante su estadía forzada en esa casa debe haber estado irritable. Aparto esos pensamientos intrusivos; odio pensar en mi bebé lleno de sufrimiento.
—¿Cómo estás, piccolo ragazzo?
—Le agradas a mi bebé, no suele ser tan cariñoso —acaricio su cabello castaño.
—Me siento afortunado, entonces —expresa feliz.
Bajo la cabeza con pena, de repente, no sé si es saludable que nos encariñemos tanto los tres. Este matrimonio eventualmente terminará, y volveríamos a nuestras vidas separadas. Más sentimientos de pesar se suman a mi corazón. Me duele pensar en cómo afectaría esto a mi hijo, en que ya no volvería a verlo. Aunque estos pensamientos me agobien, también siento la necesidad de proteger a mi hijo, de evitar que se encariñe más con alguien que eventualmente no estará en su vida.
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Editado: 08.07.2024