Es una apuesta 2

Permitirme sentir

Once meses antes

Ansiedad. Principalmente porque me encontraba atrapada entre un pasado quieto y un futuro vacío. El silencio era aterrador, ¿qué podía hacer?

"No hay peor desgracia que extrañar lo que nunca pasó", pensé recordando de pronto la letra de una canción. Eso era justo lo que sentía: impotencia. No había nada que yo pudiera hacer para justificar este sentimiento, pues fue la falta de ellos lo que marcó el final. ¿Pero por qué sentía ahora algo que ni siquiera lograba describir? 
Fue en ese momento de completa incertidumbre que acepté que mis emociones me sobrepasaban. No encontraba respuestas en el pasado, porque yo misma impedí que este dejara huellas, pero tampoco entendía por qué buscaba más. Quería encontrar algo en el futuro que calmara mi inquietud. 
No obstante, como si hubiera entrado una pequeña brisa a mi cuarto, de pronto entendí que estaba olvidando algo.

«Escuchar el presente, que los mayores secretos generalmente se encuentran en él»

La voz del adivino resonó en mi cabeza. Hacía ya poco más de tres meses que habíamos ido a la feria, y aunque esa noche hice todo lo posible por grabar la magia del lugar en mi memoria, los recuerdos se veían opacados por una nube de pensamientos tormentosos. ¿Qué pude haber hecho diferente? 
Sin embargo, lo único que estaba en mis manos en ese momento era buscar respuestas donde éstas habían quedado inconclusas: la carpa del adivino.

(...)

Para ser honestos, la feria seguía brillando en todo su esplendor. El olor a algodón de azúcar, las luces parpadeantes, la tela desgastada de las carpas con sus diferentes colores un tanto deslavados. Sin embargo, apenas eran las 8 de la noche, por lo que el lugar parecía desierto. 
Intentando recordar el camino hasta mi destino, fallé tantas veces que tuve que recurrir a un hombre que acomodaba los premios dentro de su juego de destreza. En cuanto me ayudó conseguí encontrar la pequeña carpa.

—Recuérdame con qué les leí el futuro —preguntó el hombre unos minutos después de que entré y traté de explicarle por qué necesitaba que recordara nuestra visita. Para ser honestos, creí que me recibiría al estilo "te recuerdo perfectamente, Alana, toma asiento". No obstante, me estaba dejando llevar por las apariencias de nuevo. Que fuera un adivino no quería decir que recordara cada caso que llegara a su carpa o que el mío hubiera sido especial.

No obstante, me sentía ligeramente intimidada por el joven tan misterioso y sabio. Por alguna razón seguía confiando en que tendría alguna respuesta.

—Fue el presente, de hecho —aclaro acercándome al mostrador de madera—. Vengo justo por eso, a preguntar si podría conocer el resto de la lectura, ya que mi... compañero no quiso hacerlo esa noche. Usted dijo que podría contármelo si yo regresaba, creo —agrego tocando el mueble con el dedo índice—. Y fue con té, respondiendo a su pregunta.

—Por lo que entiendo, quieres escuchar el presente.

—No, en realidad el presente fue el que sí nos leyó. Es el futuro lo que desearía saber.

—Aquel futuro es el presente de ahora mismo, ¿no lo crees? —preguntó tomando una pequeña libreta de un cajón.

Un extraño silencio se armó de pronto entre nosotros. 

—Supongo que sí —contesté encontrando un poco de sentido en sus palabras.

El chico tomó asiento en uno de los cojines pero yo simplemente esperé de pie mientras hojeaba pacientemente su libreta.

—Solo así consigo recordar con claridad —dijo refiriéndose al registro en su libreta, haciendo burla de su propia memoria—. No vinieron los dos.

Comencé a ponerme un poco nerviosa y, para ser sincera, triste.

—No, él está en... otro país —contesté intentando reír, sin embargo, salió más como un suspiro nostálgico.

—Tiene sentido —comentó mirando fijamente las hojas, como si estuviera relacionando mis palabras con sus anotaciones.

—¿Por qué tiene sentido?

¿El hecho de que esté en otro país tenía sentido? En verdad no estaba entendiendo nada. 

—Solo quiero saber qué había... —comencé pero me detuve por un segundo—. Qué había entre nosotros —expresé con bastante dificultad.

Fue entonces cuando por fin me dedicó una mirada; más sincera, menos automática, menos misteriosa. Más humana. Ésta vino acompañada de una ligera sonrisa que no alcancé a descifrar. 

—Nada —confesó con tanta seguridad que me dio escalofríos. ¿Acaso esperaba yo otra respuesta?

—Nada —repetí para hacerme a la idea de una buena vez, sin dar espacio a la esperanza que tenía de escuchar algo más alentador, menos vacío—. No había nada en nuestro futuro, ¿es así como todo se suponía que acababa? ¿Desde un principio fue así?

—Verás —dijo con completa tranquilidad, invitándome a tomar asiento en uno de los cojines, cosa que terminé haciendo—. Creo que es importante que comparta un pequeño secreto contigo.

¿Acerca de Alex? ¿Acerca de mí?

—Las lecturas no son tan definitivas como la gente piensa —respondió—. Lo que muestran al momento de ser realizadas no tiene que cumplirse.




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