Esa Chica Normal. [novela Cristiana]

Capítulo 16.

Mateo 11:28
28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.

 

7 de diciembre de 2017.

Ramón.

Solo han pasado algunos días desde ese día, desde que me dijeron: "Tienes cáncer".

Ese día, aunque lo esperaba, no pensé que llegaría ahora, en este momento en el que soy feliz. ¿Por qué el cáncer tenía que invadir mi vida?

Mis sentimientos están en una cuerda floja a punto de romperse, por todo lo no expresado, por lo no sentido debido a esto, a causa del cáncer.

—Tierra llamando a Ramón. —Ana me trajo de vuelta a la realidad.

—Hola, preciosa. —sonreí sorprendido por su visita.— ¿Qué haces aquí? Pensé que tenías clases hoy. —indagé sorprendido por su visita.

—Pude cambiarla. Necesitaba ver a mi luna. —se sentó a mi lado.

Cuando me llama por ese apodo, no puedo evitar sonreír.

Ella es mi alegría.

—¿Debería sentirme halagado? —bromeé y ella rió.

—No lo sé, tú dime. —alzó los hombros— Cuéntame, ¿cómo te sientes?

—Siento muchas cosas y no sé cómo expresarlas, cómo liberar todo esto que me consume. —respondí y me recosté en sus piernas.

Ella me besó la frente y acarició mi rostro con ternura.

—A veces no podemos expresarnos porque no sabemos cómo hacerlo sin rompernos en el proceso. —suspiró— Pero eso no significa que no haya forma de expresar lo que sentimos. —miró mis ojos— ¿Quieres hablarlo conmigo ahora?

—No me siento preparado. No sé cómo. —respondí.

—Entonces háblale a Dios. —me indicó que me levantara— Sé que es difícil expresar lo que sientes, pero puedes hacerlo con Dios aquí y ahora.

—¿Cómo sugieres que lo haga?

—Siéntate cómodo, relájate y cierra los ojos. No digas nada, solo habla en tu mente, di todo lo que tengas que decir y llora si es necesario. —motivó— Puedo esperar afuera. —señaló la puerta— En serio, no me importa esperar. Lo importante eres tú, Ramón. Esperaré el tiempo que sea necesario.

—No. Quiero que estés aquí conmigo. —expresé con voz apasionada.

Ella asintió con una sonrisa y se acomodó en la cama junto a mí. Nos tomamos de las manos, ella me besó suavemente los labios y cerramos los ojos.

Lo siguiente que ocurrió es difícil de explicar, pero comencé a llorar como un niño pequeño, liberando a través de mis lágrimas todo mi dolor y tristeza hacia Dios.

Ana acercó su frente a la mía y susurró palabras que transformaron el tono gris en uno lleno de vida:

—Eres un destello de Dios, a él no le importa tu condición, le importa que te acerques a él como lo estás haciendo ahora. Él está recibiendo tus palabras y está trayendo paz a tu corazón. Así como Dios me reconforta con su palabra, aquella que dice: "Venid a mí todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar". Descansa en Dios, mi amor. Él nunca te dejará solo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.