25 de enero de 2019.
Unos días antes había tenido una pequeña charla con Dios, le hablé sobre cómo me sentía respecto al hecho de que Ramón sería operado dentro de tres días, le hablaba sobre la confianza que tenía en que todo saldría bien, pero también de que tenía dudas.
Dudas sobre muchas cosas, porque quería su bien, quería que él pudiera ser el verdadero milagro de amor, lo quería ver brillar de nuevo.
Cuando le contaba todo esto a Dios, en ese momento, fue la primera visita del Espíritu Santo en lo secreto que tuve, el Espíritu Santo descendió en mí, y en mi corazón solo resonaban unas simples y a la vez poderosas palabras:
—Confía en que todo va a estar bien, mi niña.
Esas palabras resonaron dentro de mí y me dieron la paz que necesitaría en esos días, días los cuales sabía que estaría más sensible de lo usual, días en los cuales tal vez no pensaría con claridad las cosas, pero debía de tener solo una cosa clara: Lo que sea que Dios permitiera debía sentirme en paz. En paz al saber que a veces los planes de Dios son mejores que los nuestros aunque no podamos entenderlo.
Me quedaría en casa de Ramón a dormir, tenía días sin poder visitarlo y aprovecharía para coordinar algunas cosas con María antes de la operación, principalmente lo de cuidarlo y eso.
Al llegar a su casa, en la entrada estaba Majo, la abracé con mucha fuerza y ella respondió de la misma forma.
—Hola, Majo, te he echado de menos —después de abrazarla me alejé.
—Y yo a ti, An —miró la mochila que traía—. ¿Te quedarás a dormir hoy?
Asentí.
—¿Ramón está aquí?
—Sí, está en su recamara, ha estado un poco desanimado, tal vez tu presencia lo anime un poco —al decir eso, caminamos a su habitación y luego ella se despidió de mí.
Solo toqué una vez a su puerta y él enseguida abrió.
—Te extrañé —dijo con una sonrisa en el rostro y se hizo a un lado para que yo pudiera entrar.
—Yo también —respondí y al entrar me senté a un lado de la cama —. ¿Cómo has estado?
—No lo sé —puso una almohada en mi regazo y se acostó sobre ella—. Todo se siente raro al ser consciente de que en unos días me extirparán un tumor de la garganta —suspiró.
—El estar asustado es parte de, pero te aseguro que saldrás bien.
—A veces me gustaría tener la confianza tan persistente que tienes.
—Échale la culpa a Dios —reí.
—En realidad, agradezco que seas así.
—¿Por qué?
—Porque eres luz en medio de tanta oscuridad.
Deposité un pequeño beso en sus labios y luego de eso él me comenzó a contar un poco de los amigos que había hecho en la quimioterapia, conoció a un chico llamado Óscar, que tenía 19 años y había sido recurrente al cáncer algunas cuatro veces. Me comentaba cómo él lo inspiraba a no rendirse, ya que aún a pesar de que el cáncer sea difícil él tomaba fuerzas para seguir hacia adelante.
También reflexionamos un poco en el hecho de que a veces lo que para nosotros es mucho, otras personas lo cargan, pero de manera más difícil, y si ellos pueden seguir adelante, ¿por qué nosotros no?
Salí de la habitación porque él se iba a duchar, estuve por unos minutos hablando con María para quedar de acuerdo con los horarios para cuidarlo. Luego de eso salí al jardín de la casa para ver al sol ocultarse.
—¿En que piensas? —susurró en mi oído y me llevé un gran susto.
—¡Me asustaste, Ramón! —grité y él sonrió.
—Ese era el plan —se sentó en una silla a mi lado y comenzó a usar su laptop, para hacer un trabajo que faltaba por completar de una de sus hermanas.
Ya el sol se estaba ocultando, él amaba disfrutar de ello, así que aproveché ese momento de distracción para buscar su manta caliente y ponérsela encima para que así el frío no le hiciera daño, el mes de enero en nuestra ciudad era siempre un mes en el cual hacía mucho frío
—Gracias —me dio un beso en la mejilla y siguió en su tarea.
A medida de los minutos ya se estaba haciendo de noche y con ello se podían ver las estrellas en su máximo esplendor, era hermoso.
Me distraje tanto mirando las estrellas que no noté que Ramón ya no usaba su laptop.
—¿Te digo algo?
—Sí.
—Dios tomó las dos estrellas más brillantes, ¿y sabes lo que hizo?
—¿Qué hizo? —indagué.
—Las tomó —puso sus manos en mis ojos, debido a esa acción los cerré—, y puso esas estrellas en tus ojos, las más brillantes —me pidió abrir los ojos—. Sé que nuestros hijos tendrán tus ojos.
—Aún no nos hemos comprometido y ya estás pensando en niños —le dije con voz dramática —. Aunque, pensándolo bien, sería bonito.
—Claro que sí.