Esa Chica Normal. [novela Cristiana]

Capítulo 26.

10 de febrero de 2019.

Pasaron unos días desde que Ramón fue operado, casi no pude estar con él, ya que había tenido algunos contratiempos en casa y en la escuela, estaba llegando mi graduación de bachiller.
Me daba mucha ilusión poder graduarme y estar ahí con mis compañeros.

Sin embargo, ese día le daban de alta a Ramón, así que fui al hospital a recogerlo.

Tomé el bus y me tomó al menos 20 minutos llegar al hospital, una enfermera me estaba esperando afuera, era la que había atendido a Ramón en esos días.

Ella me explicó que tenía que pasar por la oficina del doctor de cabecera antes de irme con Ramón.

Me dirigí directamente a la oficina y al llegar el doctor me explicó que la operación, gracias a Dios, no le dañó ninguno de sus órganos, pero sí me dijo que debíamos tener sumo cuidado con él y que casi no podía comer cosas muy duras, al menos no por el momento. Debía tomar o comer cosas líquidas y todo lo que se fuera a comer debía ser licuado hasta que la operación cierre un poco, ese proceso tendría una duración aproximada de unos pocos meses hasta que él ya no sintiera incomodidad para comer.

Al terminar de darme las indicaciones, de inmediato el doctor me dio un formulario, lo firmé y así sin más me dirigí a la habitación de Ramón.

Entrando a esta, noté que estaba sentado en la camilla, muy perdido en sus pensamientos. Cuando notó mi presencia se acercó rápidamente hacia mí y le di un abrazo.

—¿Estás listo para irnos? —pregunté con mucho ánimo, él asintió con la mirada cabizbaja—. ¿Te pasa algo? —nos sentamos en la camilla—. ¿Qué tienes, qué sientes?

Escribió en su pequeña pizarra lo siguiente:

—"Mírate cómo estás de cansada... Por mi culpa. Esto que has hecho por mí no lo merezco, no merezco tu amor".

—Claro que sí —reproché—. Por ti haría esto y más. Eres mi novio, Ramón, no te eches la culpa de eso, lo importante es que tú estás vivo, que ya no tienes ese tumor eso sí es lo importante, deja de pensar en lo que ya pasó y enfócate en el presente, en el hoy... —ordené y él asintió.

Tomó mi rostro en sus manos y me dio un beso en la mejilla.

—"¿Cómo puedo ser tan afortunado?" —escribió y me mostró de repente.

—Afortunado, ¿en qué?

—"En tenerte aquí, hoy, conmigo".

Sonreí y le robé un beso. Tomé su mochila y salimos de la habitación, afuera estaba la secretaria para darnos las recetas médicas de Ramón. Las guardé y seguimos nuestro camino hasta salir del hospital, afuera tomamos un taxi y nos llevó directamente a su hogar.

Al salir del taxi, saqué su mochila y luego le pagué al chófer.

—Voy a entrar la mochila a casa y luego me despido —le informé a Ramón y él hizo un puchero—. ¿Quieres que me quede? —asintió con una sonrisa—. Bien, pero solo será por unas horas, hasta que María llegue de trabajar.

Entramos a la casa y él me informó por lenguaje de señas que se iba a duchar.

Antes de su operación decidimos tomar de manera independiente pequeños cursos sobre esto, sabíamos que después de ese proceso no podríamos forzar su habla, sabíamos que por un tiempo, si queríamos comunicarnos, teníamos que escribirnos o hacer eso, coincidimos en que era mejor aprender un poco sobre el lenguaje de señas y fue muy bonito.

Me preparé un pequeño vaso de jugo y salí al jardín a admirar un poco las plantas de María, había algunas nuevas las cuales estaban creciendo de manera hermosa, otras se estaban secando, pero era normal por la naturaleza de las mismas.

Ramón apareció después de unos minutos, estaba vestido de manera algo formal y traía un cuaderno.

—"Hola, preciosa".

—Hola —respondí

—"¿Puedes sentarte aquí?" —me ofreció sentarme en una silla cerca de él.

Al hacerlo, lucía supernervioso, de manera lenta se arrodilló frente a mí, la sensación de nervios comenzó a apoderarse de mi ser.

¿En realidad iba a pasar?

Me ofreció abrir el cuaderno y en lenguaje de señas me pidió leer lo que decía en voz alta.

—"Ana... como sabrás, ahora mismo no puedo hablar, por eso decidí escribirlo, porque no quería esperar para sanarme por completo para hacer esto, quería hacerlo ya porque, simplemente, tú lo mereces.
Sé que no he sido tal vez el mejor novio, tengo mis defectos, pero me has sabido entender y me has ayudado, estuviste en ese momento en el que pensé que nadie estaría, has hecho mi vida mejor desde que llegaste, has llegado a mi vida con una razón y es para llenarla de alegría —al leer esto tomó mi mano derecha—. Te aseguro que habrá épocas duras, llegará un momento en el que uno de los dos o los dos vamos a querer acabar con todo, pero te garantizo que si no te pido que seas mía hasta la eternidad me arrepentiré de no haberlo hecho, ya que eres la perfección hecha mujer. Siento en mi corazón que eres tú, la única persona con la cual quiero pasar el resto de mi vida, la persona con la que me veo teniendo aventuras, buscando y sirviendo a Dios, cuando pienso en todo eso solo te imagino a mi lado, eres tú a quien quiero a mi lado. Para siempre —dejé de leer un momento, mi voz se estaba quebrando, en serio eso me estaba pasando a mí. Volteé la hoja y esta decía las palabras que revolucionaron todo en mi ser: —. Ana, ¿quieres casarte conmigo?

—S-sí —respondí automáticamente y él rio de alegría—. Acepto casarme contigo —me agaché y deposité un beso en sus labios, luego él puso el anillo de compromiso en mi mano izquierda.

Creo que este momento no podría ser mejor. Nunca me imaginé un momento mejor que este para que él lo hiciera, él siempre ha sabido cómo sorprenderme y hacer las cosas sin que yo me dé cuenta de lo que está pasando alrededor.

Soy muy afortunada de tenerlo en mi vida.

Desde que lo conocí lo supe y no puedo creer que uniré mi vida con él.

Seremos uno en Dios y es tan bonito.




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