Esclavos

Esclava2

ESCLAVA2

Buenos Aires 1988

Hace tanto tanto frío, los pies se le retuercen arañando el suelo rugoso, no siente la superficie, quisiera dormir pero el fuego del frío se lo impide. Cierra los ojos con fuerza, se lleva las manos a las gélidas orejas, no quiere seguir oyendo los gritos, quiere dormir, por Dios. Virgencita haz que se acabe, te lo suplico, mañana te llevo flores, te lo ruego, ponle fin.

La habitación, y es mucho decir; húmeda, pequeña, asfixiante, hundida en un sótano. Se ventila a través de una diminuta tronera por donde antaño metían la carga de carbón para los fríos inviernos, ahora reconvertida en “amplio ventanal” como dice Susi cuando está de buen humor. Deja pasar la luz amarillenta de la farola, donde hacen pis todos los perros del barrio, las cucarachas entran y salen por los huecos mal cerrados, el frío las sigue. Ella al fin está acostumbrada, desde que tiene memoria ha vivido allí. Ha aprendido a ocultarse de los amigos visitantes en un zulo o agujero, en el muro de contención que da a la calle. Susi lo cubre con unos jirones de tela a modo de cortina.

Esclava2, está agotada ni lágrimas le acuden, únicamente quedan surcos secos y pegajosos en sus heladas mejillas. Asoma la cabeza tímidamente para ver el camastro donde su madre; no madre no; ella quiere que la llame, Susi. Eso donde Susi, vuelve a atender a otro visitante. Está gritando, no sabe si le duele, no deja de gritar, Esclava2 no quiere interpretar los gritos.

Por fin el silencio; pero no es el silencio de otras veces, este es más pesado, no deja rastro de susurros, no hay sábanas moviéndose. Vuelve a mirar ahora con más detenimiento, el visitante, está poniéndose la ropa. Ella siente un asco y unas ganas vomitar incontenibles. Hay un nuevo olor en la habitación, apenas ve el bulto de Susi en la cama, entre las tinieblas, una gran mancha negra va creciendo. ¿Qué puede ser? Un leve rayo de luz incide en las sábanas, no es negra, la mancha es roja, muy roja. Esclava2 grita, no puede contenerse. El visitante de pronto descubre que no está solo, tiene testigos. Ella cae en su error, es tarde para enmendarlo. El se gira de golpe, en un salto la tiene cogida por la muñeca. Se acerca a los labios la hoja de la navaja, aun goteando sangre de Susi, le hace un gesto de silencio.

Esclava2, temblando de miedo y frío, llora de nuevo. Entiende la orden, ahoga el grito que salía por su boca. Extiende una mano, roza el pie desnudo de Susi, mientras una palabra muere en sus labios “mamá”, el sobradamente conocido sabor de las lágrimas llega a sus labios. Le salen sin control, sin fin, sin el más mínimo pudor, llora y llora, entre hipidos y palpitaciones. La mano que le queda libre pasea de los ojos, al sucio vestido; en un continuo movimiento, vano esfuerzo por secarse la cara.

Él la mira sin compasión, sin piedad. De pronto, la hermosura y su joven cuerpo lo dejan pasmado. El deseo lo invade de nuevo, ahora será mucho mejor que con la puta vieja. Le arranca el vestido, la tira al suelo, donde la sangre comienza a chorrear por la mano colgante de Susi.

Esclava2 hace rato que carece de voluntad, sus sentimientos, su inmensa tristeza, su miedo, su inocencia, su vida entera está fuera de control, se deja hacer. Puede imaginarse lo que la espera, pero las fuerzas para impedirlo han desaparecido.

Él la monta, abriéndose paso, sumando más dolor al infinito llanto que la rompe, su alma se está haciendo añicos, nadie podrá recomponer a esa niña que está muriendo en este momento.

Barcelona 1999

Se acaba un siglo, un milenio. Nacerá un nuevo mundo en pocos días. Se oyen cohetes, la gente está alegre, esta navidad es un poco distinta, es la última del SXX.

Desde su balconcito Esclava2 mira sin ver, la algarabía que se arremolina en la calle Escudillers. Hace años que no ve, el mundo le es indiferente, cada día es igual al anterior; ninguno muestra indicios del perdón que necesita su alma; podrida, asqueada. Sabe que esta tarde, como la anterior, como la próxima, unos nudillos golpearán la puerta, ofreciendo un repugnante billete a cambio de unos gemidos y un desahogo, ella los simulará, como no puede ser de otra forma. Después en una compulsiva ceremonia, se lavará hasta enrojecer, querrá desprenderse del asco, como si fuera una segunda piel, le lleva tanto tiempo sentirse limpia que hay días, que no gana ni para pagar la pensión.

Tock-tock.

Adelante – dice Esclava2

Hola, me envía tu amigo Narcís – dijo el visitante. Éste al menos, no huele a sudor, tiene pelo corto, afeitado, algo tímido, parece un estudiante inexperto. El que sea atractivo o no, carece de importancia, tiempo atrás un guapo muchacho era preferible a un arrugado viejales. Ahora eso es intrascendente, se trata de un cerdo más, que paga por lo que es incapaz de conseguir por méritos propios, tan sólo por eso, pierde cualquier posible valor humano.

Entra estás en tu casa, tendrás frío de la calle, ¿verdad? – preguntó ella, tratando de ocultar la repulsión que le provocan sus “clientes”.

La verdad hace bastante fresco.

Pues yo estoy bien caliente, uff diría que me sobra algo de ropa, tengo buena calefacción. ¿No crees? – mientras sujeta y empuja hacia arriba sus pechos, para hacerlos parecer más grandes de lo que realmente son ,  mostrar más carne para la lujuria.




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