Escritober (reto de octubre)

Día 6: Demonio interior

Narra Shadow

 

Son voces. Voces en mi cabeza. Ellas gritan. Ellas me reclaman. Ellas están aquí.

Él me ha traicionado. Él me ha abandonado. Regresa... Regresa, por favor. No me dejes aquí.

Me llevan al exilio. Me llevan a una tierra muerta. Me llevan a que me pudra.

 

Miedo. Tengo miedo.

Sangre. Estoy sangrando.

Me duele. Me duele.

Está frío aquí. Las voces siguen. Ellas no callan. Nunca han callado.

Las voces gritan ahora. Son los demonios susurrantes, que han vuelto. Ellos están aquí de nuevo. Ellos llaman impaciente al demonio que duerme dentro de mí. Quieren que despierte y me convierta en una sombra oscura. Es un demonio que sé que existe porque a veces se cuela en mis sueños y me hace temblar. Tiene los ojos rojos y está hecho de humo y sangre. A veces me mira... A veces yo soy él.

—Estás solo, Shadow —dicen las voces. Su risa me estremece. No quiero que me digan mi nombre, porque fue un regalo de mi amigo.

—Él te ha traicionado, Shadow —habla otra. Es ronca y honda—. Es como todos. Él nunca fue tu amigo, solo fuiste un juguete del que ahora quiere deshacerse.

—Ven con nosotros. La oscuridad te protegerá.

—¡Callaos! ¡No quiero escucharos! —grito. Ninguno de mis carceleros parecen inmutarse de mis chillidos.

—Eres como nosotros. Eres oscuridad... Siempre lo fuiste. Siempre lo serás.

Los siento alrededor. Están aquí aunque no pueda verlos. Me acarician la piel herida con sus fríos dedos y parecen enredarse en mi cuerpo como sombras fantasmales. Se alimentan de mi pena y mi angustia. De mi miedo. De mi desesperación.

Absorben mi luz. La luz que él me regaló aunque fuese diferente. ¿Él... no vendrá a por mí? ¿No me rescatará?

—Nadie te quiere ni te ha querido jamás. Hasta tus padres te dejaron tirados, pobre alma desgraciada.

—Todos te aborrecen. No tendrás un hogar jamás.

—Si no nos sigues estarás destinado a ser solo cenizas. Morirás. Morirás.

Que paren. Que alguien los calle. Que alguien me saque de aquí. No quiero escucharlas. Mi demonio interior despierta. Él está hambriento pero no quiero convertirme en él.

—Orym nunca te quiso. Él ya no vendrá a salvarte, porque ya no le sirves. No es tu amigo. Nunca lo fue.

¿Él no me quiere...? ¿No es mi amigo?

—Te ha traicionado. Te odia —La risa del demonio susurrante se cuela por toda mi médula y me rompe en dos. Sus palabras calan en mi alma, que se vuelve negra.

Me ha traicionado. Me ha dejado tirado a pesar de lo que fuimos. Amigos que se hicieron hermanos. Compañeros.

Sus promesas se quedaron vacías y se rompen hoy como el cristal. Caen, muertas. Caen, sin sentido. Caen, traicionadas.

Promesas venenosas. Promesas que hoy me hacen daño. Promesas que se vuelven monstruos que se arremolinan a mi alrededor. Él prometió protegerme. Él prometió no dejarme solo.

Hoy la voz de esos niños se desvanece y son solo gritos del ayer.

Solo. Vuelvo a estar solo por su culpa. El mundo no me quiere. El mundo no me quiso. El mundo me odia.

La luz es mala. La luz es sufrimiento. La luz es injusta. La luz es Orym pero me ha traicionado.

—Oscuridad.. .—susurro. Creo que es la voz del demonio de mi ser. Ha despertado y está enfadado. Quizás las voces también son ese demonio.

—En la oscuridad no estarás solo. Todos los elfos oscuros te adorarán. Serás poderoso. Serás invencible. Rydur te protegerá.

—Podrás vengarte. Vengarte de todos.

¿Vengarme? ¿Quiero vengarme?

Sí. La venganza sabe bien. Me gusta.

Aprieto los puños y una sonrisa malvada se dibuja en mi rostro. Abro mucho los ojos y sé que si me viera desde fuera, observaría una mirada psicópata. Pero ya me da igual.

Siento algo removiéndose dentro de mí, queriendo esparcirse por cada recoveco de mi cuerpo. Es el demonio. Ha llegado y lo quiero dejar escapar. Es la maldad, que me llama.

Una risa. Me libera. Puedo respirar. Mis lágrimas anteriores se secan.

La oscuridad ha llegado. La oscuridad me abraza y borra cada tramo de luz que creí tener, pero que jamás tuve realmente.

Aquel niño que fui ya no está. Orym lo ha matado. Orym lo ha traicionado. Ya no podrá seguir viendo estrellas ni buscar a las fugaces. Ahora soy esto. Oscuro, sienta bien ser oscuro.

El olor a mi propia sangre me termina de dar ese odio que ahora siento. Un odio tan negro como la noche más profunda, sin luna ni estrellas.

Cuando me dejan tirado en estas tierras muertas para siempre, mi rencor aumenta y olvido todo lo que fui. Y solo puedo pensar en vengarme.

Los demonio susurrantes ríen y yo río con ellos. 

 



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En el texto hay: relatos

Editado: 31.10.2020

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