Escritos

La oscuridad del corazón

¿En qué momento la tristeza pasa de ser un sentimiento esporádico a convertirse en parte de tu vida diaria?  Llega un punto en el que ni todas las palabras del diccionario logran describir los sentimientos que crecen en el interior. Es como si repentinamente la luz se esfumara y se caminara por un sendero de oscuridad al que no se ve fin.

Querer correr sin cesar, pero a su vez no saber a donde ir, escuchar los sonidos del día y sentir como si todos encajaran en el mundo menos nosotros, tener que dar sonrisas fingidas a las personas en la calle, esperando que la noche llegue para que el silencio dé una sensación de tranquilidad, como si el mundo se pusiera en pausa, rogando para que el sol espere un poco más en salir nuevamente.

Anhelar pedir auxilio y a su vez sentir que no merece la pena ser escuchados, que posiblemente nos mirarán como exagerados por no tener el valor que otros tienen, que nos ahogamos en un vaso con agua. Mirar hacia atrás para recordar las sonrisas y sentirlas tan cerca, pero a su vez tan lejos.

Sentir esos abrazos del pasado que ya no están y reprocharnos el porqué no los hicimos durar más, teniendo los Te amo atorados en la garganta, sin poder sacarlos, pues ya no nos escuchan.

El reproche más duro que podemos recibir es de nosotros mismos, cuando nos damos cuenta de lo equivocados que estábamos y que todo ha quedado escrito con cincel en la vida sin poder borrarlo, cuantas heridas provocamos pensando que éramos fuertes, cuando en realidad vivíamos en una mentira, en donde tres mentirosos nos susurraban al oído.

El primer mentiroso es el orgullo, aquel que te impide pedir perdón aun cuando sabes que te equivocaste y dañaste a quien más amas, pero te seduce, convenciéndote de que haces lo correcto, te sella los labios, gritándote que no puedes verte débil cediendo.

El segundo mentiroso es la arrogancia, esa que te llena de una vanidad al creer que eres merecedor, justificas tus actos hacia otros como si fueras juez y tuvieras la autoridad para hacer juicio porque te has ganado tantos derechos para hacerlo, queriendo siempre que den todos los pasos por ti, pero nadie siendo merecedor de que demos un paso.

El tercer mentiroso es la soberbia, siendo tan engañosa como las otras dos, creándote un falso mundo en el que piensas que no necesitas de otros, que eres tan fuerte como para soportar cualquier cosa que la vida te lance y mantenerte de pie solo, sintiendo pena por aquellos que no pueden tener tal fortaleza.

Esos tres mentirosos son como puñales enterrados en puntos estratégicos, que poco a poco van haciendo heridas más grandes y cuando logras sentirlo ya es porque te estás desangrando, porque las lagrimas no desaparecen de los ojos, te has quedado solo y definitivamente no pudiste ser tan fuerte para mantenerte de pie y ahora estás de rodillas ante la vida.

Te preguntas que hiciste para merecer todo ese dolor que desgarra, pero la respuesta no te es desconocida, la vergüenza te inunda y verte al espejo ha dejado de ser agradable. Quieres rogar por ayuda, pero no la pides minimizando lo que sientes, creyendo que lo mereces y todos tienen una vida llena de ocupaciones importantes y que tu no mereces la pena.

¿Cuándo terminará la oscuridad y se verá la brillante y reluciente luz? Seguir caminando hacia ella cuesta cada vez más, las fuerzas se debilitan, los pensamientos de desesperanza se hacen cada vez más presentes, cuestionas tu lugar en el mundo y si alguien más lo merecía.

Levantar muros impenetrables parece cada vez más loable, te sientes como veneno que puede matar. Cada día que se despierta es como una copia del día anterior, siendo incluso peor, te refugias en las cosas materiales, pero eso tampoco alcanza para llenar el corazón.

El corazón se está enfriando, sintiéndose entumecido, sin saber que esperar ya, rogando con fuerza por piedad y la pregunta sigue siendo ¿Cuánto tiempo más hay que aguantar?




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