Me encontraba sentada, viendo mi vida pasar frente a mis ojos. Encerrada en medio de mis cuatros paredes, mis fieles testigos; y mi eterna y fiel soledad me acompañaba como de costumbre.
Aun estando en una fuerte tempestad de dudas y desilusiones, solo rondaba una sola pregunta en mi cabeza: ¿Qué será de mi futuro?; era una pregunta simple pero que atormentaba de manera espantosa a todo mi ser, pero aun así tenía curiosidad, quería saber por qué veía todo turbio y gris como si tal no existiera.
Me preguntaba qué sería de él, si estaría junto a mí o por fin se marcharía. Me preguntaba qué será de las personas que dicen ser mis amigos, me preguntaba si mañana serán los que realmente prometen ser hoy, si todos los que me juran hoy estar siempre de verdad lo harán.
Me preguntaba cuáles serán los nuevos golpes y las nuevas caídas que la vida me brindaría. Cuáles serán las formas que utilizaría para joderme la existencia.
Sin pensarlo mucho me tumbé sobre el suelo, mirando fijamente el techo, en un profundo silencio sentía mi corazón acelerar sus latidos y este resonaba en toda la habitación. Me llegó a la mente la imagen de un gran bosque lleno de vida, pero al pasar los años que eran como segundos, sus árboles iban perdiendo esa hermosura, esa vida, sus hojas secaban y se caían, sus ramas se quebraban y finalmente sus troncos morían. Pasado un tiempo, observé que entre todo ese paisaje de muerte solo quedaba un solo árbol con vida, y vi como sus hojas empezaban a dorarse dando la señal de una muerte cercana que terminaría de una vez por todas con el gran bosque.
Entonces en ese momento me pregunte: ¿Y si este presente es mi futuro?, ¿Y si mañana no existe para mí?, ¿Y si después de esta vida no habrá otra?
La respuesta a todo es...No lo sé.