En la ciudad que se disocia el tiempo, donde los sueños y la realidad se entrelazan, bajo el manto dorado del atardecer brillante, nace un romance que las almas abrazan.
Las calles, testigos de encuentros y miradas, susurran secretos al viento que pasa, mientras dos corazones se entrelazan, en un baile de amor que nunca se cansa.
Se disocia el bullicio, solo existen ellos dos, enredados en un abrazo que no tiene final, los latidos se sincronizan, son un solo compás, mientras el sol se desvanece en el cristal.
El atardecer pintado en tonos cálidos y suaves, refleja el fuego que arde en sus miradas, y en ese instante, la ciudad se desvanece, solo existe su amor, sin más palabras.
En este lienzo de pasión y ternura, donde el tiempo se desvanece en el aire, dos almas entrelazadas por la locura, crean un poema eterno, imposible de disociar.