Ese beso en Paris

31|| Dibujo

WENDY

—Estamos bien mamá—ruedo los ojos a pesar de que puede verme en la pantalla, ella lo nota y como era de esperarse me regaña.—hace media hora que estamos haciendo videollamada y has preguntado si estábamos bien unas diez veces mas o menos.

—Hoy fuimos a la playa—nos interrumpe Emily—tenías que ver como los peces nadan a mi alrededor, me sentía como la sirenita—su rostro adquirió la misma emoción que ayer por la tarde cuando fuimos a la playa con las chicas. La idea era estar prácticamente todo el día tomando sol y comiendo algunos aperitivos mientras observábamos a todos los chicos habidos y por haber de la zona, estuve a punto de aceptar la salida cuando recordé que Emily también debía ir y no sabia si ellas querrían, finalmente resulta que a las chicas les encantan los niños y tanto ellas como yo terminamos en la playa jugando al voleibol y comiendo emparedados bajo nuestras sombrillas.—¿puedo teñirme el pelo de rojo? así me pareceré mucho mas a ella—el rostro de mi madre al escuchar la propuesta de Emily se transformó de tal manera que quedó atónita, por mi parte estallé de la risa.

—Emily, tu ya eres pelirroja—aclaro lo obvio

—Lo sé, pero quiero pintarlo de rojo, esto—señala su cabello—es anaranjado, el de la sirenita es rojo como eso—esta vez señala la tapa de un libro que hay sobre mi cama. (Un libro que por cierto hace semanas que lo he comenzado y no he podido terminarlo, maldito bloqueo lector)

—Cariño, tu cabello es hermoso de ese color, no es necesario que lo tiñas para parecerte a alguien más.—El labio inferior de mi hermana comienza a temblar.

—¿P-pero por que tu puedes pintar tu cabello y y-yo no puedo?—pregunta Emily ya con gruesas lágrimas deslizándose por su blanca piel

—Buen punto—respondo riendo y mi madre me asesina con la mirada.

Tras una larga charla sobre el tema: tinte de cabello, dimos por finalizada la videollamada, eran las once de la noche y al otro día debíamos madrugar, la estadía de Emily en el pueblo había llegado a su fin.

CHASE

No siento los brazos, pero mucho menos las piernas. El entrenamiento del día de hoy me dejó exhausto. Por una parte se debe a que hacía varios días que no teníamos un entrenamiento tan agotador, y por otro lado porque ayer luego de salir del apartamento de Wendy fuimos a un bar con Alex y Caleb y nos faltó únicamente bebernos el agua de las plantas, porque nos bebimos y probamos literalmente todo lo que había en la barra.

Cuando salí del apartamento de Wendy estuve a punto de sugerirle que viniese con nosotros pero no creí que fuera lo adecuado, en principio porque estaba con su hermana y segundo porque luego de la charla que habíamos mantenido no creía que fuera lo correcto. Por primera vez en mucho tiempo asistí al bar con la idea de divertirme con mis amigos, beber y a pesar de que se me da muy mal: bailar. Asistimos al mismo bar de siempre, por lo que las personas que estaban allí eran las que, como nosotros, conocían el sitio como la palma de su mano. Nos conocemos hasta al limpiador de los baños. (Literalmente, en más de una ocasión me han encontrado... bueno... en un momento de intimidad con alguna que otra chica). Todos allí saben como soy durante las fiestas: bebo hasta quedar inconsciente, me lío con todas las chicas que aparezcan frente a mi campo de visión, incluso con mas de una al mismo tiempo, y hablo con todos los que se encuentren allí, no importa si los conozco o no, en mi defensa  a esto último, me considero una persona demasiado sociable. Pero como venía diciendo, debido a que ya todos conocen mi fama en sitios como ese no me sorprendió tener a mi alrededor a varias chicas insinuándome para huir de allí, ya sea al baño, a la terraza, a la parte trasera del bar que casi nadie conoce, o a sus casas, pero me sorprendí a mi mismo cuando decliné a todas esas ofertas. No fue una noche tranquila debido a la cantidad excesiva de alcohol que bebimos, pero si fue tranquila con respecto a las chicas.

Algo dentro de mi me decía que hoy no debía salir con nadie, que era una noche entre los chicos y yo. Algo dentro de mi me decía que tras la conversación con Wendy en la mañana/mediodía nos había unido un poco más. Estaba comenzando a conocer esa parte de ella que al parecer nadie conoce, ella se había abierto afectivamente conmigo tal y como yo lo he estado haciendo con ella estas últimas semanas. Esa gran muralla que suele construir entre nosotros dos estaba comenzando a desmoronarse poco a poco.

Sé que yo soy una persona demasiado abierta por así decirlo y muy extrovertida, por lo que se me dificulta no ver a las personas que me rodean de igual manera. Suelo ir por la vida viviéndola al máximo, expresándome tal y como soy, sin ningún filtro. Incluso podría decir que no necesito estar pasado de copas para comenzar a hablar de mi vida, de mis problemas, sentimientos o incluso de mis miedos (a decir verdad debe ser el único tema del que se me dificulta hablar)

La puerta que dirige a las escaleras se abre y logra hacerme volver a la realidad. No es necesario girarme y alzar mi vista hacia ese rincón de la recepción para saber que, quién está atravesando esa puerta es Wendy. Ella es la única en todo el edificio que no utiliza el ascensor.

—¡Chaseeee!—grita la pequeña pelirroja al mismo tiempo que intenta correr hacia mi. Digo intenta porque la gran mochila que lleva en su pequeña espalda le impide moverse con la facilidad que ella desea.

—¿Cómo estas pequeña? ¿Te ha gustado el pueblo?—pregunto deduciendo que está a punto de irse por la mochila que ella lleva y las maletas que carga su hermana.

—Me encantó, la playa ha sido lo mejor—me dedica una enorme sonrisa y tras ese gesto noté el gran parecido que tiene con su hermana a pesar de ser completamente diferentes en cuanto a lo físico.

—Pues me alegro que pudieras disfrutar de este hermoso pueblo—Wendy se coloca  a su lado y comienza a arreglarle su alborotado cabello en dos trenzas que caen a ambos lados de su diminuto rostro.




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