Espada de Hierro

Trato

VIOLET

 

Después de quedarse sentada en el suelo, durante tanto tiempo, que el agua de la tina ya estaba completamente fría, se puso de pie, se desnudó, quitándose la ropa maloliente  junto con las botas y se metió al agua, restregándose con delicadeza, evitando lastimarse las manos, observo las tres cicatrices blancas que recorrían su muslo, el recuerdo de hace un año. El tinte rojo del cabello salió, manchando el líquido de la tina, hasta dejar el increíble color violeta a la vista, que nadie debía descubrir, o terminaría muerta, nadie poseía ese color, si alguien la viera, la enviara con el rey, y juzgarían como una Warcklos, cosa que ella no era, ya que no poseía ni una pisca de magia. 

Los innombrables o los malditos, eran los inmortales que poseían magia, habilidades inimaginables, ellos eran los que provocaban que la tierra fértil muriera, eran seres sin control que asesinaban y hacían que la peste llegara, por lo que cada uno de ellos, por decreto del rey debía morir, cualquiera que mencionara su nombre seria castigado. 

Luego del largo baño, salió del agua, y se amarro una toalla, que encontró colgada en la pared, por debajo de los hombros, alzo la vista y miro su reflejo en el espejo, nunca antes se había visto tan detalladamente, solo lo había hecho atreves del reflejo del agua de la quebrada, pero verse en persona era completamente diferente, los huesos de la clavícula, se le marcaban demanera aterradora, junto con las costillas, sus brazos demasiado delgados, los ojos se veían demasiado grandes para su rostro además de hinchados, el cabello le llagaba hasta a los hombros, las orejas puntiagudas fae, las bolsas debajo de los ojos eran pronunciadas, no le gusto lo que vio en el espejo, por lo que aparto la mirada, hubiera sido bonita, de no ser por su excesiva delgadez. 

Iba a ponerse su ropa de nuevo, pero descartó la idea al ver que estaba completamente sucia. Salió del cuarto de baño, y en el closet, solo vio vestidos grises, todos iguales, con mangas volantes, vistió con ropa interior, y uno de los vestidos, se puso unos zapatos planos, luego se colocó un gorro de lana para que tapara completamente el cabello, se cambió las vendas por otras, como le había enseñado la curandera. Requería de bastante tiempo y ser meticulosa, para que cada trozo de carne destrozado, no pudiera notarse. Trataba de disimular cuanto le afectaba, ver su piel así, no sabía que iba a extrañar la antigua piel llena de callos y cicatrices. 

Cuando salió al pasillo no sabía cuál camino la llevaría al comedor, se estaba preguntando si tomar el lado izquierdo o el derecho, dio un brinco al encontrar a una niña, enfrente de ella, era hermosa, con el cabello rubio lizo,de ojos azul-verdoso, llevaba una trenza elaborada, que dejaba que una parte del cabello, callera sobre su espalda, llevaba puesto un vestido gris, pero con un modelo más lindo, le dio una sonrisa encantadora a Violet. Pero luego la niña observo el gorro y las vendas con curiosidad. 

—soy Elissabat, me enteré de que eres nueva, así que si quieres te puedo enseñar la casa, y ¿ tú eres?—hablo con amabilidad, Violet se vio tentada, no quería hacer más amigos, cuando ya tenía los suyos, aunque una ayuda no le vendría mal. 

—La casa?—Violet estaba claramente confundida, no esperaba que se refiriera a este lugar como una casa, se aclaró la garganta—lo siento, soy Violet— 

—entonces Violet, déjame conducirte—hizo un gesto con la mano para que la siguiera. 

Caminaron por el amplio pasillo, algunas personas la quedaban mirando con curiosidad, pero enseguida apartaban la mirada. Elissabat le enseño de vistazo la biblioteca que según le explico Elissabat, solo se les permitía leer el manual del correcto funcionamiento de la sociedad, no les enseñaban ni historia, ni arte, solo el mismo libro, pasaron por el área de enfermería, o la sala para tomar él te por la tarde, donde habían unos cuantos sofás de terciopelo con cojines, con una mesa en el centro, pasaron junto a unas escaleras en aspiras que conducían hacia abajo, aparentemente la cocina, le explico Elissabat, también los establos donde estaban los caballos, que no estaba permitido montarlos, pero si tocarlos, y por último, lo que intrigo más a Violet, fue el salón de baile de ballet, donde todas las niñas practicaban diariamente, era un salón enorme, con espejos del suelo al techo, con un efecto visual, que enseñaba mariposas azules y rosas, que volaban y luego desaparecían en un millón de pedazos, dejando solo los espejos nuevamente. Violet lo miro con la boca abierta, sin poder ocultar su asombro. Todo cuanto había visto hasta a hora parecía estar bien, pero no podía confiarse, era demasiado bueno para ser verdad. 

—¿Quién es el dueño del lugar? Y porque todos vistes de gris?— pregunto Violet sin poder aguantar la curiosidad. 

—es Madan Stromy, ella mantiene una relación de amista con el Rey, ella entrena las niñas hasta que se convierten en señoritas, para que bailen en el gran salón principal, con respecto a lo otro, él rey está empezando un nuevo  movimiento, de que todos deben vestir del mismo color, no sé lo que significa, pero ya te acostumbraras—respondió Elissabat. Eso le provoco un repentino sentimiento de pánico. 

—cuantas niñas hay aquí?— pregunto 

—umm, creo que por lo menos unas veinte o más—dijo como si fuera algo normal. 

—yo pensé...es que—balbuceo, sin saber cómo decirlo correctamente. 

—que pensaste?—ella la miro de reojo. 

—que un lugar así solo podía guardar oscuros secretos, ya sabes, como esclavizar a las niñas—lo dijo antes de detenerse, Elissabat la miro alarmada. 

—Shhh, decir eso es demasiado impropio, Madan Stromy no permite que eso suceda, tal vez en otros lugares, lo he oído y créeme contamos con mucha más suerte— dijo ella, de repente mirando a la nada, sacudió la cabeza—en fin, ten por seguro que aquí nada de eso sucede— 




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