CAPITULO 1
Voy a relatarles lo que mi familia ha vivido desde hace más de dos años recuerdo, recuerdo exactamente la primera vez que yo lo note, aunque creo que para toda mi familia el inicio se marcó en un momento distinto un lunes por la noche cuando estaba poniendo en orden la pequeña biblioteca de mi padre, mi papa es un gran lector y aún conserva cientos de libros maravillosos que pertenecieron a sus abuelos, estando en la biblioteca luego de unos minutos de haber echado un vistazo a un libro, algo llamo mi atención, una voz, una vocecita cantando una canción, no sabía que canción era pues al parecer solo estaba tarareando lo que si sabía es que se trataba de una voz de una pequeña niña en ese momento mi padre entro a la biblioteca y me miro completamente confundido en seguida entro mi hermana, quédense aquí, nos dijo mi padre y comenzó a revisar lentamente y con cuidado habitación por habitación toda la casa no estoy segura de por qué pero había algo en esa voz que nos aterraba que nos hacía darnos cuenta que no era algo bueno, no es parte de nuestro instinto asustarnos por el sonido de una niña tarareando una canción excepto quizás cuando sabes que no hay ninguna niña en tu casa, cuando mi padre reviso el último rincón eso que estaba cantando paro, desde ese día nunca más he podido soportar escuchar esa canción, ni he pensado siquiera investigar que canción es o cuál es su nombre pero puedo reconocerla muy fácilmente, en esa ocasión mi padre trato de tranquilizarnos para hacer de cuenta que nada había pasado pero en el fondo, en el fondo sabíamos que algo había cambiado para siempre.
Hay cierta desesperanza al saber que nadie te puede ayudar cuando sabes que hay algo, algo que no está vivo habitando tu casa, dos o tres días más tarde me despertó a la mitad de la noche un grito desesperado de mi madre y segundos después la voz de mi padre intentando calmarla de inmediato corrí hacia el cuarto de mis padres, mi hermana ya estaba perada en la puerta de su habitación, mi madre lloraba sentada a lado de la cama y mi padre la abrazaba y la apretaba contra su pecho nos dijo que nos fuéramos al cuarto de la abuela y durmiéramos juntas ahí, ese cuarto había estado totalmente deshabitado desde que la abuela había fallecido años atrás pero conservaba todas sus cosas intactas, es también la única habitación del segundo piso sin ventanas y precisamente por eso mis padres nos enviaron ahí, al día siguiente por la mañana supimos lo que había provocado el grito de mi madre tenía una pesadilla soñaba nuevamente con esa primera noche en la cual escuchamos el canto de la niña, pero en su sueño mi madre se encontraba sola buscando por toda la casa algo la hacía buscar a esa niña desesperadamente, de repente un grito desgarrador la asusto, un grito que la aturdía como si viniera desde su propia cabeza, abrió los ojos para darse cuenta que era ella quien gritaba en verdad y justo frente a ella en la ventana de esa habitación en el segundo piso el rostro de una niña sin ojos sonriéndole de oreja a oreja mientras parecía flotar solo para observarla, mi padre despertó en ese momento, lo difícil para él fue calmar a mi madre y tratarla de convencer que no había nada en la ventana cuando él también podía verla, este ser esta cosa que sé que no es una niña llego de repente a nuestra casa y decidió quedarse ahí y atormentarnos aunque no puedo decir que antes no creyéramos en fantasmas, la verdad es que nunca habíamos experimentado nada parecido a algo sobrenatural, mis papas comenzaban a vivir permanentemente estresados más allá de los problemas económicos que preocupaban más que nada a mi padre, había días en los cuales podríamos estar de buenas hasta bromeando hasta que notábamos que el sol comenzaba a meterse y comenzaba a caer la noche, la niña comenzaba a ser menos tímida con nosotros la primera vez que yo la vi fue pasando por la cocina hacia el comedor llevando mi computadora para hacer la tarea y poner algún sonido como fondo una costumbre que tengo, de reojo vi una mancha blanca sobre la mesa como si fuese un animal de inmediato me quede detenida y una risa casi me provoca un infarto, no voltee pues verdaderamente tenía un miedo enorme, me quede congelada pero alcanzaba a ver lo que parecía ser una niña con un vestido blanco sentada como si fuese una gárgola sobre la mesa como metiéndose en sus rodillas, tallándose las manos como si fuese una mosca, y sonriendo, no sé como pero puedo jurar por mi vida que estaba sonriendo, se fue levantando poco a poco, esa cosa con apariencia de niña se levantó y estoy segura de que no cabía, pues agachaba la cabeza al llegar al techo, solo estábamos mi hermana y yo, no sé cómo y ni por qué pero mi única reacción fue hablarle a mi madre, gritarle, mi hermana me escucho y se acercó corriendo y esa cosa se desvaneció poco a poco o así lo sentí, siento que es muy significativo que en ese ataque de pánico le hablara a mi mama aunque no estaba lo sigo haciendo aun ahora cada que me siento así, lo hago aun aunque mi madre ya no está con nosotros dicen que los fantasmas no te pueden hacer daño, pero yo soy testigo de cómo estas malas energías fueron consumiendo a mi madre poco a poco noche a noche hasta que un día no oporto más, tres meses después de que todo comenzó, esta cosa se dejaba ver cada vez mas de reojo la mirábamos colocándose detrás de nosotros y después desapareciendo, pero se le aparecía de frente a mi madre, ella le describía como una niña con cara de anciana, a veces sin ojos con su piel cada vez más podrida pero siempre con una macabra sonrisa era un domingo como cualquier otro yo como de costumbre estaba con mi novio toda la tarde y a las siete y media recibí esa llamada de mi padre, mi madre había decidido quitarse la vida colgándose en el cuarto de la abuela pues ese era el único lugar en el cual esa cosa no entraba, mi hermana la encontró poco después, los paramédicos le dijeron a mi padre que mi madre había fallecido solo unos minutos antes de la llamada de mi hermana a emergencias, ese detalle durante meses solo lo supimos mi padre y yo no queríamos atormentar a mi hermana con la idea de que de haber llegado tan solo unos minutos antes quizás pudo haber salvado a mi madre, pero se lo dijimos, se lo dijimos cuando ella nos contó que ese maldito día se tardó más en entrar porque al querer entrar a casa algo o alguien empujaba la puerta desde adentro como impidiendo que entrara y se reía, esa risita de niña fue la misma risa que escuchamos toda la noche como si se burlara de nosotros.