Enical Trobaler
Era una tarde preciosa, ver el cielo tan azul me hacía pensar que recién estaba amaneciendo, esa tranquilidad de un día soleado adornado por nubes blancas como copos de algodón flotantes calaban hasta mi alma, la calle estaba particularmente limpia para ser medio día, de acuerdo, eso sí era extraño…
Una de las canciones más conocidas de Antonio Ulfrein conquistaba cada espacio del auto, a mi mente llegó la imagen de ese chico de rulos oscuros que reconocían como “El rey”, él había nacido para la música y nadie afirmaba lo contrario, compuso desde rock hasta baladas, todas y cada una de sus canciones fueron un éxito por todo el mundo, muy pegajosas, debo admitir.
Me acomodé el vestido celeste que hacía juego con el lazo de mi cabeza mientras tarareaba la canción meciendo mis sandalias blancas al ritmo de la música, vi por el rabillo del ojo que papá alzó el volumen moviendo la cabeza y cantando el coro.
Nunca he sido muy fan de escuchar música, no lo sé, prefiero caminar o leer escuchando la calle, el mar o el vacío de los parques, he visto a personas que no pueden vivir sin audífonos o sin conocer las últimas canciones en tendencia, en mi caso, no he sentido esa necesidad, he disfrutado a variados géneros y artistas como “El rey”, pero no me considero una fan o seguirle cada paso a un artista, sólo pensarlo me da flojera.
Papá bajó el volumen cuando se le pasó la euforia, la manga de su camisa blanca aparecía en campo de visión, ya que al estar sentada atrás del conductor no me deja verlo, el resto de la canción me envolvió, recordé las grandes portadas con su rostro hace menos de dos años…
-Antonio, murió de un infarto ¿Verdad?- pregunté apoyando la cabeza en la ventana a mi lado.
La noticia fue de lo único que se habló en todos los medios de comunicación por varias semanas, incluso meses, luego unas cuantas películas en su honor, documentales y todo lo que se podía vender sobre su vida, talento e historia en lo personal y musical, qué tanto había dejado a los demás sobre él antes de irse, aunque de lo personal no había nada, sin pareja ni hijos, se decía que era un amargado obsesionado con el trabajo, supongo que la corona tiene un precio.
-Las noticias dicen que tuvo un accidente con sus medicamentos llegando a una sobredosis accidental y eso le causo el infarto, salieron rumores de que él se lo provocó por depresión, aunque otros dicen que fingió su muerte y está retirado, en internet hay un video de su espíritu caminando por su mansión- dijo con humor, pude notar como sus rulos chocolate se movían, se estaba riendo y negando con la cabeza.
Roger Trobaler siempre ha sido un hombre realista y directo que no cree en los fantasmas o lo sobrenatural, cuando era niña y lloraba asustada en mi habitación, pensando que un monstruo iba a comerme, venía a arrullarme con su típica frase “Debes temerles a los humanos porque ellos si pueden hacerte daño” no sé si su intención era calmarme, pero al día siguiente no quería ir a la escuela, era muy divertido oír a mamá gritándole en el desayuno.
El ambiente le dio paso a otra canción de Antonio. ¿Otra? Debe ser el álbum completo…
“Depresión” fue la palabra que llegó a mí “¿Qué puede aterrorizar a una persona que lo tiene todo?” me pregunté inclinándome al asiento para echarme en él y mirar el techo “¿Es tan desolador el éxito? Cuéntame Antonio…” incité a la nada, me hizo algo de gracia, para hablar con él necesitaría un tablero de madera y un collar, creo.
Cerré los ojos reconociendo la canción “Tu mirada en mí”, no sé por qué, pero esa canción me gusta mucho, es pegajosa, me recosté de lado sintiéndome verdaderamente cómoda, es como si te cantaran en el oído transportándote a otro lugar, me ocurrían con pocas canciones.
“Ojos café, mirada traviesa,
sonríeme otra vez, sabes que quieres
¿Aún no le he contado a tu sombra?
¿Cómo me enloquece tu mirada en mí?”
-¡Enical!- diablos, me interrumpió en mi lugar feliz, abrí los ojos asustada viendo a papá con la vista fija en la carretera -No te duermas, no te voy a cargar esta vez y la festejada no puede llegar con cara de sueño a su almuerzo- advirtió fastidiándome.
-No estaba dormida, sólo disfrutaba la música- me excusé a la defensiva impulsándome para sentarme -Además ni de broma me duermo. ¿Y perderme esa deliciosa pizza que comeré yo solita?- uh, eso sí que me despertó.
Tenía motivos para estar feliz y no curiosear sobre la vida de un artista que nunca conocí y estaba muerto, celebrar mi ingreso a la universidad con solo 17 años de edad si era algo que debería captar todos mis pensamientos.
No necesitábamos la ocasión para salir, pero serviría muy bien para describir las fotos en redes sociales, entramos a parqueo de mi pequeño restaurante italiano favorito, las paredes eran de color rojo y crema con fotos de pizzas, pastas y lugares en Italia, estaba a medio llenar, había alrededor de 15 mesas, pero sólo 7 estaban ocupadas cuando encontré a mamá en una de ellas con mi hermana.
Geraldine Trobaler, mi madre, era la mujer más inteligente que he conocido, astuta, estricta y muy severa, pero con sus hijas se permitía ser dulce y consentidora, para el resto de humanos existentes en el planeta era un ser con el que se tenía que tener cuidado, incluso papá, logró enamorarla, pero dominarla jamás. Sus ojos verdes y pestañas largas a juego con su cabello azabache la hacían encantadora y risueña, bastaba que abriera la boca para quejarse y se iba la magia.
Nos estábamos acercando mientras papá guardaba las llaves del auto en el pantalón, en cuanto se sentó yo ya estaba sonriéndole al encanto de ojos verdes en la silla para bebés, Aferi tenía un vestido amarillo muy lindo que resaltaba sus rulos chocolate como los de papá.
-¿Cómo está la niña más bonita?– me sonrió al reconocerme alzando sus manos para que la cargara.
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Editado: 21.07.2022