Enical
Subir al auto de Antonio sin ser vista y casi huyendo se sentía como ser famosa o la querida de alguien, puaj, eso apesta. Lo que no apestó fue mi primer día, Carolina era agradable al igual que todos en la oficina.
Llegué sola al departamento, Antonio dijo que salía más tarde así que me ofrecí hacer la cena, ya no había caso en que Morelia cocine si ambos comíamos fuera. Me propuse hacer la comida favorita del rizado, pero caí en la cuenta que no tengo la mínima idea de qué sea, así que se me ocurrió hacer chaufa, busqué en internet y después de pedirle a Augusto comprar algunas cosas, tuve la comida lista.
Cuando llegó Antonio me había puesto ropa más cómoda, ya no hacía tanto frío así que usé mi vestido con el suéter rojo encima, tenía los ojos asustados y puestos en el arroz que estaba cocinando, seguro piensa que está quemado.
-Buenas noches- saludó olfateando, su nariz se arrugaba viéndose gracioso.
-Hola- contesté más suelta y confiada, sirviendo los platos.
-¿Qué hay de cenar?- preguntó con curiosidad mientras llevaba todo a la mesa.
-Chaufa- respondí con simpleza, su cara cambió a una de confusión absoluta que disfruté -Ve a lavarte las manos y cenamos, verás que sabe mejor de lo que suena, no me mires como si estuviera loca- me quejé empujándolo por la espalda cuando se quedó parado mirando los platos y a mí desde el comedor.
-Bien- obedeció sin quitarme la mirada de sospecha, se debe pensar que lo quiero envenenar.
-Antes de que me creas asesina, ya le invité un plato a Augusto y sigue respirando- informé cuando estuvimos sentados, de todas formas, esperó a que yo diera el primero bocado.
Con el sonido de la televisión de fondo se grabó en mi memoria como sus gestos cambiaron al probarlo, sabía que no existe ser humano que se resistiera al sabor de la comida peruana, ni a lo que yo preparara, cuando me salía bien.
-Oye- comenté intentando sonar casual.
-¿Si?- respondió bebiendo su refresco.
-Hablame de ti- pedí.
-¿De mí?- preguntó extrañado.
-Sí, de ti- afirmé prestándole toda mi atención, interactuar con otras personas hoy me ayudó a mentalizarme en que Antonio es un amigo más, no tengo por qué ponerme nerviosa y conocerlo ayudará a armarme ese concepto.
-Pues, soy cantante y compositor, dueño de una disquera, me llaman “El Rey”- empezó a mencionar desviando la mirada al techo.
-No, eso no- interrumpí frunciendo el ceño.
-¿Entonces?- preguntó ladeando la cabeza, parecía un niño.
-Háblame de ti, por ejemplo. ¿Qué comida te gusta más?- expliqué expectante a su respuesta.
-Pues, creo que me gusta el sushi o la comida asiática más que otras- contestó en tono dudoso.
-¿Color favorito?- continué, deduciendo que tenía carta libre.
-Azul- respondió casi de inmediato.
-¿Pasatiempo?
-¿Diseñar y perfeccionar canciones cuenta?- contestó inseguro.
-No, en tu caso es trabajo- negué divertida.
-Entonces supongo que ver películas- se encogió de hombros.
-De acuerdo. ¿Lugar favorito?
-Un valle- bajó ligeramente la voz desviando la mirada, no entendí si esa era mi señal a no indagar más -¿Es todo oficial?- esa sí era mi señal.
-Ya déjalo Sherlock, nos va a empezar a mirar raro- se quejó la Pinky mirando a la Nerd.
-Esta bien, ya terminé- se defendió la aludida apuntando un par de cosas en su pizarra -Creo que puedo armar un perfil con esto- agregó entusiasmada acomodando sus anteojos.
-Por ahora sí- respondí satisfecha.
-¿Y este interrogatorio es por…?- preguntó intrigado alzando una ceja.
-Por nada en realidad, solo noté que a pesar de vivir aquí no te conozco- me sinceré.
-Esta bien, yo tampoco te conozco ahora que lo mencionas- comentó mirándome con curiosidad, diablos, me está devolviendo la jugada.
-¿Yo? No tengo nada de interesante- confesé y volvió a alzar una ceja como respuesta –Bien- cedí -Pues mi comida favorita es la lasaña, mi color favorito es el rosado, mi pasatiempo preferido es leer y creo que me gusta ir a la playa- nombré contando con los dedos.
-Bien, lo recordaré…- aseguró dejándome en jaque dos segundos, es un amigo, no hay nada de qué alterarse -Estuvo delicioso, gracias- alagó antes de levantarse, llevándose lo usado al lavadero.
Lo ví limpiando los trastes, en verdad es la esposa perfecta, no le molesta hacer cosas de casa, compra en el súper, se me escapó un profundo bostezo con todo y lagrimeo que Antonio escuchó.
-Me vas a contagiar- acusó divertido -Ve a dormir, mañana también hay trabajo.
En ese momento recién sentí el cansancio del día -Está bien, te encargo el resto, que tengas buenas noches- me despedí apagando la televisión y dirigiéndome a la cama.
Los siguientes días fueron normales y me encantaron, tenía un empleo, era casi una persona normal, me obligué a ver a Antonio como un amigo, es obvio que nunca pasaría algo entre nosotros, solo cómodas charlas triviales en las cenas, desayunos que él hacía por las mañanas y películas un par de veces, nada más.
Era horrible pensar en mi familia, mis amigos y recordar que no estaban al otro lado de la puerta o de la calle, la rutina era buena distractora, pero no funcionaba por 24 horas, en especial en la soledad de mi habitación, donde era presa fácil de las lagrimas y la melancolía, pero por el cansancio del día al menos no era por mucho tiempo.
Al llegar el fin de mes todos estaban felices, había llegado el preciado día de pago, mi última conversación con Teresa me dejó una presión latente, la mentira, se supone que soy una universitaria, pero no tengo ningún registro de estudios, me propuse averiguarlo ahora que tengo dinero y puedo hacer planes sin depender mucho de Antonio.
La oportunidad se me presentó sola, Antonio tenía un concierto y estaría todo el fin de semana fuera, sólo tenía a Augusto vigilándome, así que armé un mapa con las universidades cercanas y me alisté para mi día de excursión por Madrid.
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Editado: 21.07.2022