Carolina
No voy a negar que me estaba divirtiendo, desde el mensaje de Theodor en cuanto entramos a la discoteca preguntándome dónde estaba, Enical me propuso olvidarnos de ellos y solo bailar porque sí.
Nos lo merecíamos, ellos invadieron toda nuestra atención y nuestros nervios por semanas, ya no caminábamos tranquilas, nos acostumbramos a guardaespaldas buscando fingir que el mundo de la mafia en la que entramos sin saber por confiar en ellos no significaba nuestras cabezas colgando de algún sitio.
Denori es tan idiota que a veces uno se pregunta si su cerebro no se formó bien, era tan inteligente para analizar algunas cosas y a la vez no podía entender otras tan simples, creyendo que siempre tiene la razón y las únicas salidas tontas que se le ocurren a la primera son las definitivas.
Y en el preciso instante que quiero mandarlo por un tubo a Chad y que le pique un alacrán…recuerdo sus ojos mirándome sinceros y tristes con toda la disposición a escucharme, entender qué hizo mal y en verdad mejorar…allí me doy cuenta que está esforzándose porque esto funcione, que quiere cuidarnos.
Con una plegaria para que Dios me de fuerzas, pero no muchas porque sino lo mato, le explico a mi despistado novio cómo funcionamos las personas normales.
Enical se perdió de mi vista, dejé a mi acompañante para buscarla sintiendo una ligera presión del ambiente, sabía que Theodor debía andar por aquí vigilándome así que empecé a buscarlo, de seguro Antonio tampoco le quitaría ojo a Enical, se le notaba en la mirada que la quería.
¿Por qué decirle que fue falso? Y luego que ella lo dejó, Enical me había dicho lo contrario, aunque luego se contradijo apoyando la versión de Antonio, ella terminó con él y no lo recordaba porque estaba en “shock”.
Enical es despistada, pero ¿tanto?...algo no encaja.
-Hola linda. ¿Tienes novio?- susurró un chico a mi lado.
-Sí y es un loco celoso así que si te vas ahora quizá no te mate- avisé desinteresada con una sonrisa amable antes de seguir caminando, pero se me puso enfrente.
-Me gustan los riesgos- contestó el moreno encogiéndose de hombros antes de intentar besarme, di un paso hacia atrás al instante.
-Y a mi me encanta desaparecer cuerpos- comentó Theodor ganándose nuestra atención apareciendo a su lado, con su retorcida y tierna sonrisa antes de alzar su teléfono -Además a tu novia Carla no creo que le guste verte aquí, bonito anillo de compromiso- agregó mostrando en su aparato la foto de el moreno con una chica en una red social, cambio a un semblante serio -Largo- amenazó.
-¿Fue de mentira, cierto?- cuestionó el cobarde con la mirada de pánico.
Negué con la cabeza mordiendo los labios para aguantar la risa, antes de que el tipo huyera.
-Me asombra y asusta lo rápido que ahuyentas a alguien- comenté sonriéndole -No veo a Enical, pero asumo que Antonio está con ella, vamos a buscarla- propuse volviendo a buscar entre las personas.
-Claro, pero creo que nuestro amigo olvido su billetera, que lástima. ¿Un trago?- sugirió sonriente alzando las cejas provocándome una risa -¿Te parece gracioso no responderme los mensajes? Lo del parque de diversiones aún me ha dejado secuelas- regañó mirándome mal.
-Sabía que estabas cerca- agregué inocente antes de rodearlo del cuello y dejarle un suave beso en los labios.
Es increíble como un cuerpo se acostumbra a otro, bastaba que me acercara y él fruncía los labios casi reconociendo mis movimientos de forma involuntaria, incluso en un par de ocasiones movía mis manos hacia él como reflejo y automáticamente las recibía sin deshacer su atención de lo que estuviera viendo o leyendo.
-¿No te gusta mi vestido?- pregunté haciendo un puchero para terminar de desaparecer la mirada molesta de sus hermosos ojos avellana, pasando a una de obediencia y devoción pura a mí.
No pudo resistirse y entrecerró los ojos presionando sus dedos en mi cadera de forma posesiva estrujándome contra él, por si no le quedaba claro a cualquier otro de este lugar que no se acercara, antes de besarme robándome una sonrisa en el proceso.
Así era él, muy seguro y amenazante con los demás, pero a solas se veía como un gatito abandonado, tan indefenso e inseguro que me derretía en segundos provocándome mimarlo, ahogarlo de besos y abrazos hasta que los ojos le brillaran y sonriera haciéndome olvidar que existe un universo fuera de él, no existe nada que pueda llamar mío lejos de esos ojos.
Antonio
-Oye, por aquí no parece estar el baño- la voz aguda de Enical confirmó mis sospechas mientras les seguía el paso.
Lo sabía, este idiota la engañó, Enical no puede andar por ahí sin supervisión. ¿Qué habría pasado sin mi aquí?
-Está por aquí, es uno más privado- informó llevándola de la mano hasta un sofá, había parejas chillonas intentando esconderse en los oscuros rincones. ¿No podían irse a una habitación?
En un movimiento rápido Enical cayó al sillón desorientada por el jalón del tipo que se sentó a su lado intentando besarla.
-Espera- reaccionó empujándolo con las manos en su pecho y me acerqué lo más rápido que pude -Lo siento, yo no quiero esto- se disculpó con vergüenza.
-Tranquila, lo vas a pasar bien- intentó persuadirla sonriendo de lado y quitando sus débiles brazos.
-No, aléjate- se quejó intentando detener su acercamiento.
-Te dijo que no- amenacé jalándolo de la camisa tan fuerte que sus pies volvieron a tocar el suelo cuando lo coloqué frente a mí -Ahora lárgate si no quieres que te desaparezca- avisé frívolamente, no sé que cara tenía, pero debía dar mucho miedo porque desapareció en un instante.
Resoplé aliviado antes de voltear y no encontrarla sentada donde la dejé hace un segundo, se volvió a desaparecer, vi su silueta caminando a un balcón y la seguí.
La brisa fresca de la noche me recibió dejando a la música en segundo plano, Enical estaba apoyada en la baranda mirando al cielo cuando me acerqué y la escuché tomar una bocanada de aire.
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Editado: 21.07.2022