Día tras día ese sentimiento hasta el último día de clases.
Ella era libre, podía extender las alas y volar lejos.
Él podía verla marcharse y sonreír.
Lo que no esperaba era que aún vestida con la toga y el birrete, ella fuera a buscarlo al salón.
No hubo palabras.
Solo un abrazo que habían estado conteniendo por todo un año.
Y luego un beso.
El beso más cargado de palabras calladas y sentimientos escondidos que podrían haberse dado.
Ella se lo regaló a él y él lo recibió con los brazos abiertos y lo devolvió con la misma carga.