PAIGE WINDSOR.
— Vení conmigo. —Se dirige a mi.
No me muevo solo me quedo ahí parada mirándolo.
— Ahora.
Empieza a caminar para su oficina, miro a Marvin por última vez y voy detrás de Leonard.
Entramos, se sienta y no dice ni una palabra.
Y yo estoy igual, no sé que decir.
— ¿Que hacías con Marvin?
— Nada solo hablábamos.
Siento miedo.
Por lo que los chicos dijeron de ellos y lo que yo he visto sus Padre no sin nada comprensibles.
— Espero que así sea, espero te mantengas alejado de él.
— Está bien. — Bajo la mirada.
— Si no es así, no te va a gustar lo que te pueda suceder.
Me amenazó.
Al parecer son peores de lo que me imaginé.
Lo único que hago es asentir en afirmación.
— Ya podés irte.
Aún con la cabeza abajo salgo del despacho del Rey.
Como maldigo el día en que me trajeron a esta casa y mis problemas empezaron.
Desearía jamás haber conocido a Leonard.
Aún tengo presente en mi mente ése recuerdo.
Estaba jugando con mi muñeca, la cual tenía desde que nací.
Cuando ví esos zapatos delante mío jamás pensé que ese hombre me iba a traer problemas.
Levanto mi cabeza para encontrar a Leonard Windsor delante mío quien en ese entonces no sabía quién era.
— Vos sos Paige ¿No?
— Así es señor ¿Necesita algo?
— Necesito tu ayuda, ¿Te gustaría tener una familia?
En ese momento mis ojos brillaron como nunca antes.
— Me encantaría.
Me ofreció su Mano, la cual acepte y me ayudó a pararme.
Aún tenía que levantar un poco la mirada por lo pequeña que era.
— Pues podría tenerla con una condición.
— ¿Cuál?. —Pregunte sin dudar, me hubiera gustado al menos hacer eso.
— Tenés que fingir ser otra persona.
En ese momento no supe la gravedad de esas palabras.
Pero por desgracia ahora lo sé.
— ¿Por cuánto tiempo?
— Hasta que yo te diga.
— De acuerdo.
Otra vez no dude, por qué no lo hice.
— De ahora en más tu nombre es Lara y jamás vas a mencionarla.
Lo mire a los ojos y acepte.
Cómo me arrepiento de haberlo hecho.
(...)
— Lara. —Hablo Pierce entrando a la cocina.
Cómo hay empleados me llama así.
Ya me está cansando eso.
No lo saludo, solo me levanto y salgo de ahí.
— ¡Lara! —Vuelve a llamarme así por si lo escuchan.
Estoy harta.
Todo esto ya me tiene harta.
— Deja de llamarme así.
Me mira sorprendido por como le hable.
— Sabes que lo hago por si los empleados escuchan.
Me da igual.
Ya todo me da igual.
— !Pues no me importa, ya nada me importa!
— ¿Estás bien? ¿Que pasa?
— ¡Pasa que me hubiera gustado jamás poner un pie en esta maldita casa!
— Todos ustedes me arruinaron mi vida.
— ¿Yo te arruine la vida?
Cuando me di cuenta de lo que salió de mi boca ya era demasiado tarde.
— ¡Si!
Me miro dolido y salió corriendo de la mansión.
— ¡Pierce! ¡Espera!
Salí corriendo detrás suyo.
Todo paso muy rápido tanto que no me dió tiempo a nada.
Vi el colchón, el cuerpo de mi hermano en el suelo con sangre.
Y lo único que escuche era a mi gritar su nombre una vez que estuve al lado suyo.
Todo es mi culpa.
Todo esto es mi culpa.
Hasta haber llegado a la mansión Windsor es mi culpa.