1.

Amanda era una chica normal, tenía amigas, eran un grupo pequeño pero ellas estaban felices así. Estaba en su 3 año de secundario, no tenía tan mal sus notas, no tenía todo 10 pero no tenía todos 5, no solía salir a bailar ella prefería más quedarse en casa con un buen libro, o ver Netflix.

Un día, al regresar de la escuela, se encontró con un chico de más o menos la misma edad que ella. Parecía un chico agradable con el cual podrías tener una interesante conversación. 
El se acercó a ella, pero en vez de emitir un ruido para poder hablar con ese chico, decidió continuar su camino a casa. Pareció no importarle, un par de calles después, se encontró con su mejor amiga, Sofía. -¿qué haces por aquí?- pregunto Amanda.- nada, solamente vivimos a una calle de la otra desde los 5 años y todavía no sabes donde vivo- dijo Sofía riéndose por lo que había dicho -ah cierto, que torpe que soy- respondió Amanda un poco avergonzada y riéndose para esconderla -vayamos juntas!-. Propusieron las dos a coro.

Y así las dos fueron riéndose de cosas sin sentido y hablando de las personas que no toleraban. -y bueno, nos despedimos aquí, adiós!- dijo Sofía -nos vemos pronto!- dijo Amanda. Se despidieron las dos y ella continuó una cuadra hasta su casa.
Al llegar a casa, subió a su cuarto, dejó sus cosas, se puso su pijama ya que no pensaba hacer nada más que la tarea que le había quedado pendiente. 
Eran la 1 a.m cuando ella se encontraba viendo una novela y llorando porque uno de los personajes recordó a la madre. Entre sus lágrimas y su griterío porque los protagonistas no la escuchaban, ella oye unos pasos que se acercaban a su dormitorio para corroborar si ella se encontraba dormida. Al escuchar la perilla de la puerta girar, como si fuese un riesgo de vida o muerte, Amanda apaga la novela y se acuesta rápido para irse a dormir.

*se abre la puerta*

-buenas noches, princesa♡- le dice su madre a Amanda. *cierra la puerta* -bueno, mejor voy a dormir-.