Habían pasado dos días desde su error. Se la había pasado entre ignorando y cancelando las veces que Nicolás le invitaba a pasar el rato. Sabía que no podría hacerlo por siempre, solo hasta que se acostumbrase a la idea que era un maldito mentiroso despiadado sin corazón.
Era un Miércoles. No podía decir que era un día normal. La mucama le había informado que su madre había querido tener a toda la familia reunida en la sala. Su madre estaba más animada de lo normal. Su padre acaba de mudar su oficina a su despacho. Wendy sorprendentemente estaba sentada en la sala con un cojín entre las manos. Parecía distraída. No es que a Jacob le importará su hermana, pero un cambio de actitud en ella lo alarmaba.
—¿Para qué me llamaste madre? —preguntó sin despegar su vista de un libro de herborismo, le había sorprendido las propiedades curativas de las plantas contra intoxicaciones, si, gracias a su error solo podía leer e interesarse en libros que tocaran ese asunto. Genial
—Lo sabrán en un segundo —hablo levantándose sin despegar la vista de la puerta cuando el timbre sono
La mucama abrió la puerta dejando entrar a dos personas. Uno de ellos de quien su madre no quitaba la vista. Era un hombre rubio, ojos grises y redondos, rostro redondo con un poco de barba. Vestía un traje claro. A su costado estaba una muchacha, supuso que era su hija pues compartían los mismo ojos, cabello marrón intenso, figura delgada, y una mirada cándida. Tenía una cajita en la mano.
Su madre se quedo quieta por un momento mientras ambos se acercaban. Podía distinguir la emoción en su rostro. En todo su lenguaje corporal.
—Bamphrionsa —murmuró mirándola con jubilo, no era solo eso, había algo más
Tras decir eso las piernas de su madre cobraron vida, lo segundo que supo fue que su madre estaba envuelta en los brazos de aquel hombre. Jacob no lo habría pensado tanto si fuera algún familiar, pero la cosa era que su madre no tenía hermanos hermano, no tenía primos, de hecho su madre no tenía más familia hasta donde él sabía.
—Coop —hablo su madre recostando su rostro en el pecho del hombre
Por suerte él no era el único que emitía esas vibras de tensión, su hermana y aquella desconocida tambien lo hacían. Lo tranquilizo no ser el único.
—Te extrañe —murmuró el hombre en su oído
—Yo tambien. —Suspiro alejándose de su regazo al ver que tenían las miradas de aquello tres adolescentes, su madre se aclaro la garganta—. El es Adam Keller. —Una sonrisa surco su rostro—. Es un viejo amigo de la familia. —Trato de ser convincente, pero era difícil con la expresión del tal Adam—ella es su hija—coloco las manos sobre los hombros de susodicha—. Camil ¿Verdad? —La chiquilla asintió—. Ellos se quedaran con nosotros por un tiempo
No hubo ni el más rastro de interés por parte de ambos.
—Ella es mi hija, Wendy. —La presentó, trato de que esta dijera algo educado o simpático, pero era inútil no le podías pedir fresas a los limones—. Y él es Jacob —lo presentó a él, Jacob alzo la vista de su libro y apareció una pequeña curvatura en sus labios que se podría catalogar como sonrisa—. Son mellizos
—Un placer conocerlos —hablo Camil viendo los esfuerzos de la madre—. Espero no causarles muchas molestias.
Los mellizos aún seguían sin decir nada.
—Ella es Pamela —hablo el tal Adam—. Fue una gran amiga cuando no tuve a nadie más —dijo pasando la mirada de su hija a la mujer—. Conoció a tu madre y... nunca tendré las palabras suficientes por lo que hizo por nosotros.
Wendy tenía las puntas de sus pies apuntando hacia a la puerta mientras miraba a su madre de manera suplicante. Pamela dio un respirar frustrado.
—Pueden irse —habló de manera derrotada.
No paso ni dos segundos y ya no habían ni rastro de los mellizos.
———————
—¿Quién eres tu? —preguntó mientras acariciaba la suave piel de la traviesa salamandra que se había posado en su libro, tenía manchas naranjas y negras—. ¿Qué haces aquí? —le preguntó mientras la salamandra se acercaba ante su tacto—. No recuerdo haberte comprado —trato de recordar, en su huerto tenía tritones y algunas serpientes pero no salamandras hasta donde él sabia.
Unos pasos a toda prisa lo sacaron de sus pensamientos.
—Aquí estas —hablo una voz mirando directamente hacia salamandra que estaba en el dedo de Jacob.
—¿Qué estas... —alzo la vista y era Camil.
—Sssshhh... —suplicó sin apartar la vista del animalito, el cual se acercaba cada vez más hacia el rubio—. Que no se te escape por favor —caminaba lentamente para no asustarla—. La he estado buscando hace horas.
Justo cuando estaba apunto de abalanzarse contra el anfibio, este salto hacia le regazo de Jacob y se escabullo.
—¿Por qué? Me odia, me odia —comenzó a balbucear caminando de un lugar para otro—. Ni siquiera puedo hacer que se quede quieta
Jacob volvió a mirar la mirada en su libro. A los pocos minutos la salamandra salió de su refugió, quiero decir del bolsillo de Jacob.
—Podrías bajar la voz —pidió Jacob sin mirarla, su vista estaba fija en la salamandra—. La estas asustando —agrego mientras la salamandra se poso en la palma de la mano de Jacob y se recostó muy quieta sobre esta
—¿Sabes de salamandras? —preguntó con ojos saltones llenos de curiosidad—. ¿Cómo lograste que se quede a tu lado? —La salamandra seguía echada como si por fin hubiera encontrado un lugar cómodo en donde dormir—. ¿Por que no huye de ti? De mi lo hace todo el tiempo —agregó con una mirada llena de tristeza
—La asustas —repitió en un susurró.
—¿La asusto? —preguntó, contrario a lo que Jacob creyó, no hubo ni un rasgo de enfado en su voz—. ¿A que te refieres? —Se acercó lentamente.
—Ellos son anfibios, son animales pacíficos, les gusta los lugares de calma y quietud —hablo en voz baja—. Ante la más mínima agitación se alteran
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Editado: 11.06.2022