Esto no puede ser amor

Capítulo 10

—Nadie te quitara lo que has vivido, vive —aconsejó—. No dejes que nadie te lo impida-

—¿Por qué? —preguntó una niña con grandes ojos azules fijos en su abuelo.

—Es la única forma de no arrepentirse después —respondió con una mirada hacia el suelo, como si recordara algo.

—Pero padre quiere que...

—No digo que lo desobedezcas —interrumpió—. Escucha con atención. —Metió la mano en su bolsillo y luego la saco con algo en los dedos para después ponerse en cuclillas y posar la vista en ella—. Tú padre te pidió que le traigas este chip. —La niña asintió con un poco de vergüenza—. Pero tú y solo tú decides como traérselo, él no podrá decirte nada si cumples con sus ordenes. Haz las cosas a tu modo, vive, es la única forma de no acabar en la monotonía y en el aburrimiento ¿Verdad que no quieres eso?

—¿Qué es monotonía? —preguntó con los dedos sobre el mentón-

—¿Ves a tu madre? —señalo con la vista a una pelinegra de ojos color cielo que se desplazaba revoloteando como una mariposa alrededor de un hombre con pasos firmes y postura imponente.

La niña asintió mientras miraba a sus padres. Ninguno de los posaron su vista en ella. Es más parecieron ni siquiera darse cuenta.

—¿Quieres ser como ella?

La niña sacudió su cabeza con ímpetu hacia los costados. Ella en definitiva no querría la vida de su madre, tan sumisa y dispuesta hacer lo que fuera por su padre sin importarle que su padre la tratará con tanta indiferencia y condescendencia. Patética. Esa era la palabra que la describía.

—Entonces hazme caso, linda —manifestó acariciado la mejilla de la niña con algo muy parecido al cariño—. ¿Verdad que me harás caso?

—Sí —habló con claridad.

Unas pestañas risadas comenzaron a moverse, se frotó los ojos y bajo de su cama. Hacia mucho que no soñaba con su abuelo. Es más desde que llegó a Alemania era la segunda vez que lo soñaba. Un escalofríos recorrió su cuerpo. ¿Por qué lo había soñado?

Bueno la noche anterior se quedo hasta las 5 de la mañana procesando las palabras de Jacob. A lo mejor la obsesión que tuvo por recordar todas los pequeños momentos de afectos con sus progenitores la afecto. Bueno tampoco es que fueran tantos momentos, ese era el problema, si tenía que contar las veces que su abuelo, sus progenitores, ella y sus hermanos habían pasado una velada juntos, en familia, simplemente por el echo de disfrutar de la compañía del otro solo llegaban a dos veces. Dos veces en 17 años. ¿Eso era posible? Si. Aunque le doliera era jodidamente posible.

A lo mejor por eso lo soñó. De todos sus familiares con el único que verdaderamente tuvo un lazo fue con su abuelo. La única persona con la que sintió cariño hasta el momento.

A pesar de eso, ella sabía muy bien el tipo de persona que era su abuelo, sabía que era alguien peligroso, mucho más que Arthur, el padre de la pelirroja.

A diferencia de Arthur, el abuelo era alguien a quien podías llamar amable y carismático solo para voltearte y verlo con una pistola apuntando tu cabeza. En cambio Arthur, era más altanero y orgulloso como para andar a juego de dos caras, si no le agradabas, te mataba, no se andaría con sonrisitas para ocultar su fechoría.

El abuelo era un arma de doble filo, nunca sabías si verdaderamente estaba de tu lado o solo era un ardid para apuñalarte el cuchillo cuando menos te lo esperes. Por suerte ella no lo había visto en acción, pero rumores nunca faltaron entre los trabajadores Arthur.

La pelirroja suspiró mientras se enjuagaba la cara. Más de una vez pensó en irse lejos, tenía el suficiente dinero como para hacerlo. Pero ¿Qué ganaría? ¿Paz? ¿Una vida tranquila? Era cosas que no quería. Hacia años que lo había aprendido.

Su teléfono comenzó a sonar desconectándola de sus pensamientos. Un rostro alegre y jovial se asomo en la pantalla. Otro día más de sonrisitas y estrellitas. Fantástico.

 

***

 

No ganaría nada negándolo. Ya habían pasado más de dos horas y no lograba ponerse cómoda. Nunca había odiado más su cama. ¿Por qué él tuvo que decir eso? Ella no tenía ningún problema. Bueno se le dificultaba dormir por las noches. No era la gran cosa. No era nuevo, desde pequeña sufría de insomnio, todos lo hacían, en algún momento de su vida.

Bueno a lo mejor sufrir de insomnio desde los tres años no era tan normal, pero que podían esperar. Crecer en el entorno que creció no era catalogado como normal ni adecuado. Ella hizo lo que pudo para parecer lo más normal, bueno dentro de lo que ella consideraba normal.

Okey, okey. Sufría de insomnio, adicción a las drogas y cigarrillos, tenía una fijación con el sexo, lidiaba con el aparente abandono de sus padres, aceptó vivir en como un arma para su padre más que una hija y todo para tener su cariño. Su vida no era un jardín de rosas, pero tampoco era un total infierno. Era la hija del jefe de la organización, gozaba de cierto poder y libertad para hacer lo que ella quería dentro de lo que su padre le permitía.

Talvez no era uno de los escenarios más favorables para una adolescente de 17 años, pero era su vida. No se quejaría por lo que le toco. No es que fuera una entusiasta y positivista como Nicolás. Dios la proteja. Jamás querría eso para ella. Mucho menos vivir como una amargada. Ella disfrutaría todo lo que la vida le ofreciera, de las consecuencias, de eso se encargaría después.

Por esa razón escabullirse por la puerta de servicio para subir por las escaleras hasta la puerta de su rubio favorito solo era uno más de los disfrutes que le tenía la vida. Si bien no tenía muy claro lo que sentía respecto a ese hombre de ojos fríos, de lo único que estaba segura era que se sentía bien a su lado, lo disfrutaría mientras durara, cuando su misión acabase sería solo uno más de la extensa lista.

 

***

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.