Esto no puede ser amor

Capítulo 16

Su vida había vuelto a la normalidad, claro a esa rara cosa en la cual estaba dividida entre lo que sentía por Jacob y su misión. Pero era mucho más manejable en comparación a ese tiempo sin él. Mucho, mucho más manejable.

Nicolás estaba trabajando en en alguna tesis, ella no entendía como para qué, si recién estaba en el segundo ciclo de su carrera, pero en fin, le convenía, así no estaba todo el día jodiendo con tanta cursilería.

Caminaba desclasa por el piso cuando algo en el maletín de Nicolás llamó su atención. Había unos boletos. Un volante y unas hojas. ¿Para que podrían ser? Los cogió. Una vez que Nicolás trabajaba en algo no despegaba su vista así que tendría tiempo. Comenzó a ojearlo, era un volante para una especie de sorteó, al parecer el premió era un viaje a las islas griegas por tres semanas. Islas griegas. Tenía un buen recuerdo de ese lugar. Sería muy conveniente ganarlo. Quizá cuando todo terminé pudiera ir allí a vacacionar con una personita en mente.

—Solecito

Escuchó unos pasos acercándose, en un santiamén coloco todo en su lugar y se dejó caer en el sofá mientras sostenía algo entre las manos fingiendo estar muy entretenida. Se había dado cuenta que a Nicolás le gustaba contemplarla mientras creía que ella no se daba cuenta. Tenía sus beneficios hacerle creer eso. No escuchar su voz por ejemplo, cuando hablaba era como un disco rayado o al menos así lo sentía ella.

 

***

 

—¿Qué opinas de viajar? —pregunto Dakota acurrucada contra el pecho de Jacob—. Es curiosidad —aclaró, no quería que empezara a pensar cosas raras o que descubriera el porqué de su pregunta, para él caso era lo mismo—. ¿A donde te gustaría viajar? —reanudo la pregunta mientras contemplaba a Jacob, una pequeña luz entraba por una de las ventanas cayendo justo sobre el nido de pájaro que en ese momento era el cabello de Jacob, un suspiro indiscreto salió de sus labios

Al instante aparto la mirada, eso era justo lo que no tenía que estar haciendo.

—Un lugar relajante —respondió Jacob, al parecer no se dio cuenta.

Bien por Dakota. ¿Un lugar relajante? ¿Una isla era un lugar relajante? Bueno para ella lo era ¿Para Jacob lo sería? Necesitaba más información. Su respuesta fue ambigua. 

—¿Cómo cual? ¿Una isla es relajante para ti?

—¿Una isla?

Esa no era la definición que Jacob tenía por relajante. Demasiada arena y agua para su gusto. ¿Por qué se lo preguntó? ¿Quizá a ella le gustaba las islas? Bueno no creía que el sol le hiciera bien a  la piel tan blanca que tenía la pelirroja. Pero bueno seguramente Sol se vería bien con un traje de baño. A lo mejor le gustaran ese tipo de lugares, después de todo ella era escocesa, ese paisa era una isla prácticamente. ¿Cómo se vería Sol con un traje de baño verde? Seria digno de admirar sin duda.

—Talvez, sí, una isla suena bien —respondió con la vista perdida en algún lugar que la pelirroja no pudo precisar.

 

***

 

—¿En que estas estudiando esta vez? —preguntó una voz entusiasta—. ¿Botánica de nuevo?

Jacob asintió escuetamente con un revoltijo en el estomago. Ignoraría la sensación. Lo más que pudiera. No tenía fe en que durara mucho.

Jacob interrumpió su lectura pues el tomo que le faltaba para concluir su experimento estaba en su recamara. Al fin una escusa para dejar de oír la voz de Nicolás. 

—¿Te falta algo? —preguntó Nicolás cuando vio desplazarse a su amigo hacia la puerta.

—Olvide un libro en mi recamara —explicó—. Ahora vuelvo.

—Te acompaño —se ofreció siguiéndolo.

—No hace falta —casi suplico que no lo hiciera.

—Te acompaño —insistió—. Así repaso la mansión una vez más, la servidumbre siempre cambia de lugar algo, es interesante saber que....

Con eso se venían una de sus, en el pasado entretenidas, ahora odiosas conversaciones. Quizá ir a su recamara no fue tan buena idea.

Abrió la puerta de su recamara, se desplazó hasta su escritorio, antes coger uno de sus libros, los cuales estaban perfectamente apilados por tamaño y orden alfabético. Un abrigo rojo se puso apreciar por sobre la silla del escritorio. Un abrigo rojo de mujer. ¿Qué hacia un abrigo rojo de mujer en el escritorio de Jacob? Un resoplido escapo de su garganta. Él solo tenía una persona en mente. No había forma que Nicolás no lo notará. Diablos. ¿Ahora que diría?

De un tiempo para acá. Jacob había notado los casuales olvidos que Sol tenía acerca de su ropa. Hace unos días fue una chalina, después fue un polo y ahora una casaca. La primera reacción que tuvo cuando se dio cuenta de su primer olvido fue entregárselo esa misma noche. Para su desgracia, resultó ser que aquella chalina estaba impregnada con él aroma de Sol y para su vergüenza se encontró a él mismo gravitando al rededor de aquella chalina, jugado con aquella chalina, acariciando a aquella chalina. Era como un calmante. ¿Un calmante? ¿Un calmante de qué? Buena pregunta. Ojala hallará la respuesta. Ojala la hallará pronto.

Así que cuando a Jacob le avisaron que Nicolás había venido a hacerle una visita. Lo único que pudo hacer Jacob fue oler aquel exquisito aroma y dejar la casaca colgada sobre la silla de su escritorio, justo como ahora se encontraba.

—Mira —la voz de Nicolás lo trajo de nuevo a la realidad.

Jacob sabía que era imposible que la tierra se abriera y lo tragase, aunque si la tierra se abriera a quien desearía que tragase sería a otra persona. Un castaño de altura promedio si podía ser exacto.

—Que coincidencia. —Nicolás fue hasta la silla—. Este abrigo se parece mucho a uno que tiene Sol en su...

—Es de Camil —interrumpió Jacob con el pulso acelerado mirando directo a la puerta.

Mientras más pronto saldrían, más pronto las posibilidades de ser descubierto desaparecerían. Talvez una casaca idéntica a la casaca de tu novia en la recamara de tu mejor amigo, no sería prueba suficiente para demostrar algo, pero talvez sí para generar desconfianza. Misma que merecía, pero que no estaba dispuesto a aceptar.




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