Cinco años después:
—¿Cómo se llama? —preguntó Dafne mientras se paseaba por la habitación.
Jacob giró la cabeza en su dirección.
—No hemos dormido en la misma cama por más de cinco meses Jacob ¿Quién es? —reiteró la pregunta con fastidió palpable saliendo de ella.
Jacob no se inmutó. Si era sincero se lo esperaba venir. En los últimos meses casi y no se veían. Al principio intento ser un buen esposo. Claro dentro de lo que él consideraba como bueno. Solo que no podía. Tres veces por semana no era suficiente. Las ganas de estar con la pelirrojas eran demasiadas como para poder ser agradable con una odiase melena negra que indirectamente o no era responsable que Jacob tuviera que dejar con una mueca en el rostro a la mujer que amaba. Lo que trajo que esas tres noches se convirtieran en cuatro y esas cuatro en cinco, hasta terminar pasando todas sus noches con ella. Las escusas cada vez eran más ridículas. Aunque para ser honesto ni siquiera sabía porque tenía que dar escusas, odiaba tener que dar explicaciones ante alguien que no era nada para él. Solo que si lo era. Para el mundo era algo. Su esposa. Esa palabra sonaba tan desquiciante. Un nudo se apretó en sus entrañas. Tendría que pensar en algo antes que enloqueciera. Por suerte sus supuestas desapariciones durante el día no debía justificarlo. Los supuestos atrasos en alguno que otro viaje de negocios tampoco debía justificarlo. Aun no era suficiente. No quería esconderse. El creciente mal humor que su esposita tuvo que aguantar se debía a eso. Jacob era consiente que si no quería levantar sospechas tendría que poner de su parte durante el día para que sus escusas de porque no llegaba a dormir fueran convincente. Solo que había llegado un punto en el que ya no le importaba. De hecho, hace unos meses había llegado a una conclusión mientras salía de la habitación de Dakota.
—Odio que tengas que irte —habló Dakota empuñando su mano en las sabanas las cales las retorcía para calmar la furia que arañaba en su interior.
—No tenemos de otra —recordó el rubio mientras acomodaba su corbata alrededor del cuello.
—Te podrías divorciar —ideó con un tonito nada ameno—. Pero tú no quieres —susurró con la esperanza que él no la oyera.
Jacob se volteó hacia ella incrédulo de lo que había oído.
—¿Yo no quiero? —preguntó molesto, ambos estaban pasando por un mal momento, la frustración y la ira era palpable cuando estaban juntos—. ¿Crees que hay algo que quiero más que a ti? —interrogó tratando de calmarse, la pelirroja poso la vista en él—. Si dependiera de mi la hubiera mandado a rodar hace años.
—Ya pasaron cinco años Jacob —mencionó entre dientes—. Sé que no es tu culpa, pero no puedo, tu no sabes como siento cuando te veo con ella.
Una risa agría baño el rostro del rubio.
—Como nunca he estado en esa posición —mustió con sarcasmo mientras miraba el piso.
—No se comprará —estalló levantándose de la cama—. Tú lo soportaste cinco meses, yo estoy viviendo con esto cinco años. —Su vista comenzó a nublarse, no quería pelear, pero últimamente era lo único que hacina—. ¡Cinco años! ¿Tienes idea lo que es eso? ¿Tienes idea cuanto quiero que esto cambie? ¡¿Tienes idea cuanto deseó la muerta de esa tipa?! —Lagrimas resbalaron de sus ojos, ya no quería llorar después que él se fuera, mejor que viera sus lagrimas, que supiera como se sentía.
La postura de Jacob se suavizó. Era bueno que hablaran de ello. Por primera vez en días pudo notar a flor de piel los sentimientos de Dakota. Camino a ella y la rodeo con los brazos. Al principió ella se resistió, pero en cuestión de segundos toda resistencia desapareció. Ella tambien necesitaba sentirlo. Necesitaba cariño. Necesitaba esto. Era bueno saber que Jacob tambien se sentía de esa forma.
—Tenemos que hacer algo —pidió la ojiazul—. No quiero seguir compartiéndote con esa estúpida —mordió arrastrando las palabras—. No quiero seguir así.
—¿Qué propones entonces? —su voz salió cariñosa, reconfortante, le dejo un beso en la cabeza, y luego otro y otro más.
—No lo sé —sollozó aferrándose a la sensación de calidez que desprendía el rubio, si tan solo pudiera tener esto siempre.
Durante esos días la mente de Jacob trató de idear algo. La única vía factible era el divorcio. Ni él ni Dakota estaban dispuestos a seguir así. No más tiempo. Jacob no podía pedir el divorció por obvias razones. Por el contrario Dafne si podía. Si Dafne se hartaba y lo dejaba, sería lo mejor que les podría pasar. Nadie soportaría tanta indiferencia sin quejarse.
Así que el ceño fruncido de Dafne al igual que el tono de reclamo era algo que estuvo esperando con ansía el ultimo mes. Cinco años sin reproche de seguro cobraría factura. Su vista se posó en la ventana. El sol se estaba poniendo. ¿Cuánto demoraría Dafne en hablar? ¿Cuánto tiempo tardaría en pedirle el divorcio? Si Dafne quería él lo firmaría en este mismo instante.
Jacob dejo su casaca sobre el mueble y fijo su atención en su esposa.
—¿Para qué necesitas el nombre? —interrogó con la mirada plana y la voz como un tempano de hielo.
Dafne bufó incrédula.
—¿Ni siquiera lo negaras? —Había indignación en el tono—. Bien —mencionó llevándose una mano a la frente y sentándose al borde de la cama—. Tienes razón —concedió con rabia—. Una puta sigue siendo una puta sin importar que nombre tenga —mordió tratando de generar algo en su marido, una gélida mirada fue lo único que obtuvo.
¿Qué tenía que hacer para que demostrar emociones? Él no era asía al principio. En Irlanda no fue así. Ella no imagino esto cuando se casó, no imagino que su matrimonio terminaría así, ella quería salvarlo ¿Cómo hacerlo si su marido parecía no tener la misma intención? ¿Por qué se caso en ella en primer lugar? Tenía tantas ganas de preguntárselo.
—¿Por qué te casaste conmigo si no me querías?
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Editado: 11.06.2022