Situación: Compartir una bebida con alguien.
Personajes: Iida Tenya y Asui Tsuyu.
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El cielo había estado perfectamente gris desde que había amanecido. El frío era suficiente como para exhalar un rastro de vapor. Incluso las aves decidieron reservar sus energías y abstenerse de hacer ruido, para tratar de resguardarse de la primera mañana de diciembre.
Ese día se caracterizaba principalmente por una cosa: retardos. A partir de ese día era cuando los alumnos del turno matutino tendían a llegar tarde a la escuela con más frecuencia, incluso a faltar, debido a todo el trabajo que costaba abandonar la comodidad de sus camas para salir al frívolo exterior. Si bien, la clase A no era un salón muy numeroso, los alumnos que habían de alcanzado a llegar antes del timbre la primera hora se reducían a solo unos cuantos.
—¿Dónde estarán Uraraka y Midoriya? —se preguntaba Iida, el presidente de la clase—, ¿acaso no se dan cuenta que como alumnos de UA, debemos estar en la escuela incluso antes de la primera clase?
Reprochó negando con la cabeza, cuando sacó de su mochila el termo con chocolate caliente que había preparado antes de ir a la escuela. Le dio un corto sorbo y permaneció parado en la puerta principal para esperarles. La mayoría de sus compañeros pasaba y saludaba brevemente, pero no le acompañaban a esa espera tan leal. Finalmente, Asui Tsuyu se ofreció a acompañarle, pues también deseaba ver a Uraraka.
Iida era un joven minucioso, y se percató de que su compañera iba con un abrigo más grande que el resto de los alumnos, además de resguardar la mitad de su cara bajo una bufanda roja. Recordó que en una ocasión, había leído un artículo donde descubrió que algunas ranas se veían afectadas por el cambio climático, pues las bajas temperaturas eran demasiado para su piel frágil y las hacía sentir débiles.
Su propio instinto como líder del grupo, el cual le demandaba preocuparse y proteger a sus compañeros de clase, le brindó la idea de compartir su bebida con ella, si es que así lograba ayudarla un poco.
—¿Asui, te gusta el chocolate? —inquirió ofreciendo su termo tibio amablemente—. Una vez miré que a las ranas les afectan las temperaturas bajas.
—Gracias —respondió ella soplando un poco la bebida, antes de darle un sorbo y lo devolvió a su propietario.
—¿Cómo te sientes?, ¿preferirías que fuéramos a esperarlos adentro?
—Estoy bien, Iida —negó con la cabeza—, puedo esperar aquí —y entonces miró como el joven asentía con la cabeza, le daba un sorbo a su chocolate y le devolvió el termo—. ¿Acaso ese fue un beso indirecto? —preguntó ladeando la cabeza.
Inmediatamente las mejillas del joven se colorearon, se giró a ella con rapidez y comenzó a hacer ademanes rígidos y veloces con sus manos.
—¡C-claro que no!, eso sería completamente inapropiado de mi parte, además de ser una falta de respeto hacia ti, cómo mi compañera y como señorita.
—Entiendo —respondió Tsuyu y le dio otro trago al termo y lo devolvió a Iida. Entonces esperó a que el joven volviera a darle otro sorbo para añadir—: ¿Sabes, Iida?, Yo sí te dí un beso indirecto.
El delegado de la clase permaneció estático, con su termo en los labios y abrió los ojos como un par de platos al oír eso. Volteó a verla, aunque sólo lograba verle la coronilla de la cabeza por la notoria diferencia de alturas, y sus manos comenzaron a temblar, no precisamente por el clima, sino por una extraña sensación de nervios que le provocaba escuchar su voz.
—¿Puedo beber más? —pidió ella volteando a verle, y apuntó a la bebida.
—Ah, sí —dijo de manera inconsciente y le entregó el termo.
Sus ojos permanecieron fijos en los labios de ella, y en cómo se unía con el termo para beber de la tibia sustancia. Miró su rostro, tan estoico y relajado como siempre. Miró sus mejillas, levemente coloreadas de rosa por la calidez de esa bebida. Miró sus ojos, que extrañamente se veían más humanizados esa ocasión. ¿Cómo era posible que se comportara de forma tan natural, aún cuando decía cosas tan atrevidas como esas? Seguramente era otra de las tantas cosas que no entendería de Asui Tsuyu, así como también, le maravillaría al pensar en ella.
—¿Quieres? —preguntó la joven ofreciendo el termo.
Iida desvió la mirada, y ocultó la mitad de su cara bajo la gran palma de su mano. Le pareció extraño que de repente, la idea de beber del mismo termo que ella le incomodara, a tal grado, de sentir sus mejillas tibias.
—Puedes terminarlo —le dijo, sin saber de dónde había hallado suficiente voz para hacerlo.
—¿Ya no quieres besos indirectos? —cuestionó, tratando de hacer que se sonrojara aún más, pues le gustaba verlo de esa forma. Ante sus ojos, era aún más atractivo.
—Disculpa, Asui, pero yo no he querido darte ningún beso indirecto.
—¿Querías darme uno directo?
—¡¿Pero de qué hablas?! —exclamó volviendo a mirarle, haciendo que su rubor se extendiera hasta sus orejas—. Yo no he dicho algo como eso.
—¿Pero quisieras?
La pregunta de la chica le robó las palabras de la boca. Apartó nuevamente la mirada y pasó saliva.
«Sí» se dijo mentalmente. Recordó que desde hacía ya varios días deseaba hacer eso, e incluso le gustaría atreverse a tomar sus manos y caminar a su lado, o quizás invitarla a comer. Pero esas cosas permanecían guardadas en la correcta mente de Iida Tenya, esperando poder salir y llegar a los oídos de ella.
—Veo que no dices nada —continuó Tsuyu, llevando su índice al mentón—, ¿puedo suponer que la respuesta es positiva?
—Ustedes —la ronca y extenuada voz de Aizawa los llamó, haciendo que ambos se giraran a verle—, las clases están por empezar, ¿Qué hacen aquí?
—¡Lo sentimos mucho! —exclamó Iida doblando la mitad de su cuerpo como muestra de disculpa—, ¡estamos esperando a Uraraka y Midoriya!