Como en tantas ocasiones,
esta noche estoy contigo;
como siempre, en tu bosque:
tú no estás en otro lado.
¡Qué lugar este!, el tuyo.
¡Qué hora esta!, la tuya.
Eres distinta hoy: morena.
Tienes un ojo de reina
o guerrera poderosa,
y otro de diosa aborigen.
Sin embargo, no hay rostro.
No, nunca quieres, Morena,
(sí, hoy te llamas "Morena")
que pueda reconocerte.
No, no te conozco, pero
bien conozco este dolor
y esta voz que me dice
que pronto voy a despertar.
Conozco las despedidas.