— Cariño. — oigo que grita mi padre desde la planta de abajo mientras cojo la mochila y terminó de atarme el moño descuidado que me hago para evitar que el pelo se me pegue a la frente.
Como no me doy por aludida, << a lo mejor se había enamorado y alguien le correspondía esos sentimientos>> como inmediatamente deseché ese pensamiento sigo repasando tranquila que no me dejo nada y antes de salir es cuando me doy cuenta de que mi móvil sigue en mi cómoda cargando ajeno a mi despiste.
Salgo de la habitación ya con todo listo y empiezo a bajar trotando las escaleras con intención de llegar a la cocina, coger algo de comer y salir directamente para ir desayunando por la calle mientras me pierdo en la música de mi playlist, pero está claro que mis planes no iban a salir como había planeado.
— En serio cariño ven, no me hagas esperar. — giró la cabeza, ya en la cocina, inconscientemente buscando encontrar a mi padre paseándose mientras habla por teléfono o en otro caso esperando a que se lo cojan. — Oh, aquí estás, no sabía dónde te habías metido y porque no contestabas. — dice entrando por la puerta de la cocina con una sonrisa en su rostro que no sé decir si es sincera, y lo más sorprendente de todo, dirigiéndose a mí.
— ¿Qué? — pregunté, incrédula, mientras me terminaba de servir el poco café que había quedado en la cafetera.
— Tengo algo para ti.
— ¿Para mí? — debía verme como una idiota, tanto por lo pérdida que se notaba que estaba como por el gesto de desconcierto que debía tener en la cara, pero mi padre nunca, y cuando digo nunca es literal, había tenido nada para mí, todos los regalos y cosas por el estilo habían venido de parte de mi madre. Y cuando se fue no hubo nada, tampoco tuve a nadie que fuera una imagen paterna, solo tuve a Asher y después a Yun y a Kane.
— Si, claro, ¿para quién iba a ser, sino que para mi niña? — algo no iba bien y lo sabía, no iba a engañarme. No ahora. Ni su sonrisa, ni su aparente aspecto arreglado, ni su voz angelical que se notaba que estaba forzando iban a engañarme ni llevarme a pensar que mi padre había cambiado. Además el hecho de que me llamara por un mote cariñoso me resultaba incómodo, algo ajeno y molesto. La gente no cambia de un día para otro, y menos si no quieren hacerlo. Porque conozco a mi padre, y sé que estaba muy a gusto con su forma de mal vivir y con su comportamiento reprochable. — Bueno como queda poco para tu graduación y como ya sabes la semana pasada estuve varios días fuera por trabajo no pude evitar comprarte esto cuando lo vi.
— ¿Hablas en serio? ¿Me has comprado algo? — algo dentro de mí se revolvió o a lo mejor se alegró, pero lo ignoré.
— Verás, cuando conocí a tu madre una de las primeras veces que salimos por la noche llevaba un vestido similar a este. — se giró y cogió una caja que no había visto en ningún momento que había apoyado en el suelo.— De hecho era su vestido favorito, creo que era un regalo de su padre, y pronto se convirtió en mi favorito. Entonces cuando lo vi en aquel escaparate no pude no comprarlo, puesto que te pareces tanto a tu madre en su buena época pensé que como ella ya obviamente no te puede dar el suyo podría comprarte yo este. — en algunos momentos no pude no contener la mueca de desagrado ante ciertos comentarios negativos que decía de forma automática hacia mi madre, pero me hacía ilusión tener algo similar a lo que en su momento fue su vestido favorito, ¿a quién podría no hacerle ilusión?
— A ver. — dije yo, intrigada.
Mi padre quitó la tapa de la caja marrón clara que parecía de una tienda elegante, supuse que debía de ser caro, pero no llegué a ver la marca del vestido y cuando intenté acercarme para verlo ya estaba dejando de nuevo la caja en el suelo mientras sujetaba un vestido rojo de aparente seda, de tirantes finos y escote en pico hasta el final del canalillo donde comenzaba la falda que daba la sensación de ser algo por encima de las rodillas.
Al verlo creo que mi rostro entero reflejó la sorpresa al ver un vestido tan bonito, no las tenía todas conmigo, puesto que mi padre nunca había tenido un gran sentido de la moda, aparentemente. No dude en acercarme para tocar el tejido, que era extremadamente suave, y cogerlo para apoyarlo contra el cuerpo y así verlo.
— Gracias. — murmuré, con menos fuerza en la voz de la que en un principio creí que tendría a causa de la emoción.
— Nada Hannae, las cosas ya vuelven a ir bien así que acostúmbrate a esto. Lo que siempre he merecido está llegando. — en singular, porque él y yo no éramos un pack normal de padre e hija. Sus planes eran los suyos y yo no entraba en ellos, solo me veía algo beneficiada. — Cada vez te pareces más a tu madre, espero que no sea demasiado tarde y acabes igual de mal. — lo dijo como si nada, como si no supiera que dolía, porque como a él nunca le había dolido nada de lo que pasó más que el hecho de que tuviera que ser un padre soltero pensaba que a mí tampoco me dolía. Corrijo, sabía perfectamente que me dolía, lo había visto, pero le daba igual. Y mientras a él le daba igual yo sujetaba el vestido contra mi, intentando no derramar ninguna lágrima y echarme a llorar al recordarla, al recordarlo todo.
Me dio una pequeña sonrisa, la cual dude de si era cierta o producto de mi imaginación, y se fue dejándome parada en el mismo sitio saliendo del asombro cuando escuché como la tostadora indicaba que ya había terminado con lo suyo y las rebanadas de pan salían disparadas hacia arriba.
Subí corriendo a dejar el vestido estirado en mi cama, intentando no darle demasiadas vueltas a todo, y volví a bajar para darle un sorbo al café, coger las tostadas y salir por la puerta sin decir adiós, no estaba acostumbrada a despedirme de alguien que normalmente ni me hablaba.
Cuando salí a la calle recibí varias malas miradas de gente, lo entendía, seguramente se me hubiera corrido algo de la raya del ojo a causa de las lágrimas que había conseguido que no me cayeran por la cara destrozando mi maquillaje, además mi moño estaría aún peor que al principio e iba comiéndome las tostadas con pesar, se me había revuelto el estómago después de todo.