Evolet

Capítulo 17. Reprimidos.

Nuestro viaje estaba durando más tiempo del que me gustaría; llevábamos doce días de viaje desde que salimos de Haendel y no habíamos recorrido ni la mitad del camino, todo por culpa de los Matadragones; al advertirnos las aves de su aproximación, nos quedábamos en el mismo lugar por dos o tres días seguidos y obviamente eso nos retrasaba. Lena estaba estresada por ello y tanto fue su frustración que en sus prácticas de transformación terminó equivocándose y ahora cargaba un par de orejas de gato y una cola de zorro.

─Al menos las orejas justifican tus pupilas ─Le acaricié la cabeza. Ella refunfuñó─ Pareces un fauno.

─Me gustaría ir por aire ─se quejó─ Pero, aunque puedo camuflarme con las nubes por mi color, no puedo crear un círculo camaleónico que nos cubra totalmente, no soy tan poderosa aún.

Estábamos descansando debajo de un árbol cuya especie desconocía, más era perfecta para dar sombra. Frente a nosotras se abría paso una pequeña villa de calles de adoquín, casas del color de la crema y techos rojos terracota. Incluso sin el sobre-humano olfato de Lena, podía oler un cumulo de deliciosa comida.

─¿Quieres ir a ver? ─Pese a su respuesta, yo ya estaba poniéndome de pie.

─No. No quiero que me vean así ─debajo de su capucha, salió una pequeña nube de humo; estaba enojada.

─Bueno, si así lo quieres.

 

Recorrí el camino hasta la villa. Había demasiada algarabía, mucha gente vestida con trajes coloridos los niños corrían con juguetes de papel, también de varios colores. Muchos tocaban instrumentos y bailaban al son de ellos. Aquello me hizo recordar las fiestas que tenía con las hadas y los Faeries, con la diferencia de que, es esta ocasión, trataba de pasar desapercibida…

Seguí a una multitud, que al parecer estaba ansiosa por un espectáculo que estaba a punto de comenzar. Había varios papiros en el suelo y pegados en las paredes que presumían: “Una revelación de las verdaderas pieles de los mundos”

─Los mundos no tienen pieles ─di un respingo al oír la voz de Lena detrás de mí.

─¿Cambiaste de opinión? ─Era inevitable ver sus orejas.

─Un poco ─Sus pupilas cubrían casi toda su iris─ Sabes que no me gusta quedarme sola.

─¡Buen día, buen día, buena gente de esta hermosa villa! ─Clamó un hombre que sobresalía por estar de pie en un estrado. Detrás de él, una carpa de color rojo y amarillo cubría lo que supuse, sería una sorpresa ─Desde las tierras las lejanas de los países de oriente, hasta las islas de occidente, el circo “Efesios Ade” ha recorrido grandes distancia sólo para mostrarles la verdadera piel del mundo. Lo más raro de lo raro. Lo más estrafalario de lo estrafalario… ¡Lo más peligroso de lo peligroso!

La aglomeración de gente se hizo cada vez más grande y gracias a varios empujones, terminamos en primera fila.

─En el primer acto, les traemos ante ustedes a una bestia, un ser tan deforme que incluso las serpientes le temen. Un ser que es movido por la rabia y la magia ─Aquello no sonaba muy bien─. Preparen sus ojos para la Wyvern de los países de la arena y el sol incandescente.

La carpa cayó detrás de él. Oímos un grito de terror proveniente de uno de los espectadores. Lena y yo solo nos congelamos al ver al Wyvern frente a nosotras; una especie inferior de dragones que no poseía patas delanteras y que en su lugar usaba sus propias alas para sostenerse. Sus patas traseras golpearon la jaula en la que estaba metida y soltó un alarido que, en lo personal, sonó a que estaba agonizando de dolor.

─¡Ese imbécil! ─detuve a Lena y nos llevé lejos de ahí.

─¡Esta bestia que se guía sólo por el odio, es capaz de matar a cada uno de ustedes! Pero no se preocupen, mi buena gente ─Calmó el hombre─ ¡Éste monstruo está en mi completo control! ─Oímos un latigazo y luego otro alarido.

─¿Por qué no se defiende? ─murmuré, el sonido del Wyvern me provocaba una inexplicable tristeza, tanto Lena como yo estábamos llenándonos de lágrimas.

─Espíritus de Hartshorn ─Frunció la nariz y se limpió los ojos─ Los barrotes están malditos, Rox, la están torturando.

Oímos otro alarido. Lena presionaba sus orejas y trataba de no gritar por el dolor.

─¿Lo ven, amigos míos? Una gran bestia puede ser controlada con los elementos adecuados ─Presumió el anfitrión─ El circo “Efesios Ade” les va a dar a cada uno, por un precio razonable, una botella llena de remedios a prueba de dragones. ¡Acérquense, todos, sólo uno por persona!




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