Mi humor cambió bastante. Aún no creía que Lena estuviese viva y al mismo tiempo me aterraba el hecho de que yo tuviese una de esas escamas de las que poco he sabido. En las clases con Victoria me reí más de la cuenta, me distraía un poco y Karîm lo notó, y cómo es común en él, no esperó en preguntar.
─¿Ha pasado algo bueno, amiga mía?
─Sí ─Le contesté con una sonrisa.
─¿Me dirás?
─No.
─Roxana ─hizo un puchero. Le sonreí.
─Te lo diré más tarde. Ahora, debo ir a arreglar unos asuntos con Lydia. Nos veremos a las dos en la Sala de Homenaje.
─Ahí estaré.
Volví casi corriendo a mi habitación. Lena no estaba, obviamente, pero había algo que me confirmaba que estuvo aquí: un anillo tan grande que pude usarlo de pulsera.
─Tonta, debes usar esto para que te recuperes ─Aun así, me lo coloqué en la muñeca.
─Mi señora ─Ryū salió debajo de la cama y se me echó encima: olía muy bien.
─Hola, muchacho ─Le acaricié la cabeza─ ¿Te dieron un baño?
─El niño de la cordialidad me bañó. Quería cazar una gallina para usted, mi señora ─Movía la cola con singular alegría-. Pero al parecer no puedo cazar dentro de palacio
─Ay, muchacho ¿Qué voy a hacer contigo? ─Me incorporé luego de acariciarle la cabeza─ Ven, tengo que ver a mi tía.
Victoria me había dicho que Lydia quería verme para hablar. La verdad es que no sé por qué o para qué. Lo único raro de esto era que yo nunca había entrado a su habitación, ella nunca me había pedido que entrase y creo que luego de esa visita, no volvería a entrar.
Luego de tocar la puerta y de que me dejase pasar, me di cuenta de que un intenso y hediondo olor a flores cubría su habitación, la cual era toda blanca de mármol pulido, con decoraciones rojas y doradas. Había una única ventana que a deferencia de la mía no tenía mansarda y aun así, había una pequeña mesita de caoba y una silla del mismo material debajo de ella. La enorme cama, de sábanas azules, era el mueble más grande de toda la habitación, ni siquiera la pequeña biblioteca de la esquina podía igualar el tamaño de tan gran edredón. Pero lo más asombroso del lugar era el techo, que tenía un hermoso mural del cielo nocturno, sentía las estrellas tan cerca de mí que creí que podía estirar la mano y tocar una.
─Hola, tía ─le sonreí a duras penas pues aún estaba algo mareada por el olor.
─Roxana querida, ven aquí ─Llamó desde el diván que estaba a un costado de su tocador. Hizo que me sentara frente al espejo─. Oí que ayer fuiste con mi esposo a pasear un rato.
─Sí, fue divertido, conocí un poco la ciudad ─La miré en el reflejo.
─¿Te gustó? ─Se sentó en otra mullida silla a lado de mí y tomó un frasco de maquillaje para aplicárselo.
─Mucho. El tío Auguste fue muy amable conmigo.
─Ya veo ─Me colocó un poco de polvo en el rostro a modo de juego─ ¿Estás emocionada por tu coronación? ─Tensé un poco la mandíbula.
─Asustada, sería un mejor adjetivo.
─Oh, por ello no te preocupes, la familia de Hengelbrock puede ser de todo menos cobarde, me lo mostraste cuando te conocí.
─Gracias tía ─Nos sonreímos.
La vi buscar algo en unos alejaros.
─Aquí está ─dijo satisfecha al sacar un bonito collar dorado con un dije de ópalo de colores en forma de corazón.
─Que bonito ─dije un tanto hipnotizada por el color.
─Este collar era de tu madre ─Lo levantó un poco.
─¿En serio?
─Sí. Creo que lo usó muy poco tiempo pues está casi intacto, pero considero que tú deberías tenerlo.
Llevé mi mano a mi collar de azabache y lo mostré.
─Esto también era de mi madre, “Regalo del rey para la reina, regalo de la reina para la princesa” ─Recité las palabras de El Gran Abuelo. Lydia tensó toda su cara, se veía un poco asustada.
─¿Cómo… Cómo sabe eso, querida? ─trató de sonreír.
─Allá afuera hubieron muchos que conocieron a mis padres y tuve la fortuna de simpatizar con sus conocidos.
─Ya veo ─No sé si era mi idea o comenzó a sudar─ Bueno, ahora puedes tener dos collares de tu madre ─Tomó mi mano y dejó el ligero artilugio en ella.
─Gracias, tía Lydia. Lo voy a cuidar muy bien ─Me levanté y le di un cortó abrazo─ Iré a mi habitación, quiero probármelos con algunos vestidos.
─No vayas a saltarte el almuerzo ─sentenció.
─No lo haré ─Sonreí y salí.
─Es mi idea o Su Majestad estaba nerviosa ─Ladró Ryū.
─Claro que lo está ─Miré el collar─ Le es estado mandando varias advertencias desde que llegué.
Desvié el camino de mi habitación a la Sala de Homenaje donde, y como lo esperaba, Karîm aguardaba.
─Aquí estas, niño de la impaciencia ─Sonrió al verme.